HERCULÍNEAS | O |
01 feb 2005 . Actualizado a las 06:00 h.CUANDO sólo le quedaba rezar para que no lo convirtiesen en chalés pareados, Alvedro se ha salvado. Como en el cine, cuando ya no quedan palomitas y cunde la desesperación: «Nos tienen rodeados», grita Michael Caine por si los zulúes no lo hubiesen dejado claro. Pues igual. Así estaba Alvedro. Pero, como en el lema de Cela, el que resiste gana. Y Alvedro resistió. Cuando ya sólo se volaba desde Alvedro por patriotismo, el mundo giró sobre sí mismo y se coló por un recoveco que no existía. Será la revolución de abril: en un mes, Spanair, el hijo pródigo, volverá a volar. Y Easy Jet, esos aviones que por lo que vale una cena te dejan en Londres, también se dejará ver por el cielo de la Torre. Y ayer se volvió a hablar en Madrid de la ampliación de la pista, para que no haya que vaciar la mitad de los 747 cuando alguno decida aterrizar en A Coruña. Puede que usted no vuele en su vida, o que apenas despegue una vez al año, pero en el aeropuerto le va el futuro. A mejor aeropuerto, más turistas, más congresistas y más empresas. O sea, más dinero. Y algo más: Alvedro es una de las barreras psicológicas de esta ciudad. Ese intento por superarla marcará hasta dónde puede llegar A Coruña. juan.gomezaller@lavoz.es