Mientras Hollywood se une en contra del acoso sexual y las conductas machistas, Gary Oldam es uno de los favoritos a alzarse con la estatuilla a pesar de haber sido acusado de abusar de su exmujer
02 mar 2018 . Actualizado a las 16:25 h.Con todo listo para la 90 edición de los Oscars, que se celebra este domingo en Los Ángeles, Hollywood busca dar en la gran gala del cine una respuesta apropiada y digna al descomunal escándalo de agresiones sexuales y de conductas machistas que han sacudido recientemente su industria. Desde que en octubre se conocieran las decenas de acusaciones en contra del productor Harvey Weinstein, que parecía un intocable del sector, Hollywood ha vivido meses tensos y convulsos con revelaciones durísimas y valientes de numerosas víctimas que, en muchos casos, se vieron respaldadas por los movimientos #MeToo y #Time'sUp para romper su silencio.
El caso Weinstein solo fue la primera pieza en caer de un dominó de presuntos acosadores y abusadores que incluyó a estrellas de todo tipo como Kevin Spacey, Dustin Hoffman, James Franco, Brett Ratner, John Lasseter, Louis C.K. y Bryan Singer, y que dejó a la vista de todos un sistema donde las relaciones de poder basadas en el machismo y la discriminación a la mujer parecían la norma.
A falta de ver lo que suceda en los Oscars la temporada de premios no ha estado solo protagonizada por Guillermo del Toro o por Tres anuncios en las afueras, sino que más allá de lo que se escuchó tras la coletilla «y el premio es para...» el foco mediático estuvo muy pendiente de la reacción del cine a los escándalos sexuales.
Los Globos de Oro dieron el pistoletazo de salida en enero con una gala abiertamente política y reivindicativa, en la que prácticamente todos los artistas vistieron de negro y donde muchos de ellos llevaban pines con la frase #Time's Up. En la ceremonia, actrices como Nicole Kidman, Frances McDormand o Barbra Streisand dedicaron sus intervenciones a respaldar el feminismo, a mostrar su apoyo a la víctimas y a condenar la cultura machista. Sin embargo, fue Oprah Winfrey, ganadora del premio honorífico Cecil B. DeMille, la más tajante esa noche al señalar a «los hombres poderosos y brutales» que han dominado el mundo durante mucho tiempo: «Su momento ha llegado. Se acabó el tiempo». A partir de ahí, las alfombras rojas y los escenarios de los premios del cine, no solo en Estados Unidos, vieron diferentes señales o signos de protesta.
Así, los premios del Sindicato de Actores (SAG) contaron solo con mujeres como presentadoras, en los galardones BAFTA del cine británico se volvieron a ver los trajes de negro, en los Goya españoles se recurrió a un abanico como símbolo de reivindicación y en los César franceses se espera este viernes que las estrellas acudan con lazos blancos.
La atención se desplaza ahora hasta Los Ángeles, donde nadie duda de que en los Oscars habrá menciones a #MeToo o #Time'sUp, aunque por ahora no se sepa gran cosa acerca de una acción colectiva o de un plan concreto y orquestado.
El diario The New York Times aseguró la pasada semana, citando dos personas involucradas en #Time'sUp, que este movimiento no pedirá en esta ocasión que los artistas se vistan de negro, aunque agradecerían que lleven pines con el lema del grupo. Por otro lado, estas mismas fuentes apuntaron que están negociando con los productores de los Oscars una posible presencia de #Time'sUp durante el show, pero por ahora no se ha desvelado nada. «Queremos que sea lo más entretenida posible: reverencial y respetuosa, pero también divertida y emotiva», dijo Jennifer Todd, una de las productoras de los Oscars, sobre cómo combinar los mensajes reivindicativos con el espectáculo en sí del cine.
Channing Dungey, la presidenta de ABC Entertainment que es la cadena que emite los Oscars, apoyó esa postura: «Definitivamente queremos honrar y respetar a #Time'sUp y permitir que su mensaje sea escuchado», pero, precisó, sin eclipsar «a los artistas y las películas».
La Academia de Hollywood, que tras las críticas hace dos años por la falta de nominados negros aumentó la diversidad de su organización para evitar discriminaciones, también movió ficha este año por los escándalos sexuales y en octubre expulsó a Weinstein de su organización. Una decisión con la que querían «enviar el mensaje de que la era de la ignorancia deliberada y la complicidad vergonzosa en los comportamientos sexuales de depredadores en nuestra industria acabó».
Y aunque la lista de nominados al Oscar sigue siendo un campo ampliamente dominado por hombres, este año se colaron algunas buenas noticias para la igualdad como las candidaturas de Rachel Morrison (Mudbound), la primera mujer aspirante a la estatuilla de mejor dirección de fotografía, o la de Greta Gerwig (Lady Bird) como directora, donde sólo ha ganado una cineasta: Katrhyn Bigelow.
Los incipientes vientos de cambio en el cine también llevaron a Casey Affleck, ganador del Oscar al mejor actor en el 2017 por Manchester By The Sea (2016), a renunciar a presentar este año la estatuilla a la mejor actriz, como es tradición, tras las protestas que recordaron que el intérprete estuvo involucrado en un caso de acoso sexual.
Sin embargo, no ha habido esa presión sobre el Gary Oldman, candidato favorito para el Oscar a mejor actor por encarnar a Churchill, que en su día fue acusado de abusar de su exmujer. El actor británico tuvo un divorcio marcado por acusaciones de violencia doméstica de su tercera mujer, la fotógrafa Donya Fiorentino, con la que estuvo casado entre 1997 y 2001. Según los documentos filtrados a la prensa, Oldman supuestamente habría golpeado la cara de su entonces mujer con la base de un teléfono en repetidas ocasiones delante de sus dos hijos, mientras ella intentaba llamar al 911. Por el contrario, se espera que Oldman gane el máximo premio, su primer galardón como mejor actor, interpretado por la crítica como una especie de reconocimiento a toda su carrera.
Oldman siempre ha rechazado las acusaciones de violencia machista lanzadas por su exmujer y nunca fue imputado, pero algunos señalan que,coincidiendo con los movimientos #MeToo y #TimesUp, su éxito en la temporada de premios es el último ejemplo de hipocresía en Hollywood .