La cinta francesa «Grave» se postula en Sitges como hito del cine de terror de la temporada

José Luis Losa SITGES / E. LA VOZ

CULTURA

La manera en la que se acerca a la antropofagia está muy lejos de los shows de casquería norteamericanos. Se parece más a «Bajo mi piel»

13 oct 2016 . Actualizado a las 07:47 h.

La familia protagonista de Grave lleva el vegetarianismo muy a rajatabla. En una ensalada encuentran un pedazo de salchicha y le montan un sindiós al camarero. Hasta aquí la apariencia. Luego asistimos a la mutación, que es la palabra à la page en este festival tan rebosante de transformaciones virales. Solo que lo que hace a Grave diferente, lo que la llevó a convertirse en la película-acontecimiento de la pasada Semana de la Crítica de Cannes, en el sleeper, es que este proceso no tiene nada de contagios ni de estados alterados. Es la naturaleza, la región salvaje en la que la directora del filme, Julia Ducournau, sitúa a estas dos hermanas que estudian y pasan los ritos de iniciación no poco sanguinolentos de una facultad de Veterinaria. Grave va a ser quizás el título de terror de la temporada, pese a no contar con estrellas en su reparto ni venir facturada desde Hollywood. De hecho, ya se ha apurado a distribuirla una de sus majors, la Universal, y eso facilitará que se vea pronto en nuestros cines.

La manera en la que se acerca a la antropofagia (en contraste con la inmoralidad mexicana Tenemos la carne, vista también ayer) está muy lejos de los shows de casquería norteamericanos. Se parece más a Bajo mi piel, aquella cinta morbosa pero cruelmente intimista de Marina de Van, que a los zombis que le dan al entrecot humano en The Walking Dead. Se perfila Grave como el curso de una maldición familiar, que podría estar más emparentada con las monstruosidades de salón del terror clásico, o incluso al de la británica Hammer, que a las fanfarrias de caníbales paticortos a que estamos acostumbrados.