Peter Lindbergh, el fotógrafo de las mujeres

m. carneiro A CORUÑA / LA VOZ

CULTURA

Marta Ortega construye un museo para traer a A Coruña la exposición póstuma del artista alemán

08 ene 2022 . Actualizado a las 11:15 h.

El 1 de septiembre del 2019 el fotógrafo de moda alemán Peter Lindbergh entregó a su colaborador Thoai Niradeth las imágenes de la exposición que dos años antes le había pedido Felix Krämar, director del Kunstpalast de Düsseldorf, con la condición de que no hubiera más comisario que el autor. Lindbergh aceptó el envite y se sumió en un proceso introspectivo de revisión de 40 años de trabajo que terminó con una selección de 161 fotografías y el diseño concienzudo y milimétrico del espacio, la escenografía, el montaje y los materiales que debían componer la muestra antológica. No llegó a verla. Dos días después, el 3 de septiembre, «el chico de Duisburgo» —como le gustaba presentarse— moría en París a los 74 años.

De su niñez vienen los escenarios con los que subvirtió la fotografía de moda. Paisajes industriales, casas ennegrecidas en la Alemania de posguerra, playas desérticas de sus veranos en Holanda, también las máquinas de Metrópolis, las calles sucias del cine negro, descampados que podría filmar su amigo Wim Wenders, pinturas. Y sobre ese tapiz en blanco y negro, narraciones en imágenes protagonizadas por actrices o modelos (ya no maniquíes) siempre despeinadas y cargadas de dramatismo, melancolía, emoción y humanidad.

Jeanne Moreau, París, año 2003, la expresión del desprecio en su boca deformada. «Mi padre le enseñó la foto y le dijo: «Jeanne, no la voy a retocar, lo sabes». Y ella le respondió: «De acuerdo, ¿pero qué habría que retocar?»», celebra Benjamin Lindbergh. La foto forma parte de la exposición que el creador del fenómeno de las top de los años 90 (con Linda Evangelista y Naomi Campbell al frente) dejó aquel 1 de septiembre en Alemania y que esta mañana se inaugura en una nave abandonada del puerto de A Coruña, traída por Marta Ortega, futura presidenta de Inditex y amiga del fotógrafo.

La muestra, Untold Stories, que dio lugar a una audaz intervención en el muelle histórico de Batería a fin de recuperar varios edificios industriales que en lo sucesivo podrían incorporarse a la ciudad como un espacio de arte contemporáneo, también sirve de homenaje póstumo a un artista que creyó ver en Galicia resonancias de su infancia, «en la naturaleza brutal y el carácter industrial de ciertos lugares», recuerda el hijo sobre el viaje que ambos hicieron en el 2018 con motivo de la boda de Marta Ortega.

Las fotos, que se cierran con un perturbador trabajo sobre la empatía con un preso en el corredor de la muerte, estarán colgadas hasta el 28 de febrero. Dos libros, la edición española del catálogo alemán y otro editado por Marta Ortega, las recogen y glosan. 

«Trabajó 40 años en la industria de la moda con la moda en segundo plano»

MARCOS MÍGUEZ

Benjamin Lindberg presentó en los muelles de A Coruña Untold Stories, la exposición póstuma sobre la obra de su padre, el prestigioso fotógrafo Peter Lindbergh. 

—¿Qué legado le dejó?

—La generosidad, el respeto y la empatía.

—El montaje termina con un trabajo en el corredor de la muerte que de algún modo explica el resto a través de la empatía.

—Exacto. Él quería enseñar una parte de su trabajo que no se ve fácilmente. Invitar a intentar entender al otro sin juzgarlo.

—Se titula «Testament». ¿Es su testamento artístico?

—El proyecto es del 2013, pero nunca encontró el buen lugar para enseñarlo. Fue ahora, con esta exposición, la más personal y difícil que hizo. Decidió todo solo, pero también la disfrutó y hoy podemos decir que son sus fotos favoritas. Al final me dijo: «Ahora creo que entiendo quién soy».

—¿Quién era?

—No lo sé. Si él tardó más de 70 años en descubrirlo, yo también tardaré bastante, ja, ja. Fue una persona muy generosa, apasionada de lo humano. Nunca olvidó de dónde venía y siempre trató con el mismo respeto a todo el mundo, igual a un presidente que a una asistenta. Y eso en una industria como la moda, o simplemente en la vida, no pasa mucho.

—Su forma de mirar a las mujeres, a personas en lugar de objetos, es revolucionaria. ¿Le interesaba la moda?

—Si hubiese utilizado a las mujeres como cosas no habría recibido todo lo que las modelos le dieron. Ellas sabían que quería fotografiarlas como eran, imperfectas, pero fuertes. En todas sus fotografías ellas son fuertes. Creo que mi padre les dio su espacio como sujetos principales, el espacio que merecían. Y no era la ropa lo importante, no era la moda. Es increíble que haya trabajado cuarenta años en esta industria dejando la moda en el segundo plano y poniendo a las mujeres en el primero.

—Con arrugas y despeinadas. Hoy sigue siendo revolucionario.

—Sí. Esto va a peor. Les quitan las arrugas y al final las mujeres no son mujeres, parecen marcianas. Es llamarlas feas, es decirles que la belleza es mala. Borrar las arrugas es criminal.