Primero sentenció: «Las pantallas nos han derrotado». Fue en el 2008. Ya entonces Philip Roth asombró a la potente galaxia académica y literaria de Estados Unidos al admitir, sin concesión alguna, que las nuevas tecnologías habían ganado el pulso a una cultura impresa siempre en crisis, siempre en vías de extinción, pero que parecía gozar a pesar de todo de una espléndida mala salud de hierro. No lo decía un apocalíptico recién llegado. Lo decía el autor que, junto al también esquivo Thomas Pynchon, compartía ya entonces la etiqueta oficiosa de «gran narrador americano vivo».
En el 2012, en una entrevista con la revista francesa Les Inrockuptibles, Roth, siempre imprevisible, siempre a punto de levantarse y dejar la charla a medias, soltó que ya no volvería a escribir más. Némesis era su última novela. Su último libro. El punto final a una carrera con muy contados equivalentes en la literatura contemporánea. Y escogió una frase del boxeador Joe Louis para hacer balance de su obra: «Lo hice lo mejor que pude con lo que tenía». Némesis, la historia del profesor de gimnasia Bucky Cantor en el verano de 1944 en Weequahic -el barrio judío de Newark, Nueva Jersey, donde Roth creció-, ponía así fin a una bibliografía deslumbrante y poderosa, que fluye como una voz única y por momentos épica desde El lamento de Portnoy y la maravillosa trilogía Zuckerman encadenado hasta los asombrosos títulos de sus postrimerías, desde La conjura contra América a Elegía y esa Némesis definitiva.
Probablemente Roth se ha agotado porque ya solo competía consigo mismo. Cerró una obra sin apenas fisuras para no convertirse en uno de esos boxeadores sonados que se mantienen en el ring más allá de lo necesario, recibiendo directos y dólares a partes iguales. Ahora asegura que no solo no volverá a escribir, sino que la de anoche en la BBC será su última aparición en público. Se va de la literatura y se va de la escena con la elegancia y la sabiduría de quien levantó su obra construyendo personajes con el tejido de su propia vida. La de aquel niño de Weequahic que soñaba con cruzar el Hudson y pisar una isla del tesoro llamada Manhattan.