«Intenté venir aquí con mis padres de mil formas, como muchos venezolanos»

Noelia Silvosa
Noelia silvosa A CORUÑA / LA VOZ

A CORUÑA CIUDAD

El padre de Belín es gallego y su madre está nacionalizada, lo que le da derecho a la residencia.
El padre de Belín es gallego y su madre está nacionalizada, lo que le da derecho a la residencia. césar quian

El TSXG acaba de reconocer el derecho de Belín Claret al permiso de residencia tras una odisea de casi dos años

10 may 2016 . Actualizado a las 07:45 h.

Belín ya sabe lo que es el infierno. A sus 47 años, esta venezolana acaba de conseguir tras casi dos años de lucha que el TSXG reconozca su derecho a residir en A Coruña. Pero no ha sido fácil. Para llegar hasta aquí, antes ha tenido que hacer cola para comer y hasta sentir la escalofriante amenaza de una pistola apuntando hacia ella. Afortunadamente, tenía quien la sacase de su país. Su padre, gallego, emigró a Venezuela en los años cincuenta y regresó hace doce años con su mujer, venezolana ya nacionalizada en España. También tiene aquí a una hermana, que un buen día decidió comprarle el billete para poner fin a su calvario.

Corría el año 2014 y hacía ya dos que Belín no visitaba a su familia. No podía retrasarlo más: su madre había pasado por una operación de cáncer de mama en el Chuac y se encontraba en tratamiento en el Oncológico. Tenía que verla. Pero si no le comprasen el billete desde España, ella afirma que no hubiese podido hacerlo. Asegura que el Gobierno venezolano no se lo permitía.

«Comprar el boleto me fue imposible. Todas las líneas aéreas de una u otra forma han ido cerrando los vuelos para salir de Venezuela. Yo intentaba entrar en la página web de Iberia y era imposible. Sin embargo, mi familia aquí, desde España, sí podía entrar en la página. Por eso yo pienso que de una forma u otra, hasta esa parte fue bloqueada. A parte de lo costosos que se pusieron los boletos, que de un día para otro se incrementaron para que solo los pudiese comprar la gente enchufada del Gobierno, o ellos mismos», indica. Su pesadilla fue agravándose a medida que lo hacía la situación económica de su país. La empresa en la que llevaba catorce años trabajando se vino abajo y echó el cierre.

Hizo cola para poder comer

A partir de ese momento, el abismo. «La inflación me fue comiendo», asegura con mirada desgarrada. «Traté de mantenerme durante un tiempo, pero se iba comiendo mis ahorros. Es entonces cuando me veo obligada a recurrir a un servicio que tenía el Instituto Nacional de Nutrición para poder alimentarme. Ya la situación se me hizo muy fuerte. Intenté irme con mis padres de mil maneras, como muchas familias de Venezuela que buscan las opciones de salir del país», narra con un dolor que no desaparecerá tan fácilmente. Pero lo que peor llevaba Belín no era la inflación. «Era la inseguridad. Fui víctima de muchos robos, pero ya el último fue con una pistola». Y no, no se trata de una película de Schwarzenegger.

Comprado el billete, por fin pudo venir a la ciudad en noviembre del 2014. En teoría solo podía alargar su estancia tres meses, pero en vez de irse empezó con el proceso judicial. Aprovechando un vacío legal, permaneció en A Coruña peleando por quedarse hasta que la semana pasada recibió por fin la sentencia del TSXG que llevaba dos años esperando. Teniendo padres españoles y residentes en el país y acreditando que ella no podía mantenerse en Venezuela por sí misma, tenía derecho al permiso de residencia. Eso sí, no se lo reconocieron ni a la primera ni a la segunda. Primero se lo denegaron en Extranjería. «Una funcionaria le dijo que si no venía de Siria o de Sudán no le iban a dar nada, lo cual es inadmisible porque ella optaba a un tipo de residencia para mayores de 21 años a cargo de un familiar que viva aquí. Y, obviamente, no hay una lista de países de los que se pueda venir o no», apunta su abogado, Pablo Pinto. Él junto a Eloy Gayán llevaron su defensa. «Son mis ángeles», repite Belín sin cesar. Luego vino el no de la Abogacía del Estado.

A la desesperanza se sumaba el hecho de que Venezuela no le facilitaba ningún tipo de documentación. «No les convenía que yo demostrase en España que había tenido que pasar por un comedor social. Quieren pintar todo de color de rosa», indica. Hoy reza por poder volver algún día a su país, pero no se atreve. «Sé de casos en los que retiran el pasaporte en el aeropuerto», señala. Ahora solo quiere que otros conozcan su historia para que no renuncien a luchar. Mientras tanto, espera el último papel: la autorización definitiva de Extranjería refrendando la sentencia del TSXG. Será entonces cuando Belín pueda buscar trabajo -es licenciada en Publicidad- y retomar una vida que nunca debió de haberse roto.

El factor humano la lucha de una emigrante