Pet Shop Boys y cómo conquistar a base de la más elegante electrónica

CULTURA

Sandra Alonso

El dúo londinense irrumpió en la segunda noche O Son do Camiño con una propuesta hipnótica y original para firmar un concierto de nivel

01 jun 2024 . Actualizado a las 13:55 h.

Cuando en algún momento de 1981 Neil Tennant y Chris Lowe se conocieron en una tienda de artículos electrónicos del centro de Londres, en la escena musical británica todavía rondaba el rock de The Police y reinaba galopante el pop de Madonna. Así que en medio de guitarras, bajos y baterías, el dúo británico de tecno pop tuvo que hacerse un hueco con una música hecha a base de sintetizadores. Lo bautizaron sythn-pop. Pocos grupos pueden presumir de hacer girar sobre sí mismo al panorama musical europeo de una época, pero Pet Shop Boys sí.

Algo parecido sucedió este viernes en O Son do Camiño. El grupo, que lleva ya 40 años sin bajarse de uno, se subió al escenario después de que el puertorriqueño Myke Towers hiciese bailar reguetón a las masas y de que La Oreja de Van Gogh presumiese de desplegar uno de los repertorios más emblemáticos del pop para, al menos, un par de generaciones de españoles. Aparecieron entonces los londinenses, vestidos con gabardinas blancas y máscaras metálicas, cantando Suburbia y el choque fue parecido al de los 80. Pero igual que en aquel entonces, Tennant y Lowe convencieron a base de la más elegante electrónica.

Pet Shop Boys se armó del excentricismo durante la primera media hora de concierto para cantar Opportunities (Lets make lots of money). Y en una de esas, Tennant, que está a punto de cumplir las siete décadas, anunció al público lo que se convertiría en la máxima de después: «En la tierra de los sueños ser aburrido es un pecado». Sonó entonces el medley de Where the streets have no name y el mítico Can't take my eyes off you, y el público bailó.

Tampoco es que a un grupo que ha vendido más de 100 millones de discos en todo el mundo, elevado ya a categoría de culto, le preocupe demasiado convencer —y se le nota— más bien ser original. Lo contaron ellos mismos en una entrevista tras el lanzamiento de su último disco: «Buscamos dar con algo que no sea un completo cliché». Pueden estar tranquilos, porque si por algo se caracteriza su espectáculo es por genuino y estridente. 

A mitad de la velada, la dupla electrónica entró de lleno en su último trabajo: Nonetheless. Un álbum alabado por la crítica con el que han llegado a colocarse segundos en la lista de más vendidos de Reino Unido, en pleno 2024, y solo por detrás del gigante de ventas que es Taylor Swift. Casi nada. Abandonadas las gabardinas blancas, sonó de este nuevo disco Loneliness, Dancing Star o la casi balada A New Bohemia.

La cosa iba de bailar —aunque ellos lo hagan verdaderamente poco— y se notó especialmente con la versión You were always on my mind, de Elvis Presley, cuando ya había sobre el escenario dos coristas y un percusionista para llevar al concierto directo a la música disco. Por ese entonces Tennant ya pedía palmas.

La recta final fue para los clásicos liberadores que componen su discografía. Sonó It's a Sin —«Es un pecado» una canción publicada en 1987 y elevada a categoría de himno que ha conseguido llegar a públicos muy diversos por lo potente del mensaje. La letra cuenta el paso de Tennant por una escuela católica y el sentimiento de culpa que le acompañó durante años por querer ser uno mismo. Con Go West, en las pantallas de O Monte do Gozo se sucedieron imágenes de las movilizaciones de los 80 contra la discriminación de los homosexuales en los momentos más duros de la lucha contra el SIDA.

De himno en himno, no tardó en aparecer West End Girls, el sencillo que les catapultó a la fama, y uno de los últimos temas del concierto que llegó cuando ya tenían al público más que convencido. Se marcharon con Being Boring, la que para muchos es su mejor canción. Y con un tímido saludo con la mano, Pet Shop Boys dijo adiós.