La serie taiwanesa de Netflix que combate la demencia con imágenes antiguas de María Pita

L. G. V. A CORUÑA

VIVIR A CORUÑA

En la imagen superior de la derecha, el Ayuntamiento en 1972
En la imagen superior de la derecha, el Ayuntamiento en 1972

En uno de los capítulos de «Olvidarte, nunca», la protagonista trata de devolverle los recuerdos a su padre mostrándole fotos de cuando era joven; entre ellas, una de la principal plaza de A Coruña muy diferente a como está ahora

23 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Cheng Kuang-chi visitó A Coruña en 1972, la plaza de María Pita era bien distinta al espacio por el que pasen en la actualidad vecinos y turistas. Para empezar, hace medio siglo no era ni mucho menos habitual que un taiwanés viajara hasta A Coruña, y para seguir, porque lo que este personaje de la serie Olvidarte, nunca vio en el escenario más emblemático de la ciudad herculina —coches aparcados, árboles y si tuvo suerte hasta un mercadillo— es una postal ahora distópica.

Netflix estrenaba el pasado mayo una serie ubicada a miles de kilómetros de esta urbe, pero que muestra una parte importante de la historia local en menos de un minuto. En el octavo capítulo de esta dramedia al estilo Mrs. Maisel, Cheng Le-le, la protagonista, trata de devolverle los recuerdos de juventud a su padre con demencia, usando como recurso un álbum de fotos antiguo. Entre las imágenes que le muestra aparece una de María Pita y una fecha: 1972. La hija se detiene en esta fotografía y le indica al padre: «Esta la hiciste en España, me trajiste un oso de peluche que aún tengo».

Es posible que el grueso de espectadores de esta ficción desconozcan dónde se tomó esta imagen. Y que incluso los más jóvenes, por muy CTV que se crean, pasen por alto la anécdota por el color sepia de la foto y por los elementos que rodean el Palacio Municipal, obra del arquitecto Pedro Mariño e inaugurado en 1927 por el rey Alfonso XIII.

ALBERTO MARTI VILLARDEFRANCOS

En aquel 1972, la humanización era un concepto tan desconocido como accesorio. Igual que la huella de carbono. Poseer un automóvil era sinónimo inequívoco de estatus, y con el número de vehículos ganando cada vez más terreno en la ciudad, hacía un decenio que los coruñeses disponían de un espacio habilitado para aparcar, tanto en línea como en batería, en María Pita. Solo algunos podrán recordarlo, pues la situación terminó el 6 de mayo de 1987. Ese día, el entonces alcalde socialista Francisco Vázquez inauguró el aparcamiento subterráneo (el primero de los ocho proyectados durante aquel mandato municipal).

Antes de que un sinfín de locales de hostelería asediaran el contorno de esta plaza, conjuntos de árboles permitían que los transeúntes se cobijaran cuando el calor se volvía insoportable. No solo esto. En la época en la que Cheng Kuang-chi recaló en A Coruña se mantenía perenne una tradición que muchos desconocen: la del rastrillo del domingo. Desde mediados del siglo XX, bajo los soportales de la plaza se congregaban aficionados filatélicos y numismáticos para vender, cambiar o comprar todo tipo de piezas. Aunque el mercadillo no tuvo autorización municipal hasta 1977, el plan era desde tiempo atrás un indispensable de no pocos coruñeses, que se paseaban hasta María Pita para encontrar gangas entre máquinas de escribir, de coser, linternas, afeitadoras, discos o libros de ocasión. 

El Ayuntamiento tumbó definitivamente el rastrillo en septiembre de 1989, precisamente, porque los hosteleros comenzaban a reclamar un lugar para sus terrazas y porque los vecinos comenzaron a dar muestras de hartazgo por la suciedad que se acumulaba tras cada evento dominical.