El toro de Osborne, un símbolo de la España cañí que resiste en Aranga

ARANGA

CESAR QUIAN

En Galicia quedan cinco representantes de una época que algunos consideran ominosa y, otros, reivindicable. Una de estas figuras se encuentra en las proximidades de la carretera de la Costa do Sal

26 oct 2023 . Actualizado a las 17:59 h.

Cuando se cumplían treinta años de Jamón, jamón, Jordi Mollá contó que un día fue a cenar a casa de Bigas Luna y al entrar se dio de bruces con los testículos del toro de Osborne de Peñalba. El cineasta había decidido colocarlos en una pared, en una suerte de homenaje a la película que lanzó al estrellato a la pareja mediática y sentimental más famosa de este país: Penélope Cruz y Javier Bardem. Allende los mares, la dupla de actores es tan conocida como la paella, el Real Madrid y la Macarena. A estos iconos patrios se les suma esa representación de la España cañí que, al contrario que la tortilla, no une precisamente a los españoles.

El toro de Osborne forma parte del imaginario colectivo y, aún resistiendo en infinidad de carreteras de la península, para la mayoría significa una oda a la nostalgia, a esos viajes en coche que acababan en Peñíscola, Benalmádena o Ciudad Real. Asociado a una época que algunos consideran ominosa y otros absolutamente reivindicable, es innegable que lo conseguido por el Grupo Osborne supuso un punto y aparte en la historia de la publicidad

Cinco trocitos de estos iconos kitsch están en Galicia, y de ellos uno permanece en la provincia de A Coruña. Situado en las proximidades de la carretera de la Costa do Sal, en el Concello de Aranga, la densa arboleda impide verlo con nitidez, pero haberlo haylo

Este toro bravo forma parte de la estrategia que la compañía de bebidas espirituosas lanzó en 1956 para promocionar el brandi de Jerez. Con una altura de unos 14 metros (siete en los inicios), durante los siguientes años se fueron colocando más de 200 toros en España que, con el tiempo, fueron sufriendo modificaciones para no distraer a los conductores.

Ocurrió en 1988 cuando una norma impidió situar publicidad en cualquier lugar visible desde carreteras y arcén, lo que afectó directamente a este emblema nacional, provocando el enfado e incluso la ira de los sectores más patrióticos del país, que siempre han vinculado al toro de Osborne con la tradición, las raíces y un folklore que solo siente como suyo una parte del país. De este modo, en 1998 una sentencia del Tribunal Supremo indultó al toro de Osborne, permitiéndole fundirse con el paisaje ibérico.

Los últimos años han sido convulsos para el bóvido más famoso del mundo. Mientras en el 2018 la ciudad japonesa de Matsunoyama comenzó a lucir de forma permanente esta famosa silueta (en solo tres meses recibió la visita de 550.000 personas), en España algunas autonomías le han dicho adiós definitivamente. Ni en la Comunidad Valenciana ni en Cataluña quedan ya toros de Osborne. De hecho, el último que se instaló en esta zona, en la localidad de El Bruc (Barcelona), se levantó en el 2016 y duró en pie tan solo una semana: un grupo de nacionalistas derribó la figura para «limpiar la sagrada montaña de Montserrat de la inmundicia cornuda española que pretendía ensuciarla».