Olena Berezna, ucraniana en A Coruña: «Antes hablabamos en ruso, pero desde que empezó la guerra dejé de hacerlo»

Caterina Devesa REDACCIÓN / LA VOZ

A CORUÑA

Olena (segunda por la izquierda) huyó de Ucrania con su madre, Natalia (primera a la derecha) y su hijo de diez años Vlodymyr. Junto a ellos, Tetiana (segunda a la derecha), que los acoge en su casa de Osedo
Olena (segunda por la izquierda) huyó de Ucrania con su madre, Natalia (primera a la derecha) y su hijo de diez años Vlodymyr. Junto a ellos, Tetiana (segunda a la derecha), que los acoge en su casa de Osedo CESAR QUIAN

Olena huyó de Kiev con su madre y su hijo de diez años hasta Hungría el segundo día de la invasión del ejército de Rusia. Desde allí siguieron su camino hacia A Coruña, en donde han sido cogidos por Tetiana, que lleva nueve años en Galicia

19 mar 2022 . Actualizado a las 20:44 h.

Cuando vieron que la guerra se  acercaba a su ciudad, no se lo pensaron y decidieron emprender inmediatamente la huida de su país natal, Ucrania. Para ello contaron con la ayuda de Tetiana Pysanka, ucraniana residente en Osedo, Sada, A Coruña, desde hace nueve años. «Olena y yo somos amigas desde hace años. Nos conocimos trabajando en Kiev y mantuvimos el contacto. El primer día de la guerra me escribió para decirme que veía desde su casa las explosiones» explica. Los mensajes que Olena envió a Tetiana fueron en ruso. «Antes hablábamos ruso, desde la guerra dejé de hacerlo, ya no quiero tener nada que ver con ellos», dice Olena, de padre ruso y madre ucraniana. La mujer, de 42 años, y su familia,salieron de Kiev el pasado viernes 25.

«El día que empezó la invasión rusa no podían irse porque la ciudad estaba desbordada. No había gasolina y muchas estaciones se quedaron sin combustible. Por eso tuvieron que esperar y se fueron el segundo día de la guerra hasta Hungría. «Recorrieron 100 kilómetros en ocho horas. Imagina las colas que había para salir», añade Tetiana. Tras conseguir cruzar la frontera húngara se quedaron en ese país una semana, pero cuando se empezó a hablar de armas químicas, Olena decidió que se tenían que alejar mucho más. Sin tiempo para pensar, se subió a su coche con su hijo, Volodymyr, y su madre, Natalia para llegar a Sada. «Nosotros les fuimos reservando hoteles desde A Coruña para que hicieran las paradas. El segundo día llovía tanto que se retrasaron. Les habíamos reservado un hotelito en Francia y les habíamos dicho que llegarían a las doce de la noche, pero Olena me dijo que todavía estaban a 300 kilómetros. Mi marido, que sabe algo de francés, pero llevaba quince años sin hablarlo, llamó al alojamiento y les explicó la situación. Esperaron a que llegasen sobre las tres de la mañana y al día siguiente la chica les preparó el desayuno. Olena no quería comer nada, quería seguir el camino y ella le dijo: 'si no coméis no os podéis ir'. Les puso cafés, cruasán de todo, y no les cobró», comenta Tetiana, que dice que «este tipo de cosas dan esperanza en la humanidad. Así veo que no todo es negro, aunque la situación del mundo pinta muy mal».

Olena, que en Kiev trabajaba como financiera, no solo dejó atrás su casa y al resto de su familia, también a su propio marido. «Los hombres de 18 a 60 años están obligados a quedarse. No a luchar, pero sí en el país por si acaso es necesario movilizarlos», aclara Tetiana. Ahora el marido de Olena, Yuri, de 37 años, está en Hust, una ciudad al oeste cerca de Hungría, «en la que de momento está todo tranquilo. Suenan las sirenas aéreas y se van a refugiar, pero no han bombardeado». El hombre se está hospedando con familiares. «No saben nada cuándo lo volverán a ver ni cuándo acabará este horror», dice Tetiana, que señala que hasta hace tres semanas eran una familia normal. «Ella trabajaba en una empresa, su marido como transportista, y el niño iba al cole como cualquier menor y después de clase a extraescolares para aprender alemán. Su madre, jubilada, vivía sola en un piso cerca del de ellos». Ahora, Natalia, la progenitora de Olena, llora sin saber cuándo podrá recuperar su vida. «Su familia sigue allá. Tiene una hermana invidente que está con sus hijos, ellos no pueden dejarla sola ahora y está muy preocupada por ellos». Sobre si se han planteado tratar de traer a España al resto de sus familiares, Tetiana dice que de momento no: «Cada uno tiene su vida y sus decisiones. Además yo, aunque quisiera, tampoco podría acogerlos a todos. También es importante que los refugiados puedan estar cómodos en los domicilios en los que se queden, tienen que tener tranquilidad para poco a poco soltar ese estrés y recuperarse emocionalmente».

«No ha derramado ni una lágrima, sigue en shock»

El trayecto que separa Kiev de Osedo, en donde está la casa de Tetiana, es de más de 3.80 kilómetros. «Cuando vi a Olena no la conocí. No nos veíamos desde el 2013, pero estaba negra, consumida. Condujo casi sin parar porque solo quería llegar». Recién aterrizados en A Coruña, su mente sigue en shock. «Olena no ha derramado ni una lágrima desde que esto empezó. Yo lo intentó, le digo que le voy a poner películas románticas para ver si consigo que suelte todo lo que tiene dentro, pero nada», dice Tatiana, que llora «por ella, por mí y por todos». De hecho, no puede contener las lágrimas al explicar la situación de Ucrania. «¿Tú te imaginas tener que irte de tu casa sin saber qué va a pasar, sin saber a dónde vas ni nada? Ellos pudieron venir aquí porque me conocen a mí, pero se está yendo gente con niños sin saber a dónde. Sin nada». Porque la dureza de la guerra solo la conocen los que la han sufrido. «El niño apenas vio nada porque se fueron al segundo día, pero sigue las noticias, los canales de Telegram y en su Facebook ha compartido un fondo que dice 'Putin hijo de puta' y otro en el que le desea la muerte. El otro día estaba gritándole cosas a la tele en su contra», cuenta Tetiana, mientras que el niño dice en ucraniano que «Putin es como Hitler».

Porque sea cual sea el final de este conflicto, como dice Tetiana, «el daño ya está hecho. En los corazones de los ucranianos ya no habrá paz. La han roto. Ellos dicen que han invadido Ucrania por la paz. ¿Qué paz? Que se la lleven a Rusia». Para Olena la intención de Putin es expandir su poder: «Él quiere volver a tener los territorios de la Unión Soviética y no va a parar. Se cree un zar». Por eso, tanto ella como Tetiana creen que la única manera de que el horror acabe es con su muerte: «Ya hay precio por su cabeza. Creemos que ya debe haber francotiradores siguiéndole y, es difícil que lo consigan matar, pero no imposible». Pasé lo que pasé, Olena considera que «los dos gobiernos pueden firmar lo que sea, pero los ucranianos nunca más van a volver a ser los mismos». Porque el odio a los rusos ya está instaurado entre la población, que se divide entre los que se han quedado en su país y ahora se refugian de los bombardeos, y los que lo han dejado todo para tratar de salvar su vida. De su gente, los ucranianos señalan la valentía que está demostrando: «Volodímir Zelenski ha unido a todos. Su fortaleza es lo que ha hecho que la gente siga en pie luchando. Hay colas para ser voluntario y colaborar con el ejército».

A pesar de que antes de la invasión rusa, tanto Olena como Tetiana, ya consideraban a Putin «un loco», nunca se imaginaron que fuera atacar así su nación: «Ni de broma lo habría pensado. Mi madre y mi hermano están en Donetsk. Allí llevan desde el 2014 en guerra y ahora están siendo atacados. Sufren la peor parte porque hay ataque de los dos ejércitos. Mi hermano tendría la obligación de estar luchando contra los ucranianos, que son su pueblo, pero por suerte tiene un papel que justifica que no esté en el ejército porque ostenta un cargo de responsabilidad en una empresa y por ello debe ir a trabajar». Sobre el conflicto en el Dombás, dice que «los políticos siempre han usado los idiomas como arma, como en España, pero en la realidad, en Ucrania siempre han convivido ambas lenguas sin problema. Aunque ahora, igual que Olena, son muchos los que ya no quieren hablar en ruso».

Dificultades con los trámites para los refugiados

Y mientras su cabeza está pendiente de todo lo que pasa en Ucrania, aquí les toca moverse para regularizar su situación. Un punto que tiene muy molesta a Tetiana: «No paran de hacer publicidad de que el Gobierno, la Xunta, y los Concellos tienen todo preparado para darles protección a los refugiados, pero luego, a la hora de la verdad, nadie sabe nada», explica. En su caso, dice que solicitó información al Ayuntamiento de Sada, desde donde le indicaron que tenía que ir a la Policía Nacional. «También contacté con Cruz Roja, que me dijeron lo mismo. Llamé a Extranjería para intentar pedir cita y y no costaban para el trámite de protección a los refugiados. Me dijeron que no sabían nada. Fui a la comisaría de A Coruña, en la avenida del Puerto, y me atendió la persona que está en la puerta. Me dijo que volviese por la tarde, a las 15.30 horas. Tuve que volver a Sada a recoger a mi niña, de cinco años al cole, y regresé a la comisaría. Estuve esperando una hora y como nadie me atendía, volví a preguntar a la chica que estaba en la puerta. Me dijo que para eso tenía que pedir cita, que sin eso no me iban a atender. Entonces le enseñé que no estaba dándoles por Internet, y me dijo que ya, pero que tenía que estar atenta porque iban avisando con carteles en la comisaría sobre los días que las habilitaran. Yo no puedo ir todos los días a ver si las sacan o no», se queja. Asimismo, Tetiana no sabe cómo debe proceder para escolarizar al niño: «No habla español, pero tiene que ir a clase. Además, tiene diez años y seguro que así lo aprende pronto. Voy de un lado a otro. Yo sé moverme, soy extranjera y tuve que hacer todo el papeleo para mí en su momento, pero  ahora mismo nadie sabe explicarte bien qué hacer. Puede que estén desbordados, pero tendrán que dar soluciones porque no es mi culpa. Además, esto no es Madrid o Barcelona, no hay tantos casos».

Desde el Concello de Sada indican que llevan días compartiendo en sus redes sociales y en la página web el procedimiento a seguir, tanto para donaciones como para acogida de ucranianos. En cualquier caso, se limitan a ofrecer los datos que compare el Gobierno central, desde donde establecen los pasos a seguir. El primero es informar de la llegada de los ciudadanos ucranianos a través de un formulario web o del correo apoyo.ucrania@inclusion.gob.es. Igualmente, para tramitar su asistencia sanitaria se ha establecido un email específico, ucraniaasistenciasanitaria@ingesa.sanidad.gob.es.