Ramón Pernas: «Mi mujer me pone los puntos sobre las íes»

Patricia Calveiro Iglesias
P. Calveiro SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

Pernas, columnista de La Voz, presentó la novela en Santiago.
Pernas, columnista de La Voz, presentó la novela en Santiago. s. alonso< / span>

10 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Ramón Pernas (Viveiro, 1952) asegura que se presenta a los concursos literarios para ganarlos y dar difusión a sus obras. La última, Hotel Paradiso, se hizo con el premio Azorín 2014.

-Le llaman el último cronista del circo, ¿qué le parece el título?

-Me parece bien porque yo he sido el que ha propiciado ese título. Los cronistas que el circo tenía en el siglo XX, como Gómez de la Serna o Armero, ya no están, por lo que nos quedamos solos el circo y yo.

-¿Y por qué eligió como escenarios un circo y una residencia?

-Porque son dos mundos muy parecidos aunque resulte contradictorio. El circo es un mundo cerrado, hermético, endogámico. Un mundo lleno de luz y de vida. Y las residencias de ancianos son un mundo tan hermético, tan cerrado y tan lleno de muerte como las situaciones finales de la ley de vida. De las residencias habitualmente entras vivo y sales muerto. Hago un paralelismo entre ambos mundos a través de dos historias que van ligadas y confluyen al final.

-El protagonista vive prisionero en un asilo que él mismo ayudó a construir, ¿es la ley del karma o ironías del destino?

-Es el destino, que es caprichoso, perverso y falaz. Hace malabares con las vidas y tiene trampas donde no las había. Es una trampa que nos creemos todos y que juega con esta credibilidad.

-Este, Javier, lo considera una condena por sus «delitos de afecto». ¿Busca redimirse con un «asesinato por piedad»?

-Los peores delitos son los delitos de afecto y no se redimen nunca. Son los peores delitos que existen. Delitos no catalogados, que no se penalizan con códigos civiles. Javier no se redime ayudando a Dios a llevarse de este mundo a gente que ya no está en él, porque Pedro es una persona que ya no controla su cabeza, que no tiene memoria porque el alzhéimer lo ha afectado brutalmente y nadie lo va a ver a la residencia. La desmemoria es otro castigo crudelísimo.

-Asegura que no corrige sus obras, ¿no es paradójico habiendo sido editor y crítico?

-No corrijo nada. Soy muy rápido escribiendo, pero dispongo de poco tiempo. Tengo la fortuna de que mi mujer, Milagros Frías, es también escritora y es quien me pone los puntos sobre las íes, tanto en la vida como en la literatura.