La UE prohíbe dos sustancias presentes en esmaltes y geles semipermanentes para uñas: ¿son seguros los productos cosméticos?
VIDA SALUDABLE

Algunos contienen ingredientes que pueden considerarse disruptores endocrinos, varios expertos los analizan
02 sep 2025 . Actualizado a las 14:28 h.Este lunes entró en vigor la prohibición de la Comisión Europea para dos sustancias tóxicas que se encuentran en esmaltes y geles semipermanentes para las uñas. Son el óxido de difenilfosfina (TPO, por sus siglas en inglés) y del dimetil-p-toluidina (DMTA). Pasan a considerarse «carcinógenas, mutágenas o tóxicas para la reproducción (CMR)». Nicolás Olea, catedrático de la Universidad de Granada y coordinador del grupo Endocrinología y Medioambiente (Gemaseen) de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), considera que llega tarde. «En el año 2009 publicaron una lista de 789 compuestos que se encontraban en cosméticos y productos de cuidado personal. Además, la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA) decidió que iban a revisar otros 35 más y poco a poco los van prohibiendo; pero el proceso, es lento».
Tanto el TPO como el DMTA son disruptores endocrinos y la exposición a estos tiene consecuencias en la salud de los trabajadores que los manipulan a diario, pero también para las mujeres que recurren a este tipo de productos para hacerle la manicura. «Hay una graduación en la exposición. Quien más se va a exponer es el profesional que está manejando estos productos durante ocho horas al día, todos los días de semana, en un espacio cerrado y muchas veces, con poca protección. Pero también afecta al usuario o usuaria que recurre a este servicio con frecuencia», explica el experto.
Más concretamente, el TPO es un «fotoiniciador» y el DMTA, un estabilizante que ya no podrán comercializarse ni utilizarse en centros de estética. «Es decir, son productos que ayudan a la polimerización de la uña sintética. Colocan una luz ultravioleta una vez que se ha aplicado el producto en las uñas y ese polímero plástico polimeriza. Uno inicia el proceso y el otro es un estabilizante», detalla.
Olea remarca que la lista es larga y que durante los próximos meses la UE confirmará más prohibiciones de varias sustancias consideradas disruptores endocrinos. Pero ¿qué son exactamente y cómo nos afectan?
Qué son los disruptores endocrinos
Las hormonas se definen, a menudo, como los mensajeros biológicos que recorren el cuerpo y que dicen a cada célula y órgano qué deben hacer. En una persona sana y sin patologías, un funcionamiento correcto de las hormonas guarda mucha relación con un estilo de vida saludable. Una dieta equilibrada, la práctica de ejercicio físico, una buena gestión del estrés y el descanso suficiente son motivos de peso para cuidarlas o conseguir todo lo contrario. En los últimos años, se ha sumado una nueva pieza a este mapa: los disruptores endocrinos. «Son compuestos químicos que una vez dentro del organismo afectan al equilibrio hormonal, modificando los niveles y su acción», responde Olea.
Tienen dos mecanismos de acción; pueden actuar como agonistas, «imitando a las hormonas», o como antagonistas, «oponiéndose a ellas», precisa el experto de la SEEN. Y lo peor es que están presentes en el día a día de una forma prácticamente inabarcable. «No hay más de cincuenta hormonas identificadas en el ser humano, pero existen más de 150.000 compuestos de síntesis en el mercado de los cuales al menos 2000 son identificados como disruptores endocrinos», expone Olea, que es uno de los mayores expertos en el tema.
Eso sí, se sospecha que en estas cifras no están todos, «ya que solo han sido estudiados sus potenciales efectos adversos en una ínfima proporción», apunta Jesús del Mazo, doctor en Ciencias Biológicas e Investigador Científico en el Centro de Investigaciones Biológicas del CSIC, que ha estudiado el efecto de estas sustancias en la fertilidad.
Precisamente, y aunque los disruptores endocrinos todavía sean objeto de estudio, se ha visto que en humanos pueden reducir la fertilidad, la calidad del esperma, y provocar cambios en el desarrollo neurológico. Además, en fauna salvaje, se han detectado alteraciones del crecimiento o una disminución del éxito reproductivo.
Tal es su presencia, que se ha comprobado que muchos productos de cuidado personal y cosméticos pueden contenerlos en su formulación. «Esto atañe a múltiples usos, desde el colutorio bucal y la pasta de dientes al gel de ducha, pasando por la crema de protección solar o las uñas sintéticas», indica Olea. Por ello, la Unión Europea ha mostrado un interés en sacar de los productos estos químicos.
Sin embargo, el responsable de grupo de la SEEN lamenta la demora en esta tarea: «En algunas ocasiones el empleo de los disruptores endocrinos ya está prohibido o restringido por ser claramente tóxicos para las personas o el medioambiente como es el caso de las ciclodimeticonas, 4-Metilbencilideno alcanfor, parabenos (bencil-, fenil-, pentil-, isopropil- e isobutilparabeno) y algunos ftalatos (dibutilftalato). En otros casos su regulación es inminente (caso del homosalato, triclosán, resorcinol, octocrileno y benzofenona-3) pero la legislación tarda en ser aplicada», explica.
