
La intérprete ourensana participa en la última obra del Centro Dramático Nacional, «GRRRL», con entradas agotadas para todo el mes
17 feb 2025 . Actualizado a las 09:31 h.Dice Alba Recondo (Ourense, 1992) que desde niña deseó que su futuro estuviese encima de un escenario. En los grupos de teatro aficionado en los que participó en su adolescencia descubrió que su pasión estaba sustentada en un talento intrