Novoa Santos, el médico coruñés que rechazó el voto femenino: «La mujer es histerismo, ¿por qué le hemos de conceder los mismos derechos?»
VIVIR A CORUÑA
El diputado progresista fue un avanzado defendiendo la eutanasia, pero quiso tumbar el sufragio femenino en 1931 argumentando que ellas carecen de «espíritu crítico»
19 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Hay veces en la historia en las que España ha podido sacar pecho en materia de avances sociales. Ahí está La Constitución de Cádiz, que en 1812 hablaba de soberanía nacional y separación de poderes. Y la ley del matrimonio igualitario, que en el 2005 permitió a hombres y mujeres comer perdices con quien quisieran. En otras ocasiones nuestro país no se ha dado tanta prisa, en parte porque conservadores y progresistas unían fuerzas para que el orden establecido siguiera su curso. Así, el sufragio femenino llegó a España casi veinte años después de estar garantizado en Noruega y Dinamarca, y once después de haberse aprobado en Estados Unidos.
Las mujeres se convirtieron en electoras en 1931, con la proclamación de la II República, en el que fue un camino con más espinas que rosas por unos oponentes que llegaron de flancos inesperados. Mujer contra mujer, además de una canción de Mecano, es una práctica vigente incluso en el 2024 por aquellas mandatarias que desde su atalaya niegan la violencia machista; y que durante décadas ha tenido diversas caras. En la Cortes Constituyentes de ese sistema de gobierno que estaba a punto de arrancar, una de las protagonistas fue Victoria Kent.
Compañera de Clara Campoamor —la más firme defensora del sufragio femenino en España— en el Partido Radical, esta abogada quiso negarle el voto a las mujeres al tildar este derecho de «peligroso». En su opinión, esto solo sería una ventaja global si «todas las mujeres fueran obreras, hubieran atravesado un período universitario y estuvieran liberadas en su conciencia».
Kent, nacida en Málaga, forma parte del ramillete de ilustres personalidades que dan nombre al callejero coruñés. Igual que otra voz, también de izquierdas, que se manifestó entonces contra la igualdad entre hombres y mujeres, el médico Roberto Novoa Santos. Este herculino, una eminencia científica que a punto estuvo de obtener el Nobel de Medicina por sus investigaciones en el campo de la diabetes, y cuyo Manual de Patología General cambió la manera de entender a los enfermos, fue un avanzado en cuestiones como la eutanasia, por la que siempre luchó a favor pese a estar en pañales el siglo XX. Pero también fue un misógino en materia de igualdad.
Como recoge el Diario de Sesiones de las Cortes Constituyentes de la República Española, del día 2 de septiembre de 1931, este científico no dudó en declarar que las mujeres no estaban capacitadas para ser electoras porque «sería un salto atrás». «A la mujer no la dominan la reflexión y el espíritu crítico; la mujer se deja llevar siempre de la emoción, de todo aquello que habla a sus sentimientos, pero en poca escala o en una mínima escala de la verdadera reflexión crítica. Por eso yo creo que, en cierto modo, no le faltaba razón a mi amigo Basilio Álvarez al afirmar que se haría del histerismo una ley».
Precisamente, la histeria fue el punto central de su argumentario. «La mujer es eso: histerismo; y por ello es voluble, versátil (...). ¿Por qué hemos de conceder a la mujer los mismos derechos políticos que al hombre? ¿Son acaso organismos iguales? ¿Son organismos igualmente capacitados?». Resultó que para el grueso de los diputados —161 votos a favor, frente a 121 en contra— sí eran organismos igualmente capacitados.