Las últimas horas del poblado de A Pasaxe, en A Coruña

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

Después de 35 años y con un censo que superó los 300 chabolistas, solo quedan dos familias

08 feb 2022 . Actualizado a las 19:40 h.

De todos era sabido que no iba a ser nada fácil dar una vida digna a las más de 300 personas que llegaron a residir en el poblado de A Pasaxe. Un asentamiento con 35 años de existencia a orillas de la ría de O Burgo, cuyo origen se debió al desalojo de las chabolas de A Cubela y que poco a poco fue ganando anchura y miseria por la llegada de feriantes y chatarreros. Se intentó muchas veces que desapareciese. Los distintos gobiernos que pasaron por María Pita gastaron mucho dinero para eso. Pero unos se iban por una puerta y otros entraban por otra. Hoy ya se puede decir que es historia. Solo quedan dos familias por realojar y lo harán en los próximos días. Justo cuando se cumple el plazo dado al Ayuntamiento por Demarcación de Costas para que le dejen libres los terrenos, que entregará al Ministerio para la Transición Ecológica —acaba de adjudicar el proyecto de regeneración de la ría—. Una intervención que no solo dragará el estuario, sino también acondicionará el entorno para que el terreno ganado a los lodos permitan que donde hoy se acumulan toneladas de basura y chatarra, mañana se pasee pegado al agua por una zona ajardinada y de cuento.

En un lugar donde pasó de todo y ahora no pasa casi nada, la Concejalía de Benestar Social se vuelca en que las dos familias que aún quedan, una de ellos con una niña pequeña y enferma, descubran por fin la decencia. 

Ayuda para el alquiler

Carlos, su joven esposa y la pequeña ya cobran una paga y están buscando un piso, cuyo alquiler correrá a cargo del Ayuntamiento los dos primeros meses. Pese a todo, están preocupados. «Voy a buscar una vivienda y me piden un contrato de trabajo que no tengo. No sé cómo vamos a hacer. Por lo menos, mi padre, que ya fue realojado en una casa, nos preparó un espacio para trabajar la chatarra», dice Carlos.

La Concejala de Benestar Social, Yoya Neira, le transmite tranquilidad. «Nunca los vamos a dejar en el abandono. Les ayudaremos con la renta y haremos un seguimiento para darles una nueva vida. Como al resto», dice.

Encontrar un pedazo de tierra para que los feriantes guarden sus atracciones y los ferreteros trabajen el aluminio, el cobre o el hierro es el principal obstáculo. «No vamos a subir el material a un piso», dice Teresa, que hasta ahora, pese a que ya reside en una vivienda, acude todos los días al poblado a echar una mano. Son montañas de materiales que hay que tratar y preparar para llevar a la chatarrería y, ante el inminente desalojo se encuentran con otro problema. Lo explica un hombre que nació en el asentamiento y que también se llama Carlos: «La cosa es que en la chatarrera hay gente con el covid y no nos pueden recoger el material. A ver si nos dan unos días más». Pero eso, seguramente, se arreglará. Lo importante, es que en unos días, tanto la joven familia de Carlos como la del patriarca Gonzalo dejarán de vivir ahí y con ello se podrá decir que en A Coruña ya no hay poblados chabolistas.

Fue un trabajo titánico y del que todo el equipo que forma la concejalía de Benestar Social «está feliz», según admite la edila Yoya Neira.

Lo que ahí se hizo no fue sencillo. La cosa no quedó en buscarles un piso y que luego los realojados se buscaran la vida. Porque una vez que se asientan en una vivienda, se les hace un seguimiento. Y ninguna de las familias que se han ido han dado problemas ni los han causado, explica la concejala. 

Acompañamiento posterior

Primero, «fuimos realojando en función de varios factores: la disponibilidad de vivienda adecuada a las características de estas familias y la voluntad de las mismas para abandonar el poblado». Neira destaca que fue necesario el trabajo previo para conseguir que dejasen sus infraviviendas y para que lo hiciesen en el momento y las condiciones precisas que propicie que ya nunca más vuelvan a residir en estas condiciones y, para ello fue necesario el acompañamiento y el seguimiento en el proceso».

Tarea en muchos casos complicada. El padre del joven Carlos, chatarrero, vive hoy en un piso. Pero reconoce que echa de menos el poblado. Medio en broma, dice que «tiene ahora más frío en casa que antes porque las hogueras dan más calor y hasta curan los catarros». Y en broma entera, concluye: «Será que soy un salvaje».

La edila de Benestar argumenta que «cada una de las familias tiene unos condicionantes diferentes. Hay momentos en los que quieren salir, pero no siempre coinciden los miembros de la misma unidad familiar en el momento de dar el paso». Para que todo se acompase, que la unidad familiar esté decidida a abandonar la que ha sido su casa durante años y años, es importante que los técnicos encargados de acompañarles en esta transición a una vivienda normalizada, encuentren una alternativa que se adapte a sus necesidades, ya que muchos de ellos viven de la chatarra y necesitan un lugar en el que poder amontonarla y trabajarla o de las atracciones de feria, que requieren un espacio para estar guardadas mientras no se puedan celebrar fiestas.

«La salida de estas familias del poblado, tanto de las que lo hicieron en este mandato, como en el anterior, es muy positivo», dice Yoya Neira, ya que en el asentamiento residen menores que han nacido en el poblado chabolista de A Pasaxe y que no conocen otra forma de vida.

En cuanto la descubren, la labor del Ayuntamiento es la de arroparlos. «Un seguimiento día a día. Estamos pendientes de sus necesidades, miramos cuáles son sus habilidades y les ofrecemos cursos para incorporarlos al mercado laboral», añade la edila. Más allá de eso, durante los primeros años se les ayuda para el pago del alquiler.