La Real Academia Española (RAE) ha creado una unidad para canalizar las críticas y propuestas relacionadas con el Diccionario, que serán estudiadas de inmediato e incorporadas a la edición digital, si se consideran adecuadas. Pero que nadie exija corrección política, porque no la habrá «en absoluto».
«El Diccionario no puede ser políticamente correcto porque la lengua sirve para amar, pero también para insultar. No podemos suprimir las palabras que usamos cuando nos enfadamos o cuando somos injustos, arbitrarios o canallas», explica el secretario de la RAE, el catedrático de la Universidade de Santiago Darío Villanueva.
La autoridad del hablante
Esa unidad, cuya dirección de correo electrónico es unidrae@rae.es, es interactiva y tendrá un lugar específico en el nuevo portal que abrirá en los próximos meses la Academia.
«Cualquier hablante es una autoridad para nosotros, en el sentido de que puede apreciar que en el DRAE faltan cosas o sobran otras», añade el secretario, que pone como ejemplo «las críticas enviadas por una colombiana que vive en Australia sobre la palabra champú, definida como loción, cuando realmente es un jabón». La definición de champú se modificará en la 23.ª edición del Diccionario, que se publicará en otoño del 2014, como broche final de la celebración del tricentenario de la Real Academia Española.
Acepciones de «gallego»
La RAE recibe con frecuencia quejas sobre algunas definiciones que los hablantes consideran inadecuadas. Así ha sucedido recientemente con el término rural que, en su segunda acepción, se define como «inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas». También ha habido problemas en Galicia porque el término gallego en algunos países de América equivale a tonto, y así se recogía en el Diccionario, aunque en la próxima edición ya no figurará esa acepción. Villanueva asegura, sin embargo, que él no se siente ofendido, «porque hay que contextualizar las cosas».