Sherlock, más vivo que nunca

Xesús Fraga
xesús fraga REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Series, filmes y todo tipo de libros mantienen la popularidad del detective

03 ene 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

En 1893, el escritor Arthur Conan Doyle, cansado de su personaje más célebre, resolvió desembarazarse de Sherlock Holmes precipitándolo en un mortal abrazo con su archienemigo el profesor Moriarty por las cataratas suizas de Reichenbach. Fue una decisión que habría de lamentar: diez años después se vio obligado a resucitar al detective con el relato La casa vacía, cediendo así a una presión de sus lectores -la propia madre del autor fue de lo más insistente- que confirmó una popularidad que ha acompañado a Holmes hasta hoy mismo.

Lo demuestran los casi diez millones de espectadores que el miércoles sintonizaron la BBC -los españoles tendrán que esperar al día 7 para verlo en TNT- para tratar de averiguar cómo el detective había logrado burlar lo que en el final de la temporada anterior parecía una muerte segura. Siguiendo con su exitosa recreación de las tramas clásicas de Conan Doyle en un contexto actual, los productores de Sherlock iniciaron la nueva entrega con una actualización de La casa vacía, aunque, después de meses una especulación tan global como la fama del protagonista -fue una de las cuestiones que le plantearon al primer ministro británico, David Cameron, durante su reciente visita a China-, la explicación ha dejado insatisfechos a no pocos seguidores.

Elementos originales

La expectación generada por Sherlock no solo ha propulsado las carreras de sus principales actores, Benedict Cumberbatch y Martin Freeman, sino que también demuestra que las referencias inteligentes a los elementos originales de las historias de Conan Doyle tienen su recompensa, más allá del éxito también cosechado por productos de puro entretenimiento como las películas con Robert Downey Jr. en la piel del detective.

Los guionistas de la serie, responsables también del renovado auge del clásico de la ciencia ficción Doctor Who, han explotado las múltiples aristas que hacen de Holmes un personaje tan fascinante: la frialdad de su personalidad, una sexualidad ambigua, una cara oscura que se revela en adicciones y aficiones melómanas, además de sus innegables habilidades detectivescas.

Son estas últimas las que centran dos volúmenes de reciente publicación. En La ciencia de Sherlock Holmes (Crítica), el químico James F. O?Brien analiza los conocimientos que el investigador tenía en la materia, y que Watson había calificado, en sus primeros días de convivencia, de «exactos, pero no sistemáticos». Como otras monografías anteriores, O?Brien abunda en las pioneras técnicas forenses de las que podía presumir Holmes, por lo que puede leerse igualmente como una historia de la primera evolución de la disciplina.

Por su parte, Maria Konnikova se plantea en ¿Cómo pensar como Sherlock Holmes? (Paidós) algo con lo que muchos lectores habrán soñado: trasladar a la vida real el método de observación y deducción que depara tantas satisfacciones al detective como pasmos a su fiel amigo doctor. A medio camino entre la admiración por el personaje, la psicología de divulgación y la autoayuda, el volumen expone las utilidades de disponer de una amplia base de conocimientos, un sano escepticismo como actitud vital y cómo plantear hipótesis hábilmente.

El elemento más aventurero preside la serie Sherlock, Lupin y yo, donde ese «yo» narrador no es ni más ni menos que Irene Adler, personaje holmesiano tras el que se esconde la veterana escritora norteamericana Carole Nelson Douglas. A las recientes El trío de la Dama Negra y Último acto en el Teatro de la Ópera, Destino acaba de añadir El misterio de la rosa escarlata. La narración, dirigida a un público juvenil, está ambientada en Londres y arranca con la posible conexión entre un extraño anuncio en clave en The Times y un asesinato.

Paso al dominio público

Los libros o pastiches inspirados en Holmes y su mundo son incontables. Su aparición ya se inició en vida del propio Conan Doyle y, desde la admiración o la parodia, no han cesado. El tránsito definitivo hace unos días del personaje al dominio público en Estados Unidos probablemente se traducirá en una mayor libertad para publicar obras de este tipo y las historias originales.

En España se suceden nuevas ediciones de los títulos clásicos de Conan Doyle. Nórdica continúa la serie, después de El perro de los Baskerville, con Estudio en escarlata, ilustrado por Fernando Vicente y traducido por Esther Tusquets. Y, para los lectores en gallego, Morgante ha publicado hace escasos meses en dos volúmenes las cuatro novelas y los 56 relatos breves escritos por Conan Doyle.