Científicas, los roles en la infancia y el papel de los padres: «Recuerdo mi frustración por que no me regalaban un tren de niña»
A CORUÑA
La investigadora Laura López-Mascaraque, del Instituto Cajal y presidenta del Comité de Mujeres en Neurociencia , dio una charla por el Día de la Mujer y la Niña en la Ciencia
12 feb 2019 . Actualizado a las 12:10 h.«Hay un problema de género en el mundo académico y científico». Laura López-Mascaraque es concluyente en su examen. La investigadora científica del Instituto Cajal del CSIC estuvo este lunes en A Coruña para participar en los actos de la Domus organizados por la UDC y los Museos Científicos con motivo del Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia.
La ciudad se sumó a la celebración aprobada por las Nacionales Unidas en el 2015. ¿El objetivo? Dar a conocer referentes para romper el techo de cristal que hace que solo el 35 % de los estudiantes matriculados en carreras STEM (titulaciones tecnológicas) sean mujeres. Un porcentaje aún más reducido, del 25 %, si hablamos de investigadoras.
Estereotipos desde niñas
«En mi campo, la neurociencia, dominan las mujeres en los grados como Biología, Farmacia o Química. Cuando pasamos a los siguientes estadios, los doctorados o la investigación, empieza la tijera», admite López-Mascaraque, que es presidenta del Comité de Mujeres en Neurociencia de la Sociedad Española de Neurociencia y Premio Europeo de Divulgación 2018 de la Fundación DANA.
«El problema, según hemos podido ver en los estudios, es a partir de los 6 años. A partir de ahí hay una mayor diferenciación en los gustos porque las niñas carecen de referentes. Empiezan a ser conscientes de los roles. Luego, de adultas, nos exigimos mucho más para llegar a un puesto. A un hombre no se le cuestiona. A una mujer siempre se le va a poner un apellido», lamenta.
A un hombre no se le cuestiona. A una mujer siempre se le va a poner un apellido
Por eso, la importancia de fechas como la del 11 de febrero. «Cuando fui a EE.UU. en los 90 no había ninguna mujer líder de grupo en una investigación», recuerda. La situación ha mejorado, pero queda mucho por hacer. «He tenido que hacer muchísimos esfuerzos para compatibilizar ser científica, madre y mujer», reconoce.
Visibilizar pasa por diferentes acciones: «Creamos un comité en España para que aceptemos esta realidad. Queremos dar cifras objetivas». El lenguaje, para ella, también es importante. «Si es una mujer, hablo de presidenta, no de presidente. Hablo de científica, no de científico. Yo soy investigadora. Los nombres femeninos, aunque suenen raros a veces, hay que utilizarlos. Insistir en ellos. Todas eran modistas, hasta que aparecieron los modistos», defiende. «Recuerdo mi frustración por que no me regalaban un tren de niña, solo muñecas. La sociedad tiene muchos estereotipos, tenemos que darnos cuenta del problema», alega.
La importancia del olfato
Como su objetivo es hablar del trabajo que desempeñan desde los laboratorios miles de científicas, López-Mascaraque ofreció una charla sobre su especialidad. El sentido de la memoria: el olfato. También, el más denostado del quinteto. «Sabemos cómo se llaman las personas que se quedan sin vista o sin oído, pero no sin olfato, los anósmicos. Es el único sentido con una conexión directa con el cerebro emocional o sistema límbico. Es el más primitivo. El gusto y el olfato captan moléculas que el cerebro interpreta como una emoción. Los bebés, cuando nacen, chupan todo. El 80 % del sabor que apreciamos es gracias al olfato. Recordamos el 5 % de lo que vemos, el 1 % de lo que tocamos y el 2 % de lo oímos. Pero el 35 % de lo que olemos», desvela.
No solo eso: «La pérdida del olfato es un detector precoz de dolencias como el alzhéimer o el párkinson. En ratones se ha visto como, antes de que veamos la aparición de las placas amiloides de alzhéimer, hay una pérdida de la capacidad olfativa». Una dirección en la que investigar en el campo de la dolencias neurodegenerativas.
La pérdida del olfato es un detector precoz de dolencias como el alzhéimer