Después de más de tres décadas al frente de la ciudad deportiva de la Torre, en A Coruña, se jubiló esta semana
27 feb 2022 . Actualizado a las 05:00 h.Es una ametralladora que dispara anécdotas. En una hora de charla con este hombre salen a relucir todos los alcaldes y concejales de las últimas décadas, futbolistas de renombre y cada una de las instalaciones deportivas de la ciudad. Luis Arias Barbeito es uno de los coruñeses más conocidos y uno de los ciudadanos que conoce a más personas. «Vi jugar a miles de chavales y creo que soy buena persona. Intento ayudar a la gente. Su problema es mi problema. A todos los que estuvieron a mi cargo siempre les dije que tratasen a todo el mundo como si fuese su padre», asegura el que dice ser el funcionario más antiguo del Ayuntamiento y director de la ciudad deportiva de la Torre desde antes de que hubiese hierba artificial. Tiene 67 años y el viernes invitó a unos pinchos a un grupo de coruñeses (incluida la alcaldesa) con motivo de su jubilación. «Seguiría trabajando hasta los 80, porque esto es mi pasión. Me quedan tres espinitas clavadas porque en instalaciones deportivas vamos muy justos y por eso me encantaría continuar peleando. Conseguir el campo de Eirís, un proyecto que lleva tiempo esperando a hacerse realidad y que se fue encontrando con trabas, la cesión al Ayuntamiento del campo de A Zapateira, que es de Abanca, y renovar los vestuarios de la Torre», destaca como objetivos no cumplidos.
Los campos más usados
Luis es del 15002. Lleva el barrio de Atochas-Monte Alto muy dentro. Tiene dos hijos de 42 y 37 que son entrenadores de fútbol y de los que se siente muy orgulloso. Su mujer murió en el 2017. Llevaban desde los 16 años juntos. «Aprendí a cocinar cuando tuve que cuidarla cuando cayó enferma. Me aficioné y ahora me gusta visitar restaurantes. Va a ser lo que haga ahora de jubilado, además de jugar al golf, viajar, ir al gimnasio de la Casa del Agua, y a Riazor a ver al Deportivo. Cada vez veo menos fútbol por televisión, aunque utilizo el móvil para seguir algunos partidos. Y nunca los veo en bares, siempre en casa», destaca. Estudió en los Salesianos y su sueño era ser futbolista. Llegó a jugar en el Fabril y siempre estuvo ligado al balón. «Mi pasión es el deporte y el fútbol en particular. Monté las escuelas deportivas municipales de perfeccionamiento. Fui seleccionador gallego de alevines, presidente del Comité Gallego de Entrenadores, traje el fútbol 7 a A Coruña, fui seleccionador gallego de fútbol sala...», relata. Estuvo 17 años en el ejército y hace 31 pasó a ser funcionario municipal con sede en los campos de la Torre. «Cuando llegué no había nada. Hubo que ir haciendo poco a poco. Ahora mismo no hay campos tan usados en ninguna otra ciudad del mundo. Aunque aquí hay menos población, hay cantidad de equipos y más fichas que en Vigo. En otros lugares no existe algo tan valioso como la AFAC (Asociación de Fútbol Aficionado de A Coruña)», afirma. Durante muchos meses las familias tuvieron que seguir los partidos de los chavales desde el exterior por culpa de la pandemia. «Te puedo decir que los entrenadores, árbitros y jugadores estaban encantados. Hay padres que se vuelven locos con sus hijos», reflexiona.
Con uno de los grandes
De los miles y miles de jugadores que vio, asegura que el que más le impresionó fue «Iago Iglesias. Tenía una calidad increíble, pero tuvo mala suerte con las lesiones. Ser ojeador siempre me gustó», comenta Luis, que a lo largo de estos años tuvo la suerte de conocer a grandes del balón. «Fui a Barcelona a visitar a Cruyff para que viniese a inaugurar la pista que lleva su nombre en Novo Mesoiro. Creo que le caí bien. No tiene nada que ver la imagen que tenía con cómo se comportó, amable y cariñoso con todo el mundo. Organicé una comida en el Roma 2 y tomé centolla, percebes y camarones con Johan Cruyff, que comió de todo», recuerda. Son tantas anécdotas y personajes que cita en nuestra charla que resulta imposible reproducirlo todo. «Soy sincero, y eso a veces a algún político no le gusta. Pero no soy nada rencoroso. Mi mayor defecto es que soy algo creído», confiesa el bueno de Luis.