«Todo a la vez en todas partes» triunfa en Premios Óscar 2023: dos tontos muy tontos en la cima de Hollywood

Jose Luis Losa

CULTURA

MIKE BLAKE | REUTERS

La película de Dan Kwan y Daniel Schinert se lleva siete galardones, todos los principales salvo el de mejor actor, que logra merecidamente Brendan Fraser por «The Whale»

14 mar 2023 . Actualizado a las 09:03 h.

La 95ª edición de los Óscar desató en la madrugada del lunes sobre Hollywood el ciclón que ya anunciaban todos los partes demoscópicos. Nada hubo entonces de sorprendente en que Todo a la vez en todas partes, la película o abominación codirigida por Dan Kwan y Daniel Schinert, se llevase de calle la práctica totalidad de los premios principales: siete estatuillas, las correspondientes a mejor película, dirección, guion original, actriz principal (Michelle Yeoh), actor y actriz secundaria (Ke Huy Quan y Jamie Lee Curtis) y montaje. Semejante atropello a cualquier juicio cabal sobre el cine como arte o como divertimento solo permitió salir en la foto, al margen de la troupe del filme insultantemente victorioso, a Brendan Fraser, quien protagonizó el único premio sensible y emotivo de la gala, al recibir el título de mejor interpretación masculina por The Whale, el filme de Darren Aronofski en el que encarna a un hombre esclavizado por su obesidad mórbida.

Todo a la vez en todas partes se pretende una experiencia extravagante en ese algo tan grimoso que llaman metaverso. Sus directores -dos tipos con mucho peligro porque se creen geniales y visionarios y no pasan de ser un dueto de frikis rompetechos- introducen a una mujer asiática, Michelle Yeoh, propietaria de una lavandería, en un remolino mareante que se desata cuando acude a un despacho de Hacienda y recibe las amenazas de Jamie Lee Curtis. De ahí se dispara un enloquecido centrifugado que salta de mundos y de tiempos como en un baile de San Vito que logra extenuarte, aturdirte y finalmente expulsarte porque no alcanzas a entender nada. Y no eres tú. Son ellos. Para visionar el latosísimo engendro, este cronista tuvo que fraccionarlo en tres tandas. Parece que es un efecto secundario muy común de esta no-película. Fiados a que el caos es muy vanguardista, los dos directores, que se hacen llamar los Daniels, desestructuran cualquier puente lógico de guion. Y encabalgan ocurrencias de humor zafio, a 24 cantinfladas por minuto.

Gags de brocha gorda, artes marciales, donuts por todas partes como si fuese aquello la sede y el símbolo de la venerable UCD. Logran provocarte dolor de cabeza, sequedad de boca, somnolencia. Esta toxicidad anticinematográfica va de estupenda porque se supone que pone en el foco en la minoría asiática y en la pansexualidad más bien lésbica. No debe administrarse sin prescripción médica. Está la película en una plataforma pero no seré tan cruel como para decirles cuál. Podrían acusarme de dealer.

Te quieren vender que esto es el neo-cine, pensado para la generación Z. Porque cada tramo de acción es como una convulsa experiencia TikTok. Y los padres y yayos de la Academia han sufrido un enloquecimiento colectivo. Y se han autoconvencido de que este es el momentum de una obra como esta. Ah, es un fenómeno puramente localista. Fuera de Estados Unidos provoca rechazo instantáneo. En España la han visto en salas en ocho meses 97.000 espectadores. Nueve mil menos que la casi clandestina CODA, la ganadora de la pasada edición, que ya marcó una seria crisis de credibilidad de los Oscar.

Brendan Fraser recibiendo su Óscar al mejor actor por «La ballena»
Brendan Fraser recibiendo su Óscar al mejor actor por «La ballena» DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

En realidad, el análisis de cómo hemos llegado hasta aquí no es nada complaciente. Es la estación termini que ha venido avisando, en el curso del tiempo, de que el cine adulto de Hollywood agonizaba. En la gala de esta 95ª edición, Spielberg -que presentaba en The Fabelmans su mejor cine desde Munich, que es de 2005- se fue de vacío. A Igual que el Babylon de Damien Chazelle. A James Gray, autor de la otra gran película norteamericana oscarizable de la temporada, Armageddon Time, ni siquiera le dieron la llave de una mínima nominación. Y cuando toca un año con película de Tarantino, de Fincher o Paul Thomas Anderson (los otros tres autores que sobreviven en el fangal de esta banalidad embrutecida dominada por Marvel, DC, Netflix o los bluffs de la falsamente culta A24) la despachan sin darle ni la hora o -como mucho- premiando su guioncito. No se me ocurre que pueda haber retorno. El espectador intelectualmente maduro, que exige que se le mire con respeto, no tiene lugar ya en el multiverso memo. Como escucho en uno de los escasos momentos de Todo a la vez en todas partes en los cuales una frase es inteligible: «La clave está en introducir a mamá en Matrix». No se dejen. Vigilen a sus madres. Si quieren colocarse, elijan otro método. Esto de los enrolladísimos e histéricos saltos de la rana del bodrio de los Daniels es definitivamente un mal viaje. Y sus siete Óscar no hacen otra cosa que desnudar la agonía artística de Hollywood. Y son el certificado de defunción de esta ceremonia como algo de interés, creativo o sociológico.

Los galardones se hacen el harakiri y Hugh Grant asume «su cara de escroto»

La gala de estos 95.º Oscar, presentada por el comediante Jimmy Kimmel, pareció estar diseñada para que no sucediera nada noticioso. Kimmel tuvo una aceptablemente ácida intervención de apertura. Y luego se difuminó. El hecho de que redundase en bromas sobre la performance violenta de Will Smith durante la gala de 2022 hasta erigirla en el tema central humorístico invita a pensar en un no sé si consciente temor a las sorpresas. No hubo ni una sola en el palmarés. Las quinielas de pronósticos publicadas por La Voz de Galicia el domingo daban pleno de aciertos.

Así, la segunda película en salir con bien del reparto de los Óscar fue el bélico alemán Sin novedad en el frente. Los cuatro Óscar que obtuvo la que es tercera adaptación de la novela antibelicista de Erich Maria Remarque -mejor película de habla no inglesa, fotografía, banda sonora y diseño de producción- suenan como operación oportunista, avalada por Netflix, que se sirve del texto de Remarque para adulterarlo y dejar que las similitudes del combate de trincheras del frente de la Gran Guerra con lo que sucede en Ucrania generen una fácil empatía, rentable para un filme muy dudoso en su espectacularización del conflicto bélico.

Jamie Lee Curtis también resultó premiada
Jamie Lee Curtis también resultó premiada DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

El filme de Sarah Polley, la bastante gélida Ellas hablan, obtuvo el premio al mejor guion adaptado, al transcribir a un espacio cuasi teatral los debates en asamblea granjera de un grupo de mujeres que se rebela contra los códigos de dominio masculino propios de una secta de otro tiempo. Y de entre el resto del palmarés, las tres aparatosas superproducciones de la temporada, Avatar: el sentido del agua, Top Gun: Maverick y Black Panther: Wakanda Forever fueron despachadas con un premio técnico a cada una de ellas: respectivamente, los de mejores efectos visuales, sonido y vestuario. No pasaron desapercibidas las muy llamativas ausencias en la gala de James Cameron, director de Avatar, y de Tom Cruise, protagonista absoluto de la secuela de Top Gun. Ambos son dos de los nombres más prominentes de la industria de Hollywood. Y no será ajena a estas ausencias la sensación de un ninguneo de la Academia a las tradicionales majors, en detrimento de la nueva compañía independiente y muy cool A24, responsable de Todo a la vez en todas partes y de The Whale. Y también en beneficio de la progresiva aceptación de Netflix, que se ha llevado siete Óscar, si sumamos a los cuatro de Sin novedad en el frente los de mejor largo de animación, que fue para el Pinocho de Guillermo del Toro; el de mejor canción, obtenido por la machacona Naatu Naatu que suena en la película de la India RRR, con un grupo de danza entre chiquilicuatre y aserejé; y el de un corto documental en línea con aquel de un pulpo sororo.

¿En qué momento las galas de los Óscar perdieron el glamur del star-system? Bueno, en realidad el star-system feneció y el desmerengamiento se produjo en algún momento de este siglo. No es novedoso pero esta vez ya se percibe flagrante que las grandes presencias de la noche fuesen Lenny Kravitz, David Byrne, Rihanna o Lady Gaga en camiseta y unplugged. De lo que fue el dream-team del celuloide apenas podemos mencionar sobre el escenario a Nicole Kidman, a Sigourney Weaver y a Andie McDowell con Hugh Grant. Grant se curó en salud soltando que desde que él y McDowell fueron pareja romántica en pantalla a él se le había puesto «cara de escroto». Cuatro bodas y un funeral.

Apareció Travolta para su elegía por Olivia Newton John o por Kirstie Alley. Y echó una llorera como si no hubiera un mañana mientras las imágenes del In Memoriam se cubrían de fertilizante humano al ignorar a Carlos Saura. Alguien habló del hito de Todo a la vez en todas partes al conseguir tres premios de interpretación. Se le olvidó mencionar que cuando Hollywood imperaba ganaron tres Óscar por Un tranvía llamado deseo unos cualquiera, el uomo cualunque Marlon Brando, Vivien Leigh y Kim Hunter. O cuando sucedió con Network, Faye Dunaway, Peter Finch y Beatrice Straight.

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Estábamos tan necesitados de leyendas que hubo una stand up ovation para Brendan Fraser. Oigan, no es Laurence Olivier sino George de la jungla. Pero fue de lo más puro de una noche de engañifas. El domingo se quiso también vender como gran historia sobre el sueño americano el retorno de Tapón, el boat boy vietnamita que acompañaba a Indiana Jones en el templo maldito. Paradójicamente, el premio a mejor película, en el instante final de la ceremonia, lo entregaba Harrison Ford. Y allí que subió Tapón, en medio del grupo. Y al pasar junto a Ford lo rodeó displicentemente para acudir a tocar el metal del becerro de oro o del Óscar, que hoy no es más que una dorada pacotilla. ¡Tapón!