Ana Prieto: «Siempre quise tener una granja escuela y al fin lo he conseguido en Bergondo»

Loreto Silvoso
loreto silvoso A CORUÑA / LA VOZ

ELLAS

MARCOS MÍGUEZ

La bióloga abrió hace cuatro meses una instalación para niños en Lubre

10 dic 2023 . Actualizado a las 17:43 h.

Todo en este lugar parece una fábula hecha realidad. La oveja Castaña y las gallinas Jaja y Jeje dan la bienvenida a la reportera antes incluso de que esta cruce la verja de entrada a La Madriguera de Pichi. La conejita Calabaza olfatea su mochila de manera amistosa, por el momento. Al fondo del jardín, un pequeño invernadero protege los cultivos de brécol, pimiento, berenjena y calabacín, a la espera de más agricultores infantiles. Estamos en San Xoán de Lubre (Bergondo), en el aula de la naturaleza creada por la coruñesa Ana Prieto, que acaba de recibir una mención especial del Emprende. El jurado del premio impulsado por la Asociación de Jóvenes Empresarias y Empresarios de A Coruña (AJE) le otorgó el accésit RSC Vegalsa-Eroski.

—Estoy sentada junto a cuatro calabazas de especies diferentes, hay juguetes por todas partes y del techo cuelgan hojas de árboles. ¿Dónde estamos, Ana?

—Estamos en el aula de la naturaleza La Madriguera de Pichi, la primera de su especie que se crea en A Coruña, porque no hay nada exactamente igual en la zona.

—¿Cuándo se le ocurrió la idea?

—Era un proyecto que tenía guardado en la mesilla desde hace muchos años. Siempre quise tener una granja escuela y al fin lo he conseguido en Bergondo.

—Y con premio incluido.

—Estoy feliz. Este reconocimiento implica que he hecho algo que está empezando a calar. Es como un pequeño germen, una semillita que se ha sembrado y que está germinando. Ahora lo que hace falta es que todos los colegios se animen por fin a venir. Sobre todo, los de ciudad, porque al final son los que no viven esto ni tienen posibilidad de vivirlo.

—¿Por qué es importante el poso de la naturaleza en los niños?

—El actual currículo lectivo en Ciencias no sirve. Salen del colegio y no se acuerdan absolutamente de nada. Llegan a casa y le gritan o le pegan al perro. Que vengan a un aula de la naturaleza les va a generar cierto amor hacia todas las especies que hay aquí. Y les enseñamos la importancia del medio ambiente y de cuidar el planeta en el que estamos.

—¿Qué les enseña?

—A cuidar los bosques, porque son nuestros pulmones y ven cómo cambia la finca o que Castaña tiene que esquilarse dentro de poco porque se le cae el pelo.

MARCOS MÍGUEZ

—¿Cómo salió de la madriguera?

—Soy bióloga y especialista en calidad. Estuve diez años trabajando en el sector de la agroalimentación y haciendo auditorías de medio ambiente, porque también soy especialista en huella de carbono.

—Un currículo completito.

—Tengo alma de divulgadora científica. Enseñar a los niños y aprender de ellos me encanta.

—¿De qué va este proyecto?

—Nos basamos en el método científico. Desde que el niño entra por la puerta, todos los elementos que se va a encontrar son seguros y están pensados para que explore y juegue. Utilizamos material Montessori, para que ellos mismos descubran, y hay un aula sensorial donde se escuchan el mar y los insectos.

—¿Aquí a qué vienen?

—A jugar, a estar con los animales e ir al invernadero, donde plantamos, por ejemplo, especies aromáticas (perejiles y otras) que luego se llevan a casa. Y si no, planta de temporada.

—¿Qué más hacen?

—Hacemos cumpleaños diferentes. Les dan de comer a los animales, los tocan y los comprenden. ¡Porque hoy Calabaza está súper amistosa, pero hay días que no [ríe]! Jaja y Jeje siempre quieren comer, así que con ellas no hay problema. Conocen un poco a Castaña y luego ya entramos en el aula y vamos realizando diferentes talleres: los cespines (cabezas de césped en forma de muñeco), las mesas sensoriales (toquetean y crean) y mucho más.

MARCOS MÍGUEZ

«Le descubrieron unos problemas de neurodesarrollo a mi hijo y me vi forzada a emprender»

A pocos metros de la iglesia de San Xoán de Lubre, la casa de 400 metros cuadrados con jardín e invernadero que ocupa la Madriguera de Pichi fue en su día un bar, el antiguo Cuatro Gatos.

—¿Qué le llevó a emprender?

—Aunque ya quería realizar este proyecto desde hace tiempo, es cierto que me vi un poco forzada a emprender. Le descubrieron unos problemas de neurodesarrollo a mi hijo de 3 años y yo viajaba fuera de Galicia casi todas las semanas. Tuvimos que replantearnos nuestra vida.

—¿Quién debería esconderse en esta madriguera?

—Desde niños con un año de edad hasta los once más o menos, aunque también han venido adolescentes, y muy bien. Está diseñado para que por las mañanas puedan venir los colegios y, por las tardes y los fines de semana, las familias. Siempre previa reserva, claro.

—¿Qué tal la acogida?

—¡Muy buena! Desde que abrimos este verano empezamos a tener sobre todo familias, que han acogido el proyecto con mucha fuerza. Vinieron a las fiestas que hicimos por Samaín. Vendimos todas las entradas y esto estaba lleno de niños.

—¿A qué le llama fiestas?

—Son jornadas temáticas que hacemos cada dos fines de semana. Se trata de pasar un sábado por la tarde muy divertido. Normalmente, anunciamos en nuestro Instagram el plan que tenemos y la gente empieza a apuntarse.

—¿Cuántos caben?

—Estamos en 100 niños de capacidad, así que puede venir perfectamente un curso entero. Vamos a tener personal para atender las cuatro clases juntas. Eso sí, las fiestas temáticas de los fines de semana las estamos haciendo con 30 niños, como máximo.