
Obra del difunto arquitecto japonés Arata Isozaki, este museo se ha convertido en un emblema de la ciudad herculina y un reclamo turístico sin parangón
06 abr 2025 . Actualizado a las 22:33 h.Del 1994 muchos recuerdan el Óscar que se llevó Fernando Trueba por Belle Époque, el caso Roldán y la llegada de Nelson Mandela a la presidencia de Sudáfrica. Pero aquel año supuso también un punto y aparte en la arquitectura española, pues se ponían en marcha algunos de los edificios que marcarían la historia constructiva de nuestro país. El Guggenheim de Bilbao se levantaba para abrir esta ciudad al turismo, y la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia conseguía por fin iniciar su andadura tras meses cargados de polémica por tratarse de una obra «ostentosa y excesiva». Mientras tanto, el arquitecto japonés Arata Isozaki daba forma en A Coruña a un proyecto pionero llamado a seguir la estela de la Casa de las Ciencias. Pero con más ambición.
Pronto el sueño se hizo realidad. El 7 de abril de 1995 abría sus puertas la Domus, entonces conocida como El Domus o Casa del Hombre —nombre que hoy quizás sería revisado para no herir sensibilidades—, convirtiéndose en la primera de esta ola de construcciones vanguardistas que iba a poder disfrutar el público.

La expectación era total. Por aquel entonces la ciudad miraba al exterior desde un recién estrenado paseo marítimo que llegaría a ser el más largo del mundo, y la sola presencia de un técnico japonés dando vueltas por el Matadero se convirtió para los coruñeses en el sumun de lo exótico. El exterior de la Domus cambiaba el paradigma de la arquitectura herculina. Se aprovechó el nacimiento de este museo para dar un aire fresco a la bahía, y de la mano del arquitecto pontevedrés César Portela, Isozaki apostó por una modernísima estructura que simula la vela de un barco y que está recubierta por 6.600 piezas de pizarra. Estos elementos llevan tres años protegidos por una malla para evitar desprendimientos. Cosas de la edad.
La cara exterior del Guggenheim coruñés daba muestra, exactamente, de lo que los visitantes iban a encontrarse en el su interior: experiencias sensoriales desconocidas hasta la fecha destinadas a explorar al ser humano. Hay una generación de herculinos, esos que ahora rondan la treintena, marcados por imágenes tan impactantes como el visionado de un parto real —el vídeo del parto se renovó en el 2022, pero en plena era Youtube ha perdido su magia: salen documentos similares a patadas—, la posibilidad de adentrarse en un corazón, la cocina inclinada o la réplica de la Mona Lisa, realizada con fotos de 10.000 caras; perteneciendo algunos de estos rostros a ciudadanos de Moscú, Caracas, Rotterdam, Singapur, Nairobi o Tanzania.
Ramón Núñez Centella es probablemente la figura que más ha influido en el éxito de la Domus y de los otros dos museos científicos de la ciudad, la Casa de las Ciencias y el Aquarium. El impulsor de esta red, que acaba de ser nombrado hijo predilecto de la ciudad, indicó en aquel momento que «lo más bonito es pensar que esta ciudad será conocida en otros países por algo diferente a un accidente petrolero», en referencia al hundimiento del Mar Egeo, que dos años antes había puesto A Coruña en el foco informativo de medio mundo. Efectivamente, la Domus se ha convertido en visita imprescindible de escolares y turistas, que siguen fascinándose con los misterios que alberga el ser humano.