Goya y Picasso, mano a mano en el ruedo de la estampa en «Tauromaquias»

M. Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

Un visitante fotografía una de las obras de la muestra «Goya / Picasso. Tauromaquias».
Un visitante fotografía una de las obras de la muestra «Goya / Picasso. Tauromaquias». Marta Fernández Jara | Europa Press

La Real Academia de Bellas Artes confronta en Madrid la indagación plástica sobre los toros que ambos artistas realizaron

23 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) y Pablo Ruiz Picasso (1881-1973) trataron de destilar la esencia de lo español en su obra. Y en esa indagación plástica no podían faltar los toros. Tanto el genio aragonés como el malagueño plasmaron ese interés en sendas tauromaquias separadas por más de un siglo e unidas por su modernidad. Ahora se confrontan en Madrid en la Real Academia de Bellas Artes, en una muestra histórica en cartel hasta el 3 de septiembre y que viajará después a Málaga. Titulada Goya /Picasso. Tauromaquias, y comisariada por el académico Víctor Nieto, la muestra se suma al cincuentenario de la muerte de Picasso. Exhibe un total ciento diez piezas entre las planchas de los grabados de Goya, sus estampaciones y las aguatintas de Picasso, que comenzó esta serie en 1926 y la concluyó a finales de los años 50.

«Abordan temas comunes con un planteamiento distinto, pero ambos lo hacen desde una radical modernidad», destaca el comisario de un proyecto que «revisa los significados de las series gráficas de ambos genios sobre la lidia, los vestigios o secuencias de afinidades entre ellas y sus divergencias». Es también histórica porque muestra por primera vez todas las planchas de cobre de la Tauromaquia goyesca, grabadas al aguafuerte y aguatinta entre 1814 y 1816 y nunca mostradas íntegramente hasta ahora. En poder de la Real Academia desde 1970, la última impresión se realizó en 1983. Se tomó entonces la determinación de no volver a estampar la serie para salvaguardar su conservación. Sus planchas se consideran hoy como la verdadera obra de arte, donde Goya dejó su huella, y no como el medio para imprimir la imagen, un mero dispositivo de producción de estampas.

«Este criterio de preservación de las matrices originales grabadas directamente por la mano del artista responde al compromiso de reivindicar su valor como patrimonio universal», dice Javier Blas, de la Academia. «Hay reflejos de Goya en Picasso y él ya se encargó en dejarlo por escrito —Picasso escribía bastante bien y era muy rico en detalles— y de hecho apuntó al respecto de una estampa de Goya, Disparate de tontos (o de toritos), que era como ‘‘una lluvia de toros’’», agrega.

La muestra es así una oportunidad única, ya que el gabinete de grabados de la Academia, con 228 planchas, tan solo muestra cuatro de las 33 de la serie taurina goyesca, siete de las cuales están grabadas por ambas caras. Se debe a que Goya las desechó y decidió reutilizar el revés de unas planchas nada baratas. Las desechadas no aparecieron en las dos primeras ediciones de la serie y se incorporaron a la tercera en 1876. La Academia incorpora cuatro excelentes ejemplares de Los toros de Burdeos dibujados con lápiz litográfico por Goya en 1824 y 1825.

Una visitante contempla los grabados y (abajo) las planchas de Goya.
Una visitante contempla los grabados y (abajo) las planchas de Goya. Marta Fernández Jara | Europa Press

Una década antes de la Guerra Civil, en 1926, Gustavo Gili Roig encargó a Picasso una edición de bibliofilia sobre el tratado Tauromaquia o arte de torear escrito por el diestro José Delgado, alias Pepe-Illo, e impreso en Cádiz en 1796. En un principio Picasso abrió ocho aguafuertes y trazó algunos esbozos que quedaron inéditos. En 1957 rescató el proyecto en La Californie, su villa en Cannes, grabando 27 aguatintas al azúcar. Dos años más tarde, Gili hijo publicó la Tauromaquia de Picasso añadiendo a las 27 estampas una cubierta grabada a la punta seca. La estampación se confió al taller Lacourière en París, bajo la dirección de Jacques Frélaut. De la tirada de la cubierta se encargó el grabador catalán Jaume Pla.

Ha sido posible confrontar la Tauromaquia de Goya con la serie completa de Picasso gracias a la aportación del Museo Casa Natal Picasso de Málaga, que ha prestado 24 estampas, y a la Biblioteca Nacional, que cede las dos restantes y la cubierta. Al contrario que en el caso de Goya, no se conservan las planchas de las aguatintas de Picasso, inutilizadas tras su estampación.

Mientras que Goya jugó un papel relevante en la Academia de Bellas Artes, donde fue profesor de pintura, Picasso fue un fugaz alumno de la institución. Solicitó el ingreso formal en la entonces Escuela de San Fernando el 14 de octubre de 1897. Durante el breve tiempo que pasó en Madrid, visitó con asiduidad el Prado, donde fue copista de Velázquez y otros maestros. Acabaría siendo director del museo y miembro honorario de la Academia. La tradición pictórica española está profundamente enraizada en Picasso y hay testimonios de su interés por Goya. Así como la identificación de Goya con los temas taurinos proviene de sus grabados y litografías, algo similar sucede con Picasso. «Su fama taurina está en deuda con su obra gráfica no tanto, o no solo en lo que respecta a la ‘Tauromaquia’, cuanto a otras imágenes que superan el contexto narrativo de las corridas de toros. La presencia híbrida entre mitología y tauromaquia del minotauro en la ‘Metamorfosis de Ovidio’, en la Suite Vollard’ y la ‘Minotauromaquia’ han contribuido a la construcción de una de los iconos más reconocibles del arte del siglo XX», dice el comisario.

Los grabados y las litografías de Goya conforman uno de los episodios de mayor relevancia en la historia del arte gráfico. «La reflexión crítica sobre las conductas de sociabilidad en los ‘Caprichos’ o la denuncia de culpabilidad del ser humano y la despiadada brutalidad de sus acto en los ‘Desastres de la guerra’ son el más elocuente testimonio de la razón de Goya. Ni la ‘Tauromaquia’ ni los toros de Burdeos son ajenos a esa dimensión crítica», concluye Nieto.