Javier Fernández Mariño, director de Noite Bohemia: «En el castro de Elviña poco atrezo se puede poner que mejore el escenario»

Fernando Molezún A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

F. M.

La compañía celebra sus 15 años llevando teatro a espacios icónicos de la ciudad

04 jul 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Este fin de semana arrancó en la plaza de Azcárraga, con la representación de El acero de Madrid, de Lope de Vega, el ciclo de teatro en lugares singulares de la ciudad, que continuará con representaciones en el castro de Elviña, el castillo de San Antón y la Colegiata. Un lujo escénico que los coruñeses le debemos a la compañía Noite Bohemia, ese milagro surgido hace 15 años en el seno del instituto de Zalaeta y que desde entonces no ha dejado de ganar premios en cuanto certamen de teatro clásico ha participado. Desde su origen está al frente Javier Fernández Mariño ( A Coruña, 1979), cuyo principal mérito es que no solo no ha perdido ni un ápice del entusiasmo que tenía hace tres lustros, sino que este se ha vuelto cada vez más contagioso.

—Vuelven a escenarios como el castro de Elviña.

—Intentamos darle un valor más allá de lo arqueológico. Esas piedras tienen que volver a coger vida, tener las vibraciones de la gente. Y eso pasará en la noche del próximo sábado 9. Representamos Bacantes, de Eurípides. Es un espectáculo impagable. Ver cómo anochece en A Coruña, cómo sale la luna, la resonancia que tiene aquello... Es algo mágico que va más allá del espectáculo teatral. En un enclave así, poco atrezo puedo poner que mejore el escenario natural. Tengo la impresión de que A Coruña vive un poco de espaldas al castro, y es una pena. Tenemos que darle la atención que merece, situarlo a la altura de la torre de Hércules.

—¿Qué más tienen en cartel?

—Estaremos también en el castillo de San Antón el 17 con Troyanas, que hemos querido retomarla este año por el tema del que trata, de cómo en la guerra nunca hay vencedores, solo vencidos. Un mensaje que se lanzó en Grecia hace 2.500 años y que está más vigente que nunca. Y terminamos el 25 en un lugar muy simbólico, porque vamos a representar en el atrio de la Colegiata, ante la Casa Cornide, La casa de Bernarda Alba, de Lorca. Sobra explicar la fuerza que tiene representar una obra como esta, marcada por el influjo de la Iglesia, en un espacio delimitado por esos dos edificios.

—¿Seleccionan la obra según el enclave en que se representa?

—Intentamos que así sea. Bacantes, por ejemplo, es una obra sobre mujeres que viven en el monte en libertad bajo el influjo de Baco, tenía que representarse en el castro de Elviña. Pero algo más urbano, como El Acero de Madrid, con las damas tomando agua de una fuente que tenía hierro, pues lo llevamos a la fuente de Azcárraga. Troyanas, una obra que habla de la guerra, en un baluarte como San Antón. Y sobre lo de Bernarda Alba no hace falta explicar más, creo.

—Vaya mes de julio ajetreado...

—Pues al acabar el mes tampoco tenemos tiempo para descansar, porque el 23 estamos en el Teatro Romano de Casas de Reina, en Badajoz, en el festival Noches de Regina. Y al salir de allí, nos vamos a Cataluña para hacer una coproducción con la Generalitat y la Diputación de Girona —con la que aprovecharemos para hermanar las dos ciudades—, de El mercader de Venecia. Se estrenará el 28 de agosto en el Teatro Municipal de Girona, pero queremos traerlo luego aquí, claro. Y el 16 de septiembre tenemos cita en el Teatro Romano de Sagunto, en la final del Certamen Nacional de Teatro Clásico, que nos ha vuelto a seleccionar este año en las dos modalidades —tragedia griega y comedia latina— y a ver si traemos de nuevo los premios para A Coruña. Y ya casi metidos en el 2023 pasaremos por Mérida, Bilbao, Gijón...

—Noite Bohemia cumple 15 años. ¿Qué balance hace?

—Desde luego no nos podemos quejar. Nació como un proyecto de teatro escolar en el centro educativo de Zalaeta, pero ha ido creciendo hasta niveles que, en ocasiones, ni yo mismo comprendo. Estamos aportando muchos actores profesionales al panorama gallego y nacional. Sin duda hemos sobrepasado los límites para los que había sido creado.

—Se han convertido en un referente del teatro clásico en toda España.

—Pero que me cuesta imaginar Noite Bohemia fuera de A Coruña. La ciudad nos apoyó siempre, como al Dépor. Anuncio en redes sociales una actuación y en minutos ya lo está replicando la Compañía de Tranvías y todas las empresas e instituciones que puedas imaginar. Y ver cómo hace cola la gente para venir a ver nuestras obras... Eso refuerza las vocaciones. Se nota que es una ciudad que disfruta de su cultura, algo que no pasa en todos lados. Noite Bohemia solo podría haber salido de una ciudad como esta.

«Cuando vamos a otras ciudades me preguntan si soy el que hace teatro en una playa»

La actividad teatral de Javier Fernández Mariño continúa en los últimos días del mes, ya que del 28 al 31 vuelve la Mostra Internacional Area de Teatro para convertir la playa de San Amaro en un escenario.

—¿Qué podremos ver?

—Tenemos un cartel más potente que nunca, con doce compañías que vienen desde distintas partes de Galicia y del resto de España. Podremos ver desde La vida secreta de Tennessee Williams, a cargo de la compañía catalana Teatre Blau, hasta El matrimonio Palavrakis, de Puntido Teatro de Navarra, ganadores de los últimos premios Juan Mayorga. Y, además, tendremos espectáculos infantiles, para que se abra a todo tipo de públicos, así que tendremos montajes a las cinco de la tarde y a las once de la noche. Y todo en ese entorno mágico de la playa de San Amaro.

—Es el quinto año, la propuesta ha funcionado bien.

—Ha tenido una repercusión enorme, y no solo en A Coruña. Muchísimas compañías de toda España quieren venir. Cuando estamos actuando en otras ciudades me preguntan si soy yo el que hace teatro en la playa y qué hay que hacer para participar. Me preguntan incluso si eso es cierto, no se lo creen.

—¿Qué hace que ese marco de San Amaro sea tan especial?

—Diversos factores. La ausencia de oleaje, la posición del graderío, la acústica, porque el sonido rebota de maravilla... Si alguien se propone construir un teatro en un espacio natural tiene que pasar por allí para ver cómo hay que hacerlo. Actuar con el Atlántico a tu espalda, de noche... Es una experiencia única tanto para el público como para los artistas. Tuvimos que aprender sobre la marcha, no hay a quien preguntar cómo se hace teatro sobre arena.