El dueño del bar Ciudad, en la Ciudad Vieja, lucha por mantener la filosofía de un establecimiento de toda la vida
22 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Es uno de esos locales en los que parece que se detuvo el tiempo. «El negocio tiene 50 años, aunque yo lo cogí poco antes de la pandemia, que ya hay que tener ojo. No lo reformo ni lo decoro de manera moderna para mantener la esencia de lo tradicional. Hasta apostamos por el vino blanco y tinto de cosechero servido en taza. La gente que viene son vecinos-amigos de la zona y estoy muy a gusto con ellos. En mi bar no entra gente que trabaja en Inditex», asegura Benito López Mondelo, de 56 años y propietario del bar Ciudad de la travesía de Zapatería, en la Ciudad Vieja. Se desmarca así de ese gran grupo de hosteleros que suelen destacar que entre su clientela abundan empleados de la multinacional textil. Benito es un hombre humilde. «Soy lo que ves, para lo bueno y para lo malo. Transparente», confiesa. Charlamos en una mesa del fondo del local cercana a la cocina. «Aquí no hay nada de cobertura», me advierte al verme coger el teléfono para mandar un mensaje. Sobre la mesa, una jarra de vino tinto, dos tazas y un par de platos con cubiertos. «Si alguien quiere un Rioja o un Rías Baixas también tengo, pero el cosechero va muy bien con el pincho y no lleva tanto producto químico», asegura. Un personaje este coruñés de la Sagrada Familia ahora instalado en la ciudad al que la vida le ha dado bastantes palos.
Trabajar con problemas
En la mesa de detrás, un grupo de vecinos juegan una partida a la pocha. «Pensé en salir de sota», escucho que dice uno de ellos. Benito se levanta, va a la cocina y vuelve con una tabla de madera sobre la que hay una tortilla de patata de tamaño pequeño y un poco del queso del país. «Tenemos menú del día, raciones, bocadillos, pinchos y una carta variada pero no muy amplia. Hacemos caldo gallego, callos, raxo, y en la época de cocidos pasan por aquí unas 300 personas. Como tenemos bastante espacio, nos reservan para cumpleaños y celebraciones. Hasta 40 comensales están cómodos», explica. De vez en cuando se levanta para preparar cafés a los clientes que se acercan a la barra. «Nunca he comido peor desde que tengo bar. Como de manera desordenada y a horas que ya no debería. Me siento a comer, llega un cliente y me levanto. Me paso aquí doce horas y solo cierro los miércoles. Estos años han sido duros porque lo tuve que compaginar con problemas familiares y con dos hijos», dice. Me los cuenta y entiendo los malos momentos por los que ha tenido que pasar.
El futuro de la Ciudad Vieja
Trabajó en otros sectores hasta que en el 2008 abrió un bar en la ronda de Outeiro y más adelante otro por Riazor. Ahora se le ve feliz en la Ciudad Vieja. «El futuro lo veo prometedor. Es una zona que tiene que despegar, pero no con pubs como cuando éramos jóvenes o con restaurantes. Tienen que abrir bares de tapeo. Se están reformando muchas casas y cada vez hay más vecinos. Creo que hace falta más iluminación. Insisto, creo que va a resurgir, pero yo el bar me niego a reformarlo, que igual no tiene éxito», analiza. Intento imaginar qué diría Alberto Chicote del bar Ciudad. «Protesta por todo y la realidad no es así. Hay cosas que es imposible que sucedan. Es un producto para vender», sentencia Benito, que no descarta programar monólogos, espectáculos de magia o pequeños conciertos. Me señala con el dedo el recipiente y todo lo necesario para preparar una queimada. «Es algo que no se puede perder y si me la encargan, la hago». Son las siete de la tarde y pruebo la tortilla que me acaba de traer. Está sabrosa. Con el vino cosechero no me atrevo, pero sí con el queso, que es de los buenos. «Hay que fijarse en las cartas que van saliendo», dice otro de los que juegan la partida de pocha en la otra mesa. «Aquí el ambiente es así y los precios contenidos, café a 1,30 y cerveza a 2,30. Y la comida no es cara», informa desde este bar donde no asoman los de Inditex.