La locura gastronómica pega un frenazo en A Coruña: «Entre semana siempre hay mesas libres»

VIVIR A CORUÑA

Elena Vázquez

Conseguir una reserva, incluso con meses de antelación, parecía una misión imposible en algunos restaurantes de la ciudad. La lucha contra los «no shows» ha reordenado la situación

11 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

No es que la fiebre por disfrutar de una cena en un restaurante de altura en A Coruña se haya convertido en febrícula. Pero tras consultar a propietarios de los locales más demandados de la ciudad, queda clara una cosa: el habitual «todo completo» que escuchaban los clientes cuando llamaban para reservar mesa ha pasado, en buena medida, a mejor vida.

La hostelería sigue funcionando a pleno rendimiento, es cierto, pero los comensales se han convertido en el perro de Pavlov debido a un giro que han tomado los grandes cocineros locales casi por consenso. Hasta hace no demasiado, los establecimientos de moda permitían hacer reservas sin que el comensal tuviera que comprometerse. Esto provocaba un colapso en el sistema porque, sobre todo a raíz de la pandemia,  grupos de amigos y familiares cogían mesa en varios locales y dejaban la decisión de dónde comer para el último momento; o no se presentaban en el restaurante si el tiempo no animaba a salir de casa. 

Los conocidos como no shows empezaron a ser tan frecuentes que, durante la Semana Santa del 2023, el restaurante Árbore da Veira —único estrella Michelin de la urbe— denunció una práctica que no era sostenible mantener durante más tiempo: «El viernes, de 50 personas, la mitad nos cancelaron a última hora». Se plantaron, y adelantaron que empezarían a tomar medidas. Dicho y hecho. Y no fueron los únicos.

 

De un tiempo a esta parte, muchos locales han optado por un sistema que lleva años implantado en grandes capitales. Se trata de solicitar la tarjeta al cliente cuando realiza la reserva, para cobrarle una cuantía en caso de que no aparezca por el restaurante. Esto ha llevado a sitios como NaDo, Miga o también Árbore da Veira a tener un volumen menor de reservas, pero más controladas. 

«En Árbore tenemos todo lleno hasta septiembre, pero los fines de semana. Por la semana la situación está más comedida, pero nos está viniendo genial la cúpula que ha montado Inditex en el Monte de San Pedro, que nos asegura mucha gente. En la taberna [5 mares]» la gente reserva con poca antelación, sobre todo desde que hacemos el bloqueo de la tarjeta; hay menos cancelaciones y casi no tenemos que cobrar ningún no show», explica Iria Espinosa, copropietaria junto a Luis Veira de estos dos locales. 

Iván Domínguez, que regenta NaDo en la Marina, también cuenta que en su local «van con calma». «Las reservas se hacen casi al día. Antes podíamos tener fines de semana completos con antelación, y ahora no es tan habitual. Como pedimos tarjeta, mucha gente empieza la gestión y no la termina al ver que pedimos este trámite. Para mí es mejor, porque al menos la gente que acaba la reserva sabes que quiere comer en tu casa». Comparte esta sensación Nataly Rodríguez, de 55 Pasos. «Desde que pedimos la tarjeta y tenemos política de cancelación, nuestras reservas no sufren grandes alteraciones porque la gente no se la quiere jugar. Pero nosotros preferimos así, porque al final siempre llenamos pero de verdad. Antes podíamos tener el restaurante completo y sin más no te aparecían la mitad de las mesas».

En Miga, situado en la cada vez más demandada plaza de España, «la temporada empezó despacio, pero ha cogido buen ritmo. Aunque hay muchas mesas completas, sobre todo los fines de semana, entre semana aún pueden encontrarse huecos». Habla Adrián Felípez, dueño de este local, que apunta que aunque «los clientes son cada vez más respetuosos y educados», sigue existiendo gente «ruin e irrespetuosa que tiene una tarjeta solo para hacer reservas, y la bloquean si no asisten al restaurante para que no se le cargue nuestra garantía». Lo habitual, por lo que cuentan en estos locales, es que en caso de producirse un no show, se le cobre a quien hizo la reserva entre 20 y 50 euros por comensal.

Moncho Méndez, del restaurante Millo, también se ha apuntado a esta forma de trabajar, que le está resultando totalmente efectiva. «Llevaba dos años sufriendo mucho con las reservas. Me he llegado a despertar un sábado pensando que el restaurante estaría lleno y luego acababa casi vacío porque las mesas de la gente que no se presenta son difíciles de recuperar». En su caso, deja un margen de seis horas para que los clientes cancelen, sino se les cobrarán 20 euros de penalización.

El dueño de un conocido local de A Coruña, que prefiere no identificarse, va un paso más allá: «El movimiento de reserva-cancelación lamentablemente sigue siendo constante. De hecho, la situación no está boyante para nadie. Da la sensación de que no es así porque es difícil que encontrar mesa para dos, pero para grupos es raro no conseguir un hueco en un restaurante, sobre todo entre semana».