«Unha vida viquinga» rompe tópicos y avala el interés nórdico por Galicia

Emma Araújo SANTIAGO / LA VOZ

CULTURA

El Museo Gaiás expone 120 piezas de Suecia, Dinamarca, Francia y España

18 ago 2024 . Actualizado a las 21:19 h.

Nadie duda que los vikingos eran un pueblo fiero y guerrero, pero también tenían debilidad por el comercio y el Apóstol Santiago, algo que evidencian los numerosos trocitos de concha de vieira que fueron localizados en Sigtuna (Suecia) y que pertenecían a vikingos que hicieron el Camino de Santiago, posiblemente en el siglo XII.

Sus mujeres tampoco eran Penélopes que tejían y destejían a la espera del Ulises de turno, sino que eran guerreras o acompañaban a los varones con el resto de la familia para asentarse en lugares en que, como la isla de Terranova, el norte de África y más allá del mar Caspio, hay huellas de su presencia, no siempre bélica. Y cuando las vikingas le daban al hilo, lo hacían para tejer las velas con las que los barcos surcaban los mares para adentrarse con sus naves, ligeras y de poco calado, por lagunas y desembocaduras fluviales como la del río Ulla. Así llegaron a Catoira en el siglo IX y continuaron hasta Santiago tras perder una batalla anterior en A Coruña el año 844.

De todos estos acontecimientos hay vestigios históricos y arqueológicos que forman parte de la exposición Unha vida viquinga, inaugurada este viernes en el Museo Centro Gaiás de Santiago y que podrá visitarse, con acceso libre y gratuito, hasta el próximo 5 de enero del 2025.

La muestra, planteada como un ciclo vital con materiales vinculados al relato de infancia, juventud, madurez y muerte de integrantes de esta civilización nórdica, la conforman 120 piezas de instituciones museísticas de Suecia, Dinamarca, Francia y España. Y algunas de tan reciente hallazgo que no se habían exhibido hasta la fecha. Este es el caso de una pequeña empuñadura de madera que corresponde a una espada vikinga de juguete, un arma cuyo diseño se ha colado en el imaginario colectivo de lo escandinavo más rudo pero que, en realidad, fue copiada por esta civilización en una de sus incursiones por Francia.

Menos belicosas son las hojas de patines elaboradas con huesos y descubiertas en infinidad de tamaños en una zona en la que esta forma de desplazarse solo podía entenderse como un juego, lo que constata un modo de vida complejo que rompe otro tópico más.

Recreación de un barco

La recreación en cartón de un barco vikingo, diseñado por la firma compostelana Cenlitros y que reproduce —con 584 piezas ensambladas manualmente— una nave real de 17 metros de eslora recuperada en Dinamarca, junto a las ilustraciones del reconocido artista gráfico ourensano David Rubín, multiplican el atractivo de la exposición, comisariada por la doctora en estudios escandinavos e investigadora de la Universidade de Santiago Irene García Losquiño (Elche, 1984).

La muestra fue inaugurada por el conselleiro de Cultura, José López Campos, que afirmó que Unha vida viquinga «é unha das maiores exposicións feitas na península Ibérica sobre a cultura viquinga», para añadir que «o paso histórico deste pobo por Galicia deixou unha fonda pegada polo que ampliar o coñecemento desta cultura é tamén un xeito de coñecer mellor unha parte da nosa historia».