Con Jerry Lee Lewis se va el último mito primigenio del rock n' roll

Javier Becerra
javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Jerry Lee Lewis en un concierto en California en el año 2005
Jerry Lee Lewis en un concierto en California en el año 2005 Kimberly White

Pieza fundamental  del origen del género, su escandalosa vida impidió que le disputase el trono a Elvis Presley

28 oct 2022 . Actualizado a las 23:28 h.

El rock suele ser un terreno dado a la hipérbole. Por ello palabras como «leyenda», «mito» o «fundador» a veces pierden su sentido al abusar de ellas gratuitamente. Pero en el caso de Jerry Lee Lewis lo adquieren plenamente. Hasta ayer él era el único representante vivo de una estirpe de roqueros primigenios que sentaron las bases de aquella música que sacudió el mundo en los cincuenta, cambiándolo para siempre. Junto a Elvis Presley, Chuck Berry y Little Richard se puede decir que con él arrancó todo. El piano se empezó a tocar de manera salvaje. El suelo tembló. La juventud enloqueció al ritmo de sus endemoniados recorridos por las teclas y los alaridos descontrolados. Todo ello con ese rizo dorado que le caía por la frente en cuanto el escenario ardía con canciones como Whole Lotta Shakin' Goin' On o Great Balls Of Fire.

Nacido en Ferriday, un pequeño pueblo de la parroquia de Concordia (Luisiana?), en el seno de una familia humilde, pronto recibió la llamada de la música. Empezó a cantar en la iglesia, con su primo. Pero a él lo que le tiraba era lo que escuchaban sus vecinos negros y, especialmente, los sonidos que salían de clubes como el Big Haney's House. Ahí, escuchando a los bluesman, interiorizó ese latido y lo llevó a lo religioso de nuevo. Cuando sus padres decidieron que debería ser cura, desconocían que estaban a punto de marcar un hito inesperado en la historia de la música popular. Terminó en un seminario de Texas. Allí tocó un tema religioso, My God Is Real. Pero lo hizo con toda la carga sexual del boogie-woogie. Fue expulsado. Y empujado definitivamente al rock n' roll.

No lo sabía aún. Corrían los primeros cincuenta y el género se estaba formando de manera inconsciente. El músico llamaba a todas las puertas para grabar, sin suerte. Hasta que, pasado el ecuador de la década, se marchó a Memphis y acabó en la órbita de Sun Records. Ahí, dentro de lo que se llamó El cuarteto del millón de dólares (el que formaba con Carl Perkins, Johnny Cash y Elvis Presley), se convirtió en una de las estrellas más deslumbrantes de aquella generación. No solo gracias a temas como los citados, clásicos fundamentales de la música del siglo XX, sino por su modo de afrontarlos.

Lewis era eléctrico, violento, disparatado y genial. Por eso lo llamaban Killer (asesino). Igual podía acabar tocando con los pies, como subirse sobre el piano. A veces, incluso ir más allá, como la noche en la que compartió cartel con Chuck Berry en Nueva York. Molesto por actuar antes que él, cogió una botella con gasolina. En medio de su interpretación de Great Balls Of Fire, la arrojó y le plantó fuego al piano. La leyenda dice que al termino se dirigió a Berry y le dijo: «Ahora supera esto, negro».

Un biopic en 1989

No existe filmación de aquel momento. El público conoce la escena por incluirse en el filme Great Balls Of Fire (1989) de Jim McBride, protagonizada por Dennis Quaid. Con ella las nuevas generaciones descubrieron a un artista que, tras ese estallido inicial, quedó relegado a un segundo plano. Cuando Elvis era llamado a filas para cumplir el servicio militar en 1958 y le quedaba el camino libre para coronarse, un escándalo dinamitó su carrera. Después de dos matrimonios previos, había contraído un tercero con su prima de 13 años, Myra Gale Brown. Girando por Inglaterra saltó la noticia y se generó un dominó de cancelaciones. De 38 conciertos solo pudo dar cuatro. Las emisoras se negaron a emitir sus temas. E incluso Sun Records dejó en el almacén su nuevo single.

A partir de ahí su carrera discurrió a trompicones, con escándalos constantes (como el día que borracho estrelló un coche contra la casa de Elvis Presley pidiéndole la corona de rey del rock), matrimonios que suceden sin fin (su séptima mujer, Judith Brown, se dirigía ayer a los medios), la muerte de dos de sus parejas en extrañas circunstancias (una ahogada, otra por sobredosis), el fallecimiento también de dos de sus hijos y hasta la demanda de su bajista por haberlo disparado accidentalmente. Mientras todo esto ocurría, la música continuaba brotando. Apostando por el rock en los sesenta. Retornando al country en los setenta. Y convirtiéndose en una leyenda vida —él sí, sin hipérboles que desvirtúen el contenido— desde el estreno del filme. En el 2005 recibió el Grammy honorífico a toda su carrera.

Un polémico concierto en Galicia en 1993

Jerry Lee Lewis actuó una sola vez en Galicia. Fue el 10 de julio de 1993, en el Concierto de los Mil Años, que tuvo lugar en el estadio de Riazor, en A Coruña. Era el último día del evento que en las jornadas previas había acogido a Neil Young, Bob Dylan, The Kinks, Robert Plant y Sting, entre otros. En la última jornada, su presencia, junto a la de Eric Burdon, Bob Diddley, Wilson Pickett y Chuck Berry, prometía ser un gran festín roquero. Y lo fue hasta que él subió al escenario.

Tal y como se explicó en su día, hubo artistas que se negaron a ser filmados durante la actuación. Ocurrió así con Bob Dylan y Bo Diddley. Por ese motivo fueron colocados por la organización de día. En el caso de Jerry Lee Lewis no se había hablado nada. Su actuación arrancó de noche y empezó según lo previsible. Rock, piano, elegancia y maestría. Pero a los pocos minutos le pegó una patada al cámara que estaba haciendo su trabajo para que se pudiera ver la actuación por las pantallas. El operador fue obligado a grabar desde el foso, pudieron emitirse solo planos lejanos. El público empatizó con él, enfadándose con el artista. Este recibió una sonora pitada. El concierto se echó a perder. Y el festival también. Lo que hasta entonces había sido comunión, buenas vibraciones y reivindicación de figuras históricas se convirtió en enfado y malestar. Curiosamente, su rival de otros tiempos, Chuck Berry, lo apoyó. En su pase hizo lo mismo, impidiendo la grabación.