El cine de terror también lleva firma de mujer

José Luis Losa SITGES / E. LA VOZ

CULTURA

Fotograma de  Censor  de Prano Bailey-Bond
Fotograma de Censor de Prano Bailey-Bond .

Sitges inaugura su 54ª edición con Censor y Mona Lisa and the Bood Moon, ambas dirigidas por dos emergentes cineastas británicas

07 oct 2021 . Actualizado a las 19:30 h.

Arranca esta 54ª edición del festival de cine de Sitges, el más relevante en cuanto cine fantástico y de terror del circuito internacional en compañía del norteamericano de Austin, con dos poderosas películas con firma de mujer en su dirección. La ola -o casi el tsunami- del triunfo del cine en femenino tuvo su primera cresta en Cannes, con el triunfo de la gala Julia Ducourneau y la transgresión que gestó remolinos de provocación creativa con Titane, que se estrena en salas comerciales mañana. Llegó después Venecia con su León de Oro para El acontecimento, de la también francesa Audrey Diwan, con su denuncia descarnada de la situación vivida por las mujeres en su país -que es como decir en todos- hasta la legalización del aborto de la mano de Simone Weil en 1975. Y le sucedió San Sebastián, en un palmarés presidido por la Concha de Oro para la rumana Crai Nou (Blue Moon), de la actriz y realizadora debutante Alina Grigore. Y en el cual todos los premios salvo el de mejor guion fueron a parar a mujeres: directoras, actrices, operadoras de fotografía.

Quien no quiera ver o entender que algo está moviendo las placas tectónicas del establishment cinematográfico de los festivales internacionales es que presume de anteojeras. Por eso no es casual que Sitges inaugure hoy con dos emergentes nombres como los de Ana Lily Amirpour y Prano Bailey-Bond. La primera ya posee un estatus reconocido, después de que con su opera prima Una chica vuelve a casa sola de noche ganase precisamente en este festival el premio a la mejor primera película en 2014. Y de que Venecia confirmase su talento en 2016 con el Gran Premio de Jurado para The Bad Batch. Y por eso la presentación en Sitges de su tercer largo, Mona Lisa and the Blood Moon, adquiere tintes de expectación razonada. Aunque luego su propuesta, que juega con la figura de la niña de fuego o con superpoderes -otra mas en el año de Titane, de The Innocents o de Earwig- se quede en menos de lo esperado con un demasiado recurrente traslado al fantástico ochentero, como un acercamiento -eso sí, tétrico, paranormal y con alguna mínima incrustación gore- de un espíritu no muy alejado de la estética de Los Goonies. Aunque Mona Lisa and the Blood Moon se sienta notoriamente como cine para adultos. Y sería muy mala idea programarla, con sus ribetes oscuros, en una sesión teen-ager o escolar.

El caso de Prano Bailey-Bond es diferente. Sin trayectoria previa, de esta galesa solo conocíamos un corto, Nasty, que arrasó hace unos años en los festivales del género de terror. Pero lo que propone en Censor, el film exhibido aquí en esta jornada inaugural, son palabras mayores. Porque bajo la epidermis de una película sustentada en un asesinato, su film posee varias capas de lectura que la llevan mucho más allá, hacia el territorio de lo político como marco que puede representarse como opresivo. Ambientada en la Inglaterra donde ha asumido el poder Margaret Thatcher, la protagonista -una excelente Niamh Algar; no pierda de vista este nombre porque sobre ella se sustenta el asfixiante andamiaje de esta obra- es una responsable de censurar películas en un país, el Reino Unido, donde no hay que olvidar que títulos como La naranja mecánica -de la que se cumplen ahora cincuenta años- estuvieron prohibidos en su metraje original mucho tiempo. La sombra que acompaña el pasado de esta censora -su hermana ha desaparecido años atrás- deviene aplastante cuando se produce un asesinato de manera muy similar a la escena de una película que ella decidió tiempo atrás no censurar. Con esas premisas, Prano Bailey-Bond despliega un dilema moral e ideológico -no es nada casual que asistamos en un plano general a los momentos de esplendor de la Dama de Hierro- que pasa de esa mirada de contrapicado político a una mirada al interior: a los fantasmas íntimos de esta mujer, a su confusión entre la ficción y la realidad. Al solapamiento de la figura de la hermana desaparecida con su presente sobre arenas movedizas. Es Censor cine de vuelo alto y su reflexión sobre la libertad de expresión y las amenazas que esta puede sufrir en sistemas de democracias de calidad reconocida no puede verse sino como una cobranza de valiosísimo valor presente.