El glorioso pasado de Primal Scream se pasea por el Noroeste

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Bobby Guillespie en los primeros momentos de su concierto del Noroeste
Bobby Guillespie en los primeros momentos de su concierto del Noroeste ALBA IGLESIAS

La banda de Glasgow firma un buen concierto en el festival coruñés, apelando a su lado más roquero

13 ago 2023 . Actualizado a las 11:18 h.

Hubo dos momentos en los que se podía decir que Primal Scream era la mejor banda de rock del planeta, sin que el portavoz de la afirmación pareciera un fan encendido que había perdido la razón. Uno fue a principios de los noventa, con la salida del estratosférico Screamadelica (1991). El otro, recién estrenado el siglo, presentando el sonido afilado de Xtrmntr (2000). De aquello ya hace tiempo. Entre aniversarios, revisiones, varios discos flojos y un álbum destacable como More Light (2013), la banda de Glasgow se ha convertido en una leyenda andante que mira, cada vez desde más lejos, a aquel pasado glorioso.

En A Coruña llegaron como el gran grupo de esta edición del Noroeste. Y lo hicieron en la línea de sus últimos conciertos, que tiraban más hacia su lado stoniano y guitarrero que a la mezcla de electrónica y rock de sus hitos editoriales. Aunque con matices, porque al poco de empezar el agradecido y psicodélico rescate de Slip Inside This House planteó una salida del guión. Si después esta se seguía de Swastika Eyes, muy bien traída dentro de esa estética más grumosa y menos pregrabada, cabía pensar que se podía producir cambio de planes.

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Pero no. Esas pinceladas se quedaron como agradecidas turbulencias estilísticas en un concierto en el que mandó, sobre todo, la idea de rock clásico. Con Andrew Innes poniendo los amplis al máximo y Bobby Gillespie luciendo su espigada silueta sobre los imponentes visuales, Primal Scream atacaron a su repertorio respaldados de un coro de voces negras y un saxofonista que ofrecieron una versión más orgánica de su música. En este contexto, temas como It's Alright, It's Ok y Suicide Bomb emergieron como los dos rostros actuales del grupo. Uno luminoso y esperanzador. Otro oscuro y perturbador. Los dos sonando de maravilla.

Para entonces, Gillespie ya se había paseado de lado a lado del escenario, pedido palmas y puesto el micro al público constantemente. Algunos decían que pesaba la edad, pero el cantante nunca fue un líder explosivo, sino más bien sinuoso. A sus 62 años defiende la plaza con camisa western, traje blanco y veteranía. A su lado, la bajista Simone Butler le pone esponjoso colchón sonoro, aunque también músculo escénico y carisma a la propuesta. Y ahí, con todos los elementos perfectamente enfilados, se destapó el tarro de los hits. De Come Together, sonando real con los coristas, a ese infalible Jailbird de ritmo irresistible. Y de la euforia pop de Country Girl al inevitable Rocks, con el que se puso el cierre. Recordando siempre lo grandes que fueron creándolos en su día. También lo estupendo que es verlos ahora, revisándolo todo.