La rehabilitación del entorno del faro de Mañón, diseñada por el arquitecto Carlos Seoane, incluida en la muestra «Public Architecture, Future of Europe»
05 feb 2020 . Actualizado a las 09:35 h.Muchas veces la menor intervención en el paisaje es la mejor de las posibles. Con esa filosofía encaró el arquitecto Carlos Seoane el encargo de Turgalicia para ordenar el entorno del faro de Estaca de Bares, en el municipio coruñés de Mañón.
Tan óptimos fueron los resultados que, desde el pasado jueves, la luz de la mítica torre marítima ha llegado hasta Moscú. Allí, en el museo Schusev, la exposición «Public Architecture, Future of Europe» muestra el trabajo de Seoane junto a otros cuarenta proyectos -planificación urbana, edificaciones sostenibles, movilidad, espacios comunales- de todo el Viejo Continente.
El cabo de Estaca de Bares, donde se ubica el faro, es un lugar de gran interés más allá de lo puramente medioambiental -un paraje salvaje de acantilados con la poderosa presencia de la fuerza del Atlántico, protegido con la denominación europea de áreas de conservación de la biodiversidad Red Natura 2000-.
Hay una base militar estadounidense abandonada, un castro sin excavar, un grupo de molinos de cascada, además de ser un lugar muy apreciado para el avistamiento de aves. La idea de la rehabilitación tenía, precisamente, mucho que ver con reordenar todos estos valores, clarificar su situación, hacer más sencillo el acceso y mejorar la visualización, que el aspecto contribuyese a una imagen de mayor limpieza.
Lo inmediato, recuerda Seoane, era adecentar un aparcamiento para acabar con el leira párking que ocupaba la parcela de un antiguo pequeño parque eólico de Endesa, del que habían retirado los molinos hace tiempo. La parcela quedó reconvertida en un amplio espacio con áreas aptas para acoger coches, autocaravanas, bicicletas...
La reforma hizo posible una perfecta accesibilidad para minusválidos, que alcanzó a una bancada de piedra que hace las veces de mirador sobre la impresionante panorámica de litoral de acantilados.
«Todo realizado con piedra local, que fue instalada al modo tradicional, reduciendo al máximo el hormigón; de hecho, está asentada sobre sus propios bordes, atada por su propio peso y corte, pisada y colocada sobre arena. De tal forma -incide Seoane- que esta técnica tan antigua hace que la obra sea reversible, es decir, no dejaría impacto alguno si alguien en el futuro decide retirarla, al desmantelarla solo quedaría a la vista arena».
Lo que no se llegó a ejecutar fue la red de sendas que debía conectar el aparcamiento con el faro, el acantilado, la base militar y una zona que usan los aficionados al avistamiento de aves. Solo se optimizó el acceso al faro, porque la limitaciones legales impidieron realizar el resto de intervenciones.
Pero la ejecución de mínimos, que partió de una propuesta más ambiciosa, sí permitió la demolición de la torre de señales acústicas que, en otro tiempo, guiaba el tráfico marítimo cuando la niebla mermaba la eficacia de la luz del faro. Era un hito de feísmo que felizmente ha desaparecido de la ladera hacia el mar, celebra el arquitecto.
Seoane espera que este proyecto sea un acicate y que en un futuro se puedan abordar otras actuaciones como la de los senderos, la restauración de los molinos, la excavación del castro e incluso la reutilización de la base, como ya funciona el hotel del semáforo. Los valores botánicos, faunísticos, paisajísticos y patrimoniales, dice, deben contribuir a convertir Bares en una gran referencia del turismo y la cultura en Galicia.