La vida antes del «Netflix and chill»: así era A Coruña cuando tenía un videoclub en cada esquina

VIVIR A CORUÑA

Jamie Flowlie, propietario de AíndaDVD
Jamie Flowlie, propietario de AíndaDVD EDUARDO PEREZ

En la ciudad resisten un par de negocios de alquiler de películas. Uno de ellos asegura que cada fin de semana recibe la visita de una treintena de clientes

24 dic 2023 . Actualizado a las 10:34 h.

El 5 de febrero del 2003, un titular de La Voz contaba que una mujer debía ir a juicio por retrasarse en la devolución de tres películas en el Blockbuster de A Cubela. El temor a este tipo de despistes, en tiempos donde cada gestión se realizaba de forma presencial, era compartido por dos generaciones  —los babyboomers, que nacieron entre 1946 y 1964; y los X, que llegaron al mundo entre 1965 y 1981—, que han visto cómo en veinte años la digitalización iba tumbando el mundo tal como lo conocían. La visita al videoclub los viernes era una religión que profesaban todo tipo de ciudadanos: los que querían amansar a sus fieras a golpe de Walt Disney, quienes buscaban una excusa para jugar en casa en la segunda cita, y aquellos que se asomaban al pasillo de la perdición para matar noches de angustia y soledad. 

La piratería fue el primer gran escollo al que se enfrentaron unos negocios que, prácticamente, se podían encontrar en cada esquina. Las colas que acumulaban los videoclubes se fueron disipando conforme avanzaba el siglo XXI, al tiempo que Internet se colaba en cada hogar ofreciendo nuevas alternativas de ocio que disfrutar desde el sofá. La llegada de las plataformas en streaming y su cada vez más amplio abanico de series y películas fueron la estocada final, dejándose seducir hasta los más nostálgicos y puristas por Netlifx, HBO y Amazon Prime. Así las cosas, a punto de empezar el 2024 aún resisten un par de videoclubes en A Coruña, y lo hacen más por principios que por llenar sus arcas.

En el número 18 de la calle Francisco Catoira se encuentra Atlántico Vídeo. Este local subió la verja en 1985, y aún a día de hoy está en pie gracias a una clientela fiel que semanalmente acude a conocer las novedades que recibe Marina. Incluso por la mañana hay quien se acerca a darse una vuelta y dejarse asesorar por la responsable, uno de los principales atractivos que encuentran en seguir visitando este tipo de establecimientos. Atlántico cuenta con una cartera importante de cine independiente europeo, sobre todo francés, pero también esos largometrajes españoles que ruedan por festivales y que es imposible encontrar en cines de provincias. La cantidad de películas infantiles que uno tiene a su alcance no es menor y choca con esa última fila en la que conviven títulos que traspasan la barrera de lo sórdido. 

Atlántico Vídeo, está en Francisco Catoira, una perpendicular de la ronda de Outeiro
Atlántico Vídeo, está en Francisco Catoira, una perpendicular de la ronda de Outeiro

Hace diez años los videoclubes ya se podían contar con los dedos de las manos. Fueron cayendo poco a poco Queijo, Siglo XXI o Videoclub Coruña, y también esos dos Blockbuster que, a falta de Starbucks, trajeron aires globalizados de las tierras del tío Sam. Murió de rodillas el videoclub Josman, un clásico de Monte Alto que cerró definitivamente en el 2014 tras 29 años de historia. Contaba en este periódico una de sus propietarias, Julia Sánchez, que en los buenos tiempos de su videoclub había incluso quien llegaba a esperar dos horas para hacerse con el taquillazo del momento. Antes de cambiar los VHS por un sector no menos hostil como es el de la hostelería, los filmes se alquilaban por poco más de 2 euros, una suerte de calderilla que si se compara con lo que cuesta cada mensualidad de Netflix supone un desembolso desorbitado.

Esto es precisamente lo que cuesta el alquiler de una película en AíndaDVD, un videoclub que sigue vivo en Monte Alto y que, según indica su dueño, Jamie Fowlie, cuenta cada fin de semana con una treintena de clientes. «Aún seguimos haciendo socios nuevos; suele ser gente que no quiere tener plataformas y que busca un cine menos comercial, que no encuentra en otros sitios». Para garantizarse la subsistencia, en este local ofrecen un servicio de digitalización de películas y organizan talleres con niños. Con todo, no faltan mucho para que este negocio siga la senda de sus homólogos y eche el cierre. «No creo que lleguemos al año 2025», augura.