El escritor y ex ministro de Cultura regresó ayer, como cada verano, a las viejas tierras del Eume, en una emotiva jornada iluminada por la memoria de Ramiro Fonte
05 jul 2009 . Actualizado a las 02:44 h.Tampoco fue el de ayer un día fácil para César Antonio Molina, que a pesar de todo intentó mantener la sonrisa siempre. Al escritor y ex ministro de Cultura, que como cada verano, para reencontrarse con uno de sus más preciados territorios literarios, regresó al Eume, se le hizo muy duro volver a tener ante sí el río y la fraga que inspiraron el más ambicioso de sus libros de versos. Molina, aunque tratase de ocultarlo, se conmovió profundamente, porque ya no estaba allí quien durante toda una vida fue para él un muy entrañable amigo: Ramiro Fonte, el autor de Os meus ollos , que falleció el pasado otoño dejando un inmenso vacío tanto en el mundo de las letras como entre quienes lo conocieron en persona o lo leyeron. «Teníamos que volver aquí, al Eume, reunirnos de nuevo. Habría sido un error dejar de hacerlo», decía el ex ministro, poco antes de iniciarse la comida que, un año más, compartió con sus amigos más cercanos. Allí donde el río que atraviesa los bosques de Caaveiro se une al Atlántico en una costa mágica que cada noche iluminan los haces de luz de la torre de Hércules. En homenaje a la memoria de Ramiro Fonte, Molina recitaba, casi en un susurro, sus propios versos: «O silencio é un mar. / A palabra é un río. / A auga do Eume flúe en todos / os ríos ao mesmo tempo...». Acompañado, entre otros, por Antón Patiño, por Arturo Franco Taboada, por César Wonenburger, por José María Paz Gago, por Pedro Blanco, por la viuda de Fonte, Elsa (que agradeció, profundamente emocionada también, «o cariño e o recordo de todos»), y por su propia esposa, Mercedes Monmany, el ex ministro, mirando al Eume, recordaba a los condes de Lemos y de Andrade, que fueron virreyes de Nápoles en algún momento. Y comentaba, ilusionado, que José Vicente Quirante, presente también en el encuentro, va a dedicar un libro a «la huella española» en la vieja ciudad italiana. Quirante, además, prepara «los estatutos de la Orden del Eume»; otra forma más de sonreírles a los recuerdos.