Errores y aciertos para ser o no ser un choqueiro con pedigrí

Alberto Mahía A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA

PACO RODRÍGUEZ

Gastar dinero en un disfraz o comprar un traje es el mayor pecado. Vestirse con gracia y ser gracioso, indispensable

11 feb 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

No se va de choqueiro. Se es choqueiro o no se es. Y no solo por fuera, sino también por dentro. Es más que una forma de vivir. Es una raza originaria de Monte Alto que a lo largo de la historia fecundó al resto de la ciudad anexionándose pronto pueblos y aldeas limítrofes. De ahí surgió un mestizaje que hizo único en el mundo al entroido coruñés. Único, porque no hay otro disfraz que menos trabajo dé, tire menos del bolsillo y, al mismo tiempo, seduzca como un Versace.

El diccionario de la Real Academia Galega dice que choqueiro es un adjetivo, si bien en Monte Alto difieren, pues entienden que es un nombre propio. La RAG es escueta y ventila su significado con cinco acepciones: «Animal que leva unha choca; que resulta ridículo e estrafalario; pouco refinado, e persoa disfrazada con calquera roupa». Como si al percebe bastase definirlo como un molusco, siendo en realidad una uña fea como el demonio que al comerlo es gloria bendita.

Así que para el coruñés, un choqueiro es esto: Dícese de un hombre o una mujer que para vivir el carnaval no gasta ni en horquillas. Revuelve el armario, busca lo más chillón, lanza la ropa al aire y donde le caiga ahí queda. En definitiva, un sinvergüenza en el mejor de los sentidos. Pero ojo, eso no significa ir de cualquier manera. El choqueiro es el que es capaz de meterse en una lavadora con ropa de color y salir mejor conjuntado que Jon Kortajarena con traje.

Discusiones lingüísticas aparte, otro debate que siempre estuvo ahí se refiere a quién va de choqueiro y quién no. Hay muchos puristas y en esta ciudad eso se discute más que el relleno del roscón. Para responder a esa controversia se le pregunta a algunos de los más populares o reconocidos. A los ultraortodoxos, a los que tienen los papeles con pedigrí, a los que llevan por gala la defensa de la pureza del alma del carnaval coruñés y una placa en la calle San José. 

Humor y descaro

Álvaro Segade, más conocido como Alvarito, es uno de ellos. Dice que un choqueiro, «por encima de cualquier cosa, ha de ser un artista, tener ese desparpajo para llamar la atención de todos, y contagiar de humor y descaro». Dominar la escena, para él, que fue bailarín en el balet Rey de Viana, «es la regla de oro». Luego está lo que uno se ponga. Y ahí no hay duda: «Que la vestimenta no sea comprada, que salga de los armarios y cajones que uno tenga en su casa».

Mercedes Sánchez, Merceditas, que lleva desde niña disfrazándose y ahora tiene 69, asegura que el choqueiro de verdad «solo puede rascarse el bolsillo para comprar algún abalorio». Ella misma, que este año va de bruja adivina, luce anillos con forma de araña que adquirió en una tienda china. Y como Alvarito, destaca la obligatoriedad de «ser graciosa y no tener vergüenza».

Andrés Bello, Sito, dice que ser choqueiro «significa vivir este festejo al más puro estilo de la desfachatez, ataviado con cualquier vestimenta, cuanto más ridícula mejor». Elaborado «artesanalmente y en cuestión de minutos, se lucirá el mayor de los disfraces improvisados, rechamante donde los haya, personal, único e irrepetible». 

Una vez en la calle, el choqueiro debe soltarse la melena. La de pega o la natural. Aunque a veces lo parezca, no es necesario parar en todos los bares para ser choqueiro, si bien algunos suelen perder la estabilidad Torre abajo. Es tiempo de cocido, ya se sabe.

La calle de la Torre es donde se pavonean. Su sambódromo. Y un embudo también el martes de carnaval, pues casi media hora se tarda en cruzar el tramo clave, el que baja desde la biblioteca de Monte Alto a la plaza de España.

Álvaro Segade, esplendoroso a sus 53, se ha disfrazado casi siempre con poca tela. Sus conseguidos y flamantes disfraces suelen componerse de taconazos, tanga rosa, sujetador del mismo color, corona de Miss calle de la Torre, peluca rubia y, fundamental, barriga de embarazada (natural, no de relleno).

El martes de carnaval es su día, pero suelen ampliar calendario. Otro de los mandamientos del buen choqueiro es la soledad. No suelen ir en grupo porque ellos se bastan para llenar un escenario. Cuando un choqueiro sale a la calle el martes de carnaval es como si lo hiciera un cerdo volando. Nadie da crédito a lo que ve. No necesita comparsa. Él se lo guisa y él se lo come. Ahora bien, hay honrosas y brillantes excepciones. María y Pepita, Rosa y Mebel... Amigas y choqueiras de toda la vida.