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Jon Fosse: «Siempre supe que escribir salva vidas, quizá incluso la mía»

x. f. REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Jon fosse impartió la Lección del Nobel en la sede de la Academia Sueca en Estocolmo.
Jon fosse impartió la Lección del Nobel en la sede de la Academia Sueca en Estocolmo. TT NEWS AGENCY | REUTERS

El premio Nobel de Literatura reflexiona sobre las implicaciones de su arte

11 ene 2024 . Actualizado a las 15:18 h.

La obra de un premio Nobel puede rastrear su origen, en esencia, a un trauma escolar. Cuando era alumno de instituto, el noruego Jon Fosse (Haugesund, 1959) tuvo que leer en alto en clase. «Un pánico repentino se apoderó de mí. Me levanté y salí corriendo del aula», recordó este jueves el escritor en la tradicional Lección que imparten los distinguidos con el Nobel de Literatura. Una oportunidad para que, a partir de aquella conmoción Fosse reflexionase sobre cómo la escritura le ayudó a superar sus miedos. El autor compartió sus ideas sobre la escritura, su capacidad de expresión y la dimensión total de un arte que él ha cultivado con novelas, piezas dramáticas y poesía.

«¿Qué aprendí de aquello?», se preguntó Fosse en su disertación, titulada Un lenguaje silencioso. «De algún modo, era como si el miedo me hubiese arrebatado el lenguaje, por lo que tuve que recuperarlo. Y, si debía hacerlo, debería hacerlo siguiendo mis propias reglas, no las de los demás». El acto de escribir le permitió a Fosse recuperar su voz, solo que sobre el papel: «Empecé a escribir mis propios textos, poemas breves, relatos cortos. Y descubrí que me proporcionaba una seguridad, me daba lo opuesto al miedo. Encontré un lugar en mi interior que era solo mío, y desde el que podía escribir algo que solo era mío».

De esta forma nació una obra que se ha prolongado varias décadas y que ahora ha culminado con el Nobel de Literatura. Una distinción que a Fosse le sigue pareciendo inconcebible. «Todavía no me lo puedo creer», confesó, en relación a las múltiples representaciones de sus obras para el teatro, un género que nunca había pensado cultivar pero en el que se inició gracias a una iniciativa pública que le otorgó una ayuda dentro de un programa para ampliar el catálogo dramático de la literatura noruega. «La vida es difícil de creer. Igual que me resulta increíble pensar que ahora estoy aquí intentando decir algo que más o menos tenga cierto sentido sobre lo que significa escribir, gracias a que se me ha otorgado el premio Nobel de Literatura», añadió.

Fosse también aprovechó la oportunidad que le brindó la Lección del Nobel para aportar algunas de sus ideas sobre el papel de la escritura y de la literatura. En su opinión, no se trata tanto de expresarse uno mismo sino, «más bien, de huir de mí mismo». Una obra literaria, para Fosse, es un ente completamente autónomo: «Un buen poema constituye su propio universo. Y, a continuación, quien lo lee entra en ese universo, por lo que se trata más bien de una comunión que una comunicación». 

Escuchar para escribir

En esa comunión el acto quizá de mayor importancia no sea el de la escritura, sino el de la escucha. «El acto de escribir, para mí, consiste en escuchar. Si tuviese que elegir una metáfora para recibirme al acto de escribir, esa sería la de la escucha», reflexionó. Al final, ese hábito de escribir —una enfermedad, como se refirió a ella Marguerite Duras— forma parte indisociable del acto de vivir de Fosse.

Una respuesta frente al miedo que ha acabado por integrarse en la misma raíz de su existencia. «Hay muchos suicidas en mi escritura», admitió ayer, seguido de la preocupación de que quizá, de alguna manera, pudiese haber contribuido a legitimarlo. «Quienes más me han conmovido son aquellos que me han escrito para decirme que mi obra les ha salvado la vida. De alguna manera, siempre supe que la escritura puede salvar vidas, quizá incluso haya salvado la mía», concluyó el Nobel.