Aranga para toda la familia pero también con una ruta para expertos

Cristóbal Ramírez ARANGA

ARANGA

El Mandeo va a ser permanente compañía durante un rato, pasa debajo de un moderno y bien integrado puente de madera y llega a una amplia área recreativa

03 may 2021 . Actualizado a las 20:55 h.

El municipio de Aranga, en la retaguardia del golfo Ártabro, es agradecido: en la única placita del pueblo se alza, sobre un pedestal, un busto que recuerda a un profesor que dejó huella, fallecido en 1970. En Aranga demuestran que en ese territorio del Mandeo, que pasa bajo su puente barroco del siglo XVII, rige el viejo refrán castellano de es de bien nacidos ser agradecidos.

El vial que deja ese busto a la izquierda, estrecha y encajonada, invita a descender 300 metros más adelante. Y ahora el Mandeo va a ser permanente compañía durante un rato, pasa debajo de un moderno y bien integrado puente de madera y llega a una amplia área recreativa donde en su día fue construido el molino fluvial de los vecinos de la cercana aldea de Congostro. Es esa, en el siglo XXI, una zona magnífica para los pequeños de la familia, lógicamente sin perderlos de vista porque, aunque el Mandeo apenas tiene profundidad ni las aguas corren con gran fuerza —vaya si lo hacen cuando arrecian las lluvias—, un río es un río.

Si el visitante no puede presumir de una muy buena forma física, ese el es punto más lejano al que debe llegar. Pero si se anima, unos metros más allá, en la curva, un sendero se mete hacia la fraga de As Barbudas. Palabras mayores. Adiós a los eucaliptos, hola a un profundo bosque de ribera excepcional cruzado por el río Cambás. Tal punto define el comienzo de una ruta de senderismo bien señalizada y con dos partes, divididas por el paso de una carretera secundaria. En la propia Casa do Concello la muy cordial responsable de turismo avisa de que la dificultad es alta, tanto por la pendiente en el segundo tramo como por las estrecheces en ambos. En otras palabras, no vale para dar un paseo toda la familia, abuelos y niños incluidos. Incluso hay zonas que pueden estar encharcadas, de manera que las botas de montaña se convierten en algo imprescindible. O sea, abstenerse los que no practiquen de manera asidua el senderismo y que, además, en ese momento estén en plenas facultades. Si ha llovido recientemente, más precauciones habrá que tomar. Y todos son pocas en esos 3,7 kilómetros.

La primera parte resulta muy agradable de recorrer, sin pendientes, con zonas que están encharcadas gran parte del año. Pero cuando se cruza la pista asfaltada, el puente de la Roda Mala, la cosa cambia. ¿Qué a alguien le parece fácil? Pues en el segundo tramo, por donde no es raro encontrar caballos, nace un desvío que anima a ir hasta una fervenza no muy grande pero sobresaliente. Que se atreva, pero nunca solo. Eso sí, haga lo que haga uno, el recorrido es, para decirlo con unas palabras llanas, de fábula.