Tanto Olea como Del Mazo, que no comparten laboratorio, se muestran preocupados por los efectos potenciales de los disruptores endocrinos. Sobre todo, porque se sospecha que pueda haber un efecto cóctel —que la suma de uno y otro multiplique sus consecuencias— y que además tengan una enorme capacidad acumulativa. El endocrinólogo lo explica con un ejemplo. Si una mujer española utiliza, a diario, unos catorce productos de cosmética, y cada uno tiene unos 35 ingredientes, se expone a una dosificación que supera las 350 sustancias. «Aunque la cantidad de cada uno de ellos sea baja, lo cierto es que no es descartable un efecto sumatorio, sinérgico, o incluso antagónico, que rara vez es tenido en consideración cuando se hacen las estimaciones del riesgo», alerta el miembro de la SEEN.
A su vez, el investigador del CSIC llama la atención sobre un fenómeno que puede darse también con estos tóxicos: el efecto a baja dosis. «Con los disruptores, a veces, menos es más, y su acción puede ser mayor en niveles de exposición bajos que en niveles de exposición altos», comenta. Esto depende de la toxicocinética de cada producto, de cómo se absorbe y metaboliza.
Además, pese a que los cosméticos se pongan sobre la piel, se sabe que algunos de estos disruptores son capaces de incorporarse al torrente circulatorio. «Está demostrado clínica y experimentalmente que muchos de los componentes que se aplican sobre piel y mucosas pueden encontrarse en orina de las personas expuestas, indicación clara de su absorción, metabolismo y eliminación urinaria», detalla el catedrático. Después de la vía digestiva y respiratoria, la vía dérmica «es la tercera manera más importante de exposición», dice tajante el miembro de la SEEN.
En la salud
En un primer momento, la disrupción endocrina se asoció con la actividad de las hormonas sexuales femeninas y masculinas, sin embargo, con el continuo estudio se vaticinó que podrían provocar problemas en otros órganos y sistemas.
Una de ellas, en la tiroides. «Llama la atención la actividad antitiroidea del mencionado triclosán, componente de productos de higiene bucal y jabones antisépticos que la UE quiere sacar del mercado en breve», indica Olea. Otras sustancias, «como los ftalatos, el ácido kójico, los filtros solares oxibenzona, avobenzone y octinoxato y el bisfenol-A presente en los envases de policarbonato y en las resinas epoxi» también se asocian con problemas en esta pequeña glándula.
Los disruptores endocrinos se consideran contaminantes reprotóxicos. La calidad y concentración de los espermatozoides se redujo a la mitad en los últimos 50 años. Al analizar este efecto potencial, el laboratorio de Del Mazo detectó que, a nivel molecular, los disruptores alteran la expresión de más de 2.000 genes testiculares, claves en la formación de gametos funcionales.
¿De qué manera? Interaccionan con los receptores propios de las hormonas, «que son los que desencadenan una vía para permitir el desarrollo normal y funcional de, por ejemplo, la espermatogénesis, la formación de espermatozoides, o de la foliculogénesis, la formación de folículos, y finalmente de ovocitos y de óvulo», responde Del Mazo.
Si bien la investigación se ha centrado más en el semen, también hay datos de qué sucede en el caso femenino, que según el experto es más complejo de estudiar. «Puede estar afectado el número de folículos, lo que se llama reserva folicular femenina, que es la cantidad de folículos que tiene una mujer adulta en cada ciclo menstrual, con la capacidad de ser fecundados», apunta.
Se suma que el efecto de algunas de estas sustancias puede pasarse de padres a hijos. Es decir, que aunque una persona no se haya expuesto directamente a ellos, puede manifestar alteraciones transmitidas epigenéticamente a través de células germinales parentales que sí estuvieron expuestas. Es más, el período embrionario —destaca el investigador— es de enorme vulnerabilidad, como también lo es la etapa prepuberal.
Especial atención a embarazadas, niños y adolescentes
Al igual que ocurre con las infecciones, en la relación de los disruptores endocrinos con la salud también hay grupos vulnerables. Los expertos hablan de menores, mujeres embarazadas y, en general, las mujeres, pues presentan una mayor vulnerabilidad a estos compuestos que los hombres. «Ya sea por razones fisiológicas, como la ciclicidad hormonal, la menarquia y climaterio, o cuestiones sociales», destaca Olea.
De hecho, el experto destaca que la peor parte se la llevan ellas, tanto como individuo como por el papel que tienen en la gestación y crianza. «La madre se convierte, sin saberlo, en la mayor fuente de exposición del recién nacido, situación especialmente crítica cuando hablamos de compuestos persistentes de difícil eliminación corporal, como son aquellos disruptores endocrinos con apetencia por el tejido adiposo y la grasa, que se movilizan durante embarazo y lactancia y alcanzan al bebé», apunta el especialista.
Preocupa especialmente el uso de cosmética en personas cada vez más jóvenes, pues una de las medidas propuestas por Nicolás Olea para reducir la exposición es la limitación en la edad de uso de los PCP y evitar los ingredientes bajo sospecha. Para ello, recomienda el uso de aplicaciones gratuitas como INCI-Beauty o Yuka.
Los cosméticos uno a uno
Ahora bien, el uso de desodorantes, fragancias, tintes o esmaltes no solo preocupa por su efecto potencial en las hormonas, sino también por la aparición de dermatitis de contacto irritativa o alérgica a ciertos ingredientes que contienen. «Con el uso cada vez más temprano de cosméticos prescindibles, estamos viendo un incremento de sensibilizaciones en las poblaciones más jóvenes. La mayoría de casos corresponden a reacciones irritativas (en un 80 % aproximadamente), mientras que en el 20 % restante suelen tratarse de dermatitis de contacto alérgicas», expone la doctora Sara Gómez, dermatóloga del Grupo Español de Dermatología Estética y Terapéutica (Gedet) de la AEDV de Barcelona y de la Clínica Corium. Para este diagnóstico, son necesarias pruebas epicutáneas por parte del dermatólogo o alergólogo.
En concreto, la experta destaca que los esmaltados semipermanentes tienen un riesgo no despreciable de sensibilización alérgica al producto líquido o en monómero, es decir, antes de pasar por la lámpara LED y solidificarse. «Por este motivo, los dermatólogos desaconsejamos su uso en forma de kits domiciliarios y en caso de realizarlas, recomendamos que sea en centros autorizados. La sensibilización a algunos de estos acrilatos puede generar relación cruzada con estas sustancias, que podemos encontrar por ejemplo en algunos dispositivos médicos», comenta.
De igual forma, y pese a que el uso de fragancias esté muy extendido, su empleo en niños y embarazadas está desaconsejado. ¿La razón? Que pueden contener ftalatos, «moléculas que no aparecen en el INCI —abreviatura de Nomenclatura Internacional de Ingredientes Cosméticos— y se han reportado evidencias de disrupción endocrina para estas sustancias», precisa la especialista, que también pone el foco en el aceite del árbol del té y de lavanda: «Sabemos que tienen la capacidad de alterar el funcionamiento de nuestras hormonas por lo que debemos evitarlas en edades vulnerables de la vida como embarazo y lactancia, y al contrario de lo que suele pensarse, no son inocuas», indica.
En cuanto a los desodorantes, «que simplemente contienen altas concentraciones de fragancias para enmascarar olores», o antitranspirantes, «que son la mayoría, y que contienen aluminio para evitar la transpiración, además de fragancias» pueden provocar dermatitis de contacto. Por el contrario, no se ha podido relacionar el uso de aluminios con cáncer de mama.
Si son legales, ¿son seguros?
Queda entonces por discernir si el empleo de estos productos cosméticos está libre de riesgos o no. La miembro de la Gedet recuerda que, en adultos sanos y sin alteraciones en la barrera, «se considera que el uso de cosméticos no debe implicar ningún problema». Caso diferente es el de los grupos de población vulnerables. La especialista lamenta la corriente anticientífica que observa con frecuencia en la actualidad, «la cual demoniza muchos ingredientes cosméticos, y que se basan en estudios aislados o en la mala interpretación de algunos de ellos».
Es más, insiste en que, en Europa, la cosmética es segura y que la regulación europea se considera la más estricta del mundo. «Las sustancias con evidencia de presentar algún efecto nocivo sobre nuestra salud implica una limitación o prohibición en el uso de ese ingrediente. Además, la industria tiene la capacidad de adaptarse rápidamente a los cambios», añade.
Es más, para ella, un claro ejemplo es el de los parabenos, que son de los ingredientes cosméticos más estudiados y, a la vez, demonizados: «Aunque las dosis autorizadas actualmente están reguladas de forma muy estricta y se han prohibido aquellos que tienen un potencial efecto disruptor a las dosis habituales», indica. Precisamente, la Comisión Europea actúa en base al principio de precaución, un enfoque de gestión de riesgos que se aplica cuando existe, tal siquiera, una amenaza.
El catedrático Nicolás Olea, que reconoce los esfuerzos y la labor de la comunidad europea en materia de regulación de estas sustancias perjudiciales, se muestra más crítico. «Recuerde siempre que legal no es sinónimo de seguro. Siempre vamos a oír eso de: “Si fuese malo cómo va a estar en la formulación”. La legislación y las restricciones van muy por detrás del avance de la ciencia», comenta.
Por su parte, el investigador Jesús del Mazo, que ha colaborado con la EFSA, explica que a la hora de establecer pautas de uso, tratan de ver cuáles son los límites tolerables. «Esto supone muchos estudios a todos los niveles para ver, exactamente, hasta dónde es tolerable la concentración de un determinado compuesto y la relación de esa dosis y respuesta», detalla. En cualquier caso, toda esta evidencia pone de manifiesto que sigue siendo necesario profundizar en las posibles consecuencias de los cosméticos sobre la piel.