Luis Zahera: La época dorada del omnipresente secundario «chungo» que quería ser un galán

CULTURA

Jose Manuel Vidal | EFE

El inolvidable Petróleo de «Mareas Vivas» se ha consolidado con los años como uno de los grandes actores del panorama español, con un goya ya en su haber por «El reino» y una segunda nominación por su otra colaboración con Rodrigo Sorogoyen, «As bestas». Por el camino, el compostelano ha destacado con sus papeles en «Celda 211», «Sin tetas no hay paraíso» o «La unidad»

12 feb 2023 . Actualizado a las 19:08 h.

Luis Zahera  siempre ha estado ahí. Ahora es su momento, de eso no hay duda; pero el actor gallego lleva décadas deslizándose, sin pausa, por las grandes y pequeñas pantallas de todo el país. Es el eterno secundario principal, ese personaje que, sin ser nunca el protagonista, destaca entre el elenco por su carisma y personalidad distintiva y arrolladora. Y ahora ha alzado, por segunda vez y de nuevo bajo las órdenes de Rodrigo Sorogoyen, su segundo Goya como mejor actor secundario, por su papel en As Bestas, después de haberse llevado ya un Feroz.

Fanático de A Illa de Arousa y sus playas, y con un parecido físico con Feijoo que le llevó, a pesar de su gran distancia política, a coprotagonizar junto al político del PP una felicitación navideña para la Xunta, el compostelano comenzó, como casi cualquier otro actor gallego de su generación, en Pratos combinados, serie en la que firmó tan solo 6 episodios. Pero su salto a la gloria le vino apenas unos años después, en esa ficción de Voz Audiovisual que marcó un antes y un después en la televisión gallega. En Mareas Vivas dio vida al personaje que rebautizó a Luis Zahera ante la sociedad gallega: Petróleo. El tabernero de la serie ambientada en el ficticio Portozás y Luis Zahera se hicieron un todo indivisible, y así lo admite, orgulloso, el propio actor: «O outro morreu como Chanquete e eu morrerei como Petróleo».

Pero lo cierto es que, a pesar de que para los gallegos sigue siendo nuestro querido Petróleo, su carrera no se quedó ahí ni mucho menos. Y Zahera se convirtió en un habitual en el cine y la televisión de todo el país. Su salto a la ficción nacional comenzó con pequeños papeles anecdóticos aquí y allá, desde El comisario hasta Cuéntame pasando por Hospital Central, y había participado ya en películas de la talla de Los lunes al sol o El lápiz del carpintero. Pero su primer éxito indiscutible a nivel nacional le vino con Sin tetas no hay paraíso. Allí daba vida a El Pertur. Aparecería en la serie cuando esta ya era un éxito de audiencia —«chegaramos a ter sete millóns e medio de espectadores, algo impensable hoxe», recuerda—, pero su interpretación dejaría una marca instantánea e indeleble entre la audiencia. 

El Pertur fue su primer gran personaje «chungo», y aunque para él iba a ser esa y no más, lo cierto es que esa etiqueta lo ha perseguido hasta ahora, un poco contra su voluntad. «Eu quería ser un galán e acabei facendo de chungo, chunguísimo», decía en una entrevista para presentar el monólogo con el que ha actuado en buena parte de Galicia. «A min as películas que máis me gustan son as de amor. Eu quero facer papeis de morrear, pero non hai maneira; poño un bigote e xa parezo un galán turco», afirma con frustración retranqueira

La «chunguez» le acompañaría hasta el día de hoy en prácticamente todos sus siguientes papeles destacados. Tras ese exitazo en la pequeña pantalla, solo un año después le vino otro hitazo en la grande, con Celda 211. En su interpretación del politoxicómano y deteriorado Releches está casi irreconocible, y su voz, ronca, casi afónica, sirve de ruido constante en esa prisión agobiante a la que Daniel Monzón traslada a los espectadores. El personaje lo propuso el propio Zahera, que había descubierto la figura de los «enfermos judiciales» y  buscó la complicidad de su amigo Luis Tosar para plantearle al director un cambio en el registro del personaje, que era inicialmente mucho más violento. «Ao yonqui de Celda 211 téñolle o mesmo cariño ou máis que a Petróleo», decía en una entrevista a La Voz.

Su carrera a nivel nacional ya no haría más que crecer a partir de ahí. Pero nunca se olvidó de su tierra. En el 2011 volvía a la ficción gallega, de nuevo de la mano de Voz Audiovisual, con Matalobos, donde daba vida a Aníbal durante una docena de episodios.

Zahera ya empezaba a estar en todas partes. Era el eterno secundario, el atravesado, el malote; pero, en algunos casos, también con gran corazón. Como en su papel de Ferro, en la serie Vivir sin permiso, ambientada en el submundo de los narcos gallegos. «Le coges cariño, y dentro de toda esa maldad y cosas terribles, tiene una parte humana y bonita», aseguraba en una entrevista. Esa serie marcaba su primera gran colaboración con José Coronado, que volvería a repetir, hace muy poco, en Entrevías, donde interpretaría a Ezequiel.

Su nueva etapa dorada había llegado. «Eu pensaba que os anos dourados nosos foran os 90, pero agora é unha cousa brutal», dice un Luis Zahera que atraviesa el mejor momento de su vida. En estos últimos años son destacables sus trabajos en series como La unidad, de Dani de la Torre; Operación Marea Negra, sobre el narcosubmarino encontrado en las costas gallegas, o La última, la serie de la popular cantante Aitana junto a su expareja Miguel Bernardeu. Y hace nada acaba de lanzar una nueva película para Netflix, titulada Infiesto. Pero, sin duda, cuando le «vino dios a ver» —en sus propias palabras— fue en el momento en el que conoció a Rodrigo Sorogoyen. «Antes había chicas y chicos Almodóvar, ahora hay chicos y chicas Sorogoyen», bromeaba en una entrevista el actor gallego, orgulloso de pertenecer a ese selecto club. 

Bajo las órdenes del cineasta madrileño participó ya en el año 2016 en la película Que Dios nos perdone, protagonizada por Antonio de la Torre. Y la conexión entre director y actor fue instantánea. «Devoción mutua», en palabras de Zahera. Así que era natural que Sorogoyen contase con él en su siguiente largometraje, El reino, un thriller sobre la corrupción que le daría al gallego su primer Goya a mejor actor de reparto. Memorable esa escena del balcón, junto a Antonio de la Torre, donde el Zahera más hiperbólico exprime todo su potencial. «Pásate tres pueblos», le dijo el director para que interpretase a ese Cabrera con todos los tics del cocainómano. Y, aunque se sentía ridículo haciéndolo, lo bordó. Tanto como para llevarse un cabezón y regalárselo a su tía Cefe por su 89 cumpleaños

El tándem Sorogoyen-Zahera ha llegado así hasta la actual As bestas, donde el gallego se mete en la piel de Xan, uno de sus personajes más complejos. Vuelve a ser, una vez más, un «chungo», aunque en este caso el adjetivo se queda corto. El torvo vecino de esa aldea perdida se convierte en manos de Zahera en una amenazadora presencia que no necesita más que de su terrible mirada y su gesto desgarbado para infundir terror asfixiante. No sorprendió a nadie que la Academia volviera a otorgarle por este papel su segundo goya, una vez más, como actor de reparto

Y no cualquier actor, no. Este «chungo, chunguísimo», que sueña con ser galán y, a sus 56 años, todavía se pone nervioso en los cástings, es, en palabras de su compañero de reparto, el francés Denis Ménochet, «el mejor actor del mundo: Luis fucking Zahera».