Rafael Amargo vuelve a los escenarios en A Coruña: «Han sido cuatro años de parón, llegué a enviar el currículo a Zara»
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VIVIR A CORUÑA
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El bailaor actúa este viernes en el Pantalán Rest Club junto a Sandra Calderón y Tania Suárez. Es una de sus primeras actuaciones tras su absolución judicial en 2024
14 feb 2025 . Actualizado a las 19:12 h.En octubre de 2024 el Tribunal Superior de Justicia de Madrid absolvió al bailaor Rafael Amargo de un delito contra la salud pública. Ese día se cerró un capítulo que comenzó en 2020. Cuatro años donde el artista asegura que no pudo trabajar y que tuvo que vender todo su patrimonio para subsistir. Todo eso acaba este viernes de San Valentín, el granadino actúa en Pantalán junto a Sandra Calderón, de Olé Studio (Cantábrico, 2), y Tania Suárez, de Danza L'Atelier (Almirante Lángara, 8).
—¿Ha venido a celebrar San Valentín? ¿Es una fecha especial?
—Soy una persona muy amorosa, pienso mucho en los demás y me llega y me afecta el dolor ajeno. La gente hoy en día ya no está comprometida y no le afecta o no le importa el dolor de los demás. Y yo creo que si eso lo pasamos de largo, es algo básico para que luego ocurran grandes destrozos. Soy una persona así, muy comprometida, y quien me conoce lo sabe. Pero para mí cualquier día del año es bueno para querer. No tengo que esperar a que sea 14 de febrero para demostrarlo.
—¿Cómo reacciona el público gallego ante un espectáculo de flamenco?
—Si reacciona el público japonés o el público chino, y China y Japón están mucho más lejos, pues el público gallego reacciona muy bien. Además, sí que es cierto que Galicia es una comunidad que está muy apartada de esa España que representa el cliché, la de los toros o la paella valenciana. Además, yo tengo mucho cariño a Galicia. Estudié aquí de pequeño, en Caldelas de Tui, en Pontevedra, en el colegio de libre enseñanza de O Pelouro.
—¿Ah, sí? ¿Y cómo sucedió?
—Pues fue cuando era un poco más grande. Cuando conocí a la familia Llauder, a Teresa y Juan, dos maestros maravillosos. Juan fue como un padre. Y estuve mucho tiempo aquí estudiando con ellos y luego dando clases de artes escénicas.
—¿Ahí nació su relación con Galicia?
—Sí, fue muy intensa. De hecho, yo he montado dos de mis espectáculos aquí en Galicia. La gente no lo sabe, pero yo he venido aquí con los músicos y me encierro en una nave, en una abadía del siglo XVIII, frente al río Miño. Ahí siento paz, con la que puedo crear. Veo mi hórreo, me encanta estar en la Galicia profunda.
—¿Qué vamos a poder ver esta tarde?
—Es un espectáculo que va directo al corazón. Es una exposición de cante y baile. Voy a bailar junto a Tania y con Sandra Calderón al cante. Y luego hay un saxo, una guitarra y una percusión. Estoy impresionado por el guitarrista, que ya lo conocía. No sabía que iba a ser él, pero ya trabajé con él en Rusia, en un musical que hice, El Zorro, de Isabel Allende. La versión que luego hicieron en la película Antonio Banderas y Catherine Zeta-Jones.
Yo animaría a todo el mundo a que, si aún están a tiempo, vengan y compren su entrada. Porque es un espectáculo muy sentido. Hace cuatro años que no bailo. Entonces estoy un poco con miedo, porque la danza es fondo también, pero el fondo en esta ocasión se puede combinar con las ganas. Cuando tienes muchas ganas, aunque no tengas fondo, tiras para adelante como sea. Pero estoy un poco asustado porque bailar hay que bailar, hay que empezar un baile y terminarlo.
—¿Cómo está siendo la vuelta al trabajo después del proceso judicial?
—Ha sido un año irreparable el que me han hecho pasar para luego salir absuelto de todo. Yo sabía que iba a pasar esto, claro, evidentemente. La gente se permite la licencia de condenarte sin querer. Todo el mundo se aparta porque la gente es así. Y ahora que he ganado, ¿qué pasa? ¿Quién me devuelve todo ese tiempo que he perdido, todos esos patrocinadores que he perdido, todo?
—¿Lo ha pasado mal estos años?
—Han sido cuatro años de parón. Hasta le envié el currículo a Zara para venirme aquí a diseñar ropa o algo. Nunca me contestó. Pero yo me enorgullezco de lo que ha hecho Amancio Ortega. Tenéis un tesoro aquí. Evidentemente a él no llegó nada, pero sí que le envié un currículo con «Rafael Amargo» bien grande en la portada, diciendo que quería trabajar en diseño. No lo voy a ocultar: le pedí trabajo.
—¿Le gustaría trabajar en Inditex?
—Es que han sido cuatro años sin trabajar, y tengo que comer. No me han querido en ningún sitio hasta que no se resolviera el proceso. La gente con procesos judiciales abiertos no trabaja, no come, se muere. Yo he tenido que vender todo mi patrimonio.
—¿Pero le gusta la moda?
—Sí, la verdad. Yo he llegado a tener mi colección de moda, Amor amargo. Desfilamos en la 080. La verdad que me encantaría, sería maravilloso. También estudie un máster en museología, me gusta la gestión cultural, y he trabajado como terapeuta para ayudar a otros con sus adicciones. Son ramas laborales que me plateo si dejo los escenarios.
—¿En qué otros proyectos está?
—Te voy a dar una exclusiva. En estos días publico mi primera novela como escritor. El hijo de la Macorina se titula. Es con la editorial Mil Amores Mediaset. Entonces va a tener buena cobertura porque es un gran holding. Estamos todos muy contentos porque, bueno, la gente no sabía que escribía. Para ser una primera novela, tras leer el manuscrito, lo que dicen los expertos es que está muy bien. Yo me emocioné mucho. Han tenido que corregir poquito o nada.
El prólogo lo ha hecho Antonio Canales. Él escribe muy bien, es un bailaor que escribe muy bien. El libro va con ilustraciones. Es una historia que tiene un tinte LGTBI y un tinte de la Andalucía profunda. Es una historia que transcurre entre Nueva York, La Habana, Cuba y Granada.
—¿De qué se trata?
—Va a dar mucho que hablar. Tiene algo de inspiración en La Macorina de Chavela Vargas. Vamos a dejarlo ahí. Estoy muy emocionado con ese proyecto y con las dos personas que han estado conmigo en todo este tiempo: Rafael Moreira, el dramaturgo, y Luis Libertad, el compositor musical. Además, el libro sale con un audiobook, con música, con una banda sonora. Lo hemos hecho como un proyecto en el que el libro tiene vida para luego hacer la película.
—¿Además, en este período de paréntesis también has hecho un máster en drogodependencia?
—Me animé a hacerlo porque hace mucho tiempo estuve en una clínica de reposo, para personas con problemas de adicción o de estrés, que necesitan desconectar. Me sentó muy bien. Fui muy feliz. Hubo una época en la que vivía muy rápido. Recuerdo que tenía un espectáculo en Italia, otro en México y otro en París. Iba a esas tres ciudades cada semana. Dormía muy poco, dormía en los aviones. En esa época ganaba mucho dinero, pero no lo disfrutaba. Entonces no servía para nada. Solo para facturar. Es una locura. Tuve que bajar el ritmo porque me iba a dar algo. Y ahí fue cuando vi lo bueno que es ir a terapia. Es maravilloso. El terapeuta debe ser alguien que te eduque, te sostenga y además te convenza.
—¿Cómo es la relación ahora con las adicciones?
—En mi caso, hace como ocho años que no consumo. Estoy bien. De esa época no te acuerdas de nada. Es como una laguna, una época en la que tienes el foco encima, brillas, pero también hay mucho trabajo y vas tirando para adelante como puedes.