Los campeones de la inseguridad

Eduardo Galán Blanco

CULTURA

Alejandro González Iñárritu ha encontrado otro camino para sus torturados personajes cotidianos: la comedia negrísima

18 ene 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

El autor de los dramas Amores perros, 21 gramos, Babel o Biutiful ha encontrado otro camino para sus torturados personajes cotidianos: la comedia negrísima. Birdman es algo así como un cruce de Empieza el espectáculo con ¡Qué ruina de función! Y la película brilla, plena de energía, rebosante de barroquismo, de interpretaciones trazadas en múltiples registros, plagada de guiños cinéfilos y toques autobiográficos del director.

Realizada en un falso plano único -un plano secuencia que en realidad son diez, unidos por la magia de la posproducción digital-, la historia sigue, cámara al hombro y con la ayuda del estativo steadicam, las andanzas de una estrella de Hollywood venida a menos, en los días de preestreno de su primer montaje teatral. El coliseo es real, el mítico Teatro St. James de Broadway, y el paseo por sus tripas atrapa también al resto de los personajes satélite de Michael Keaton. González Iñárritu le saca un partido maravilloso al centenario escenario neoyorquino, que se convierte en coprotagonista del filme, exhibiendo su estómago, corazón y cabeza, yendo del camerino a las tablas y de ahí a la tramoya y a la terraza. Desde la asunción a la gloria hasta el descenso a los infiernos de la Bestia.

Hay interludios que carecen de interés, pero abundan los momentos de imaginación y delirio, como ese ajuste de cuentas del actor con su némesis, en el bar de la calle 44, un mano a mano portentoso entre Keaton y Lindsay Duncan, que ya estaba soberbia en Le Week-end. Aquí, Keaton nos recordó al colérico y vengador Vincent Price de Matar o no matar; este es el problema. «No eres un actor, eres una celebridad, y la popularidad es la cuñada guarra del prestigio», le dice la crítica feroz al hombre que encarnó al superhéroe de éxito Birdman. No olvidemos que Keaton interpretó al Batman de Tim Burton.

Iñárritu se cachondea, con ternura y acidez, de esta profesión existencial y torturada que es la de los fabricantes de sueños. Esa es la virtud de la película. Habla de la esquizofrenia, de la vida real en colisión con la ficción. Y del fracaso, claro. Un actor es como cualquier persona, busca ser feliz y trascender, pero necesita, desesperadamente, por encima de cualquier cosa -del amor propio incluso-, la aprobación de los demás. Porque los actores son niños, frágiles campeones de la inseguridad, pendientes del deseo de los otros.

Con todos los errores, en su honesto juego de tumba abierta, Birdman es una de las más grandes películas que se han hecho sobre el oficio de actuar.

«BIRDMAN O (LA INESPERADA VIRTUD DE LA IGNORANCIA)»

EE.UU., 2014.

Director: Alejandro González Iñárritu.

Intérpretes: Michael Keaton, Edward Norton, Emma Stone, Zach Galifianakis, Naomi Watts, Amy Ryan.

Comedia negra.

120 minutos.