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Tres lienzos del artista lucense Antonio Murado adornarán el hall de un edificio del World Trade Center
08 oct 2015 . Actualizado a las 10:42 h.Cuando aquella mañana aún trataba de desperezarse, Antonio Murado (Lugo, 1964) oyó un estruendo que lo levantó de la cama en su casa del barrio neoyorquino de Tribeca: fue hacia la ventana y vio una inmensa columna de humo en una de las torres gemelas. Sin tiempo para frotarse los ojos, asistió al segundo impacto apoyado en el alféizar, como si hubiera comprado una entrada para el espectáculo del mayor atentado de la historia. «Vi el 11-S desde la ventana de mi casa. Estaba despierto y lo que oí fue el primer avión volando justo por encima del edificio», rememora 14 años después desde su estudio en el barrio de Chelsea, algo más al norte.
Pintor con una prolífica obra, Murado recuerda que después del derrumbe de las torres las autoridades decidieron evacuar su barrio al cortar el agua, el gas y la electricidad. De alguna forma, mucho tiempo después, el artista vuelve a estar vinculado a la zona cero, ya reabierta con la flamante Torre de la Libertad.
Uno de los bloques que sobrevivió al ataque terrorista del 11-S, perteneciente al complejo del World Trade Center, tuvo que ser reparado por los daños. Su reforma se inaugurará en la primavera del 2016. Y en el gran vestíbulo del edificio habrá tres lienzos de Antonio Murado, que acaba de firmar el contrato. «No ha sido a través de un concurso sino de un encargo; se me ofreció a través de la compañía que trabaja con los arquitectos del edificio: se negoció a través de mi galería de arte que está en Los Ángeles y de su agente en Nueva York», precisa el pintor.
Las tres obras que ocuparán una parte del hall tienen tamaños diferentes: dos por cuatro metros la más grande, mientras que las dos más pequeñas serán de 1,7 por dos. «Los cuadros que decidimos mi cliente y yo van a ser tres paisajes marinos de atmósfera melancólica; es una serie en la que ya trabajé más veces y no tiene nada que ver con los atentados del 11 de septiembre», aclara.
Parte de la obra de Antonio Murado está llena de reminiscencias gallegas, sobre todo el trabajo paisajístico. En el 2002 tuvo una exposición individual en el Centro Galego de Arte Contemporánea (CGAC) y el año pasado expuso en Trinta, su galería en Galicia. Afincado en Nueva York desde hace muchos años, el artista lucense ha logrado hacerse un hueco en Estados Unidos. «Aquí el mercado del arte sufrió una gran caída en el 2008, y aún se está luchando por salir: afectó a todo el sector y muchas galerías tuvieron que cerrar; tras la crisis, el mercado comenzó una gran transformación con la incursión de las casas de subastas en el mercado de artistas vivos: esto está suponiendo un cambio de forma y también de fondo en cuanto a la relación del arte y la sociedad que lo consume», explica el pintor desde su estudio.
A finales de los ochenta, Antonio Murado abrió una pequeña galería de arte en Lugo, llamada Zú. Su obra ha sido expuesta en salas de arte de todo el mundo, pero sigue muy vinculado personal y artísticamente a Galicia y a su ciudad natal, adonde viaja con frecuencia aunque detesta los aviones. A pesar de la distancia física que lo separa de su tierra, en su universo artístico hay una cercanía que el pintor resume con una frase: «Es el mismo océano, solo hay distintas orillas».