Una madre coruñesa quiere saber antes de morir qué fue de su bebé que hoy tiene 26 años

alberto mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

EDUARDO PEREZ

La mujer lo dejó temporalmente en la casa cuna y cuando pudo hacerse cargo de él ya había sido adoptado

24 jul 2022 . Actualizado a las 22:54 h.

Cuando Alicia Fuentes se va a dormir ya sabe con quien soñará. Con su hijo Sergio y sus "preciosos" ojos azules verdosos, que aunque ahora tiene 26 años no sabe nada de él desde el 2001, cuando su pequeño fue dado en adopción tras un proceso polémico que el propio Tribunal Constitucional anuló tiempo después. Pero como el menor ya llevaba algunos años con la nueva familia, devolverlo a la madre biológica «iría contra el bienestar del menor». Desde entonces, esta coruñesa de 57 años no ha hecho otra cosa que intentar saber de él. No quiere molestar a nadie, pues está convencida de que los padres adoptivos lo cuidaron y mimaron. Lo único que desea es verlo, abrazarlo y decirle que no lo abandonó.

Una ráfaga de fatalidades obligó a Alicia Fuentes a llevar a su hijo a la casa cuna en 1999, cuando el pequeño contaba con tres años. Entonces, era madre soltera, sin trabajo y sin recursos. Allí estuvo el crío hasta febrero del 2002, cuando Familia decidió buscarle un nuevo hogar al entender que «su madre nunca mostró interés hacia él». La aludida lo niega. Jura que en todo ese tiempo hizo lo indecible por ir a verlo casi todos los días. Y cuando a ella le era imposible, la que iba era la abuela del pequeño.

El hijo de Alicia Fuentes llegó en 1999 al Hogar Infantil Emilio Romay para quedarse allí un año. Se cumplió el plazo y la madre acudió a Familia para prorrogar la estancia de su pequeño en la casa cuna debido a que su situación económica todavía era insuficiente para hacerse cargo del niño.

La Xunta le respondió que «debido al desinterés mostrado por la madre, Familia asume la tutela automática del menor», suspendiendo, a su vez, la patria potestad a la progenitora.

Las medidas adoptadas contra la madre continuaron en noviembre de aquel año, cuando Familia acuerda la suspensión de contactos de Alicia con el niño, «con el fin de proporcionarle al menor una alternativa familiar que pueda garantizarle cuidados y atenciones». 

Familia

Alicia Fuentes recurrió la resolución. El juzgado ordenó a Familia que le remitiese el expediente. La Xunta se lo hace llegar un mes después, cuando ya le había encontrado al menor una nueva familia. Primero fue una preadopción. Luego, pasado el período de prueba entre el pequeño y sus padres adoptivos, Familia elevó la propuesta de adopción definitiva.

La Fiscalía de Menores, al enterarse, envió un escrito al Juzgado que decía así: «se interesa que se acuerde la suspensión de la resolución de adopción y, si procede, se entregue el niño a su madre ya que ella manifestó su voluntad de tenerlo y los informes de los técnicos de la propia Administración consideraron que es lo mejor para el menor».

La posición de la Fiscalía de Menores en favor de la madre biológica fue más allá. En otro escrito ponía en entredicho «la buena fe procesal» de la Consellería de Familia, «dado que ha retrasado de forma injustificada la aportación del expediente que se le reclamó y en ese tiempo continuó actuando como si no existiese oposición a la adopción».

El asunto llegó al Tribunal Constitucional, que dos años después obligó a repetir el proceso de adopción debido a que «no se tuvo en cuenta la opinión de la madre, a la que ni se le escuchó». Aquella sentencia anulaba todo el procedimiento de adopción y retrotraía las actuaciones al entender que la demandante quedó en una situación de «indefensión». El tiempo pasaba hasta que finalmente la Justicia determinó que como el niño llevaba años con su nueva familia y estaba perfectamente adaptado sería contraproducente para él que volviese con la madre biológica.

Aquello hundió a Alicia. Desde entonces no hizo otra cosa que trabajar y buscar con desesperación a su bebé. Fue a televisiones. La Voz la entrevistó en su día. Pero nunca lo encontró. «No sé dónde está, no sé si soy abuela, si trabaja o estudia», dice. Ahora ella tiene 57 años y una incapacidad del 70 %. Necesita un andador y su mayor temor es morirse sin verlo. Sin explicarle que ella no lo abandonó. Que lo buscó sin descanso toda la vida.