«Comandante», fallida apertura de Edoardo de Angelis en una Mostra que pudo contar con Guadagnino y Zendaya
CULTURA
![La directora y guionista Liliana Cavani, posando en la 80.ª Mostra.](https://img.lavdg.com/sc/uM4ItDME1mvLUls8n6uGUAPY88g=/480x/2023/08/30/00121693413181747558158/Foto/reu_20230830_105308055.jpg)
León de Oro honorífico para Liliana Cavani, con Charlotte Rampling y «Portero de noche» en el recuerdo
30 ago 2023 . Actualizado a las 23:05 h.Con el esplendor que a priori promete el cartel de esta 80.ª Mostra, ya se sabía que la apertura iba a verse lesionada de modo singular por la huelga de guionistas y directores en Hollywood. Estaba previsto abrir con el aldabonazo inaugural de Challengers, el filme de Luca Guadagnino que promete consolidar a Zendaya como actriz de peso. Pero la imposibilidad de que la celebrity acudiese al Lido para la promoción llevó a la Metro a aplazar el estreno al 2024.
El roto generado es doloroso porque no hubo acierto a la hora de elegir reemplazo. Y la cinta italiana Comandante, del insustancial Edoardo de Angelis, se queda en muy poca cosa. Es una apuesta por el cine bélico en su subespecie de submarinos, lo cual sonaba bien. Y juega a la reivindicación de la figura histórica del marino Salvatore Todaro, que luchó en la Segunda Guerra Mundial bajo el mando de Mussolini y que protagonizó una gesta humanitaria al salvar a los tripulantes de un mercante belga que había hundido y transportarlos sanos y salvos a las Azores.
Hay en Comandante un respeto por las claves del cine de periscopios y una reivindicación del hombre de mar profesional en tiempos de guerra por encima de las ideologías. Pero en ese equilibrio delicado De Angelis se maneja mal. Es evidente que ese rescate de los enemigos en alta mar por el héroe que encarna el gran Pierfrancesco Favino es un claro guiño dirigido a la política ante la inmigración irregular del gobierno Meloni. Pero en ese dibujo del personaje, De Angelis patina fatalmente y desliza lo que aspiraba a cuento bondadoso hacia un nacionalismo italiano tosco, vociferado y rugiente. Y así, se hunde su nave en turbias aguas que remiten —sin ser su intención— a oscuras corrientes que mixturan, en un camarote grouchomarxiano de confusión, el fascismo mussoliniano y el humanismo de ONG avant-la-lettre. Un naufragio fílmico en toda regla.
«L'ordine del tempo», una incuria artística
Tampoco me parece una buena idea otorgar el León de Oro honorífico a Liliana Cavani si se envuelve en una cinta de maldad indescriptible, L’ordine del tempo, que la cineasta pergeñó a sus 90 años. Se plantea en ella un día del fin del mundo ante la irreversible colisión de un meteorito con la Tierra. En esas horas, un grupo de viejos amigos que se reúne para un cumpleaños desgrana —ante la inminente liquidación— los secretos amores, las infidelidades, las confesiones que salen del armario en un clima que semeja vodevil de los despropósitos. Es tan mayúscula la incuria artística, tan irritantes los diálogos y situaciones, tan involuntariamente cómicas las interpretaciones, que no ves la hora de que a este reencuentro de físicos, psicoanalistas, monjas, médicos o financieros se les caiga encima el cielo y la tierra para que alguien mande parar.
Dejemos para otro momento la valoración general de la carrera de Cavani y el daño que el tiempo ha hecho a su Portero de noche y al rol de Charlotte Rampling, encargada de entregarle su premio. Lo cierto es que nadie habla de Cavani desde hace 30 años. Y habrá mucho centennial que se pregunte qué hacen en la Mostra homenajeando a un futbolista uruguayo en pleno ocaso y de prejubilación en el River Plate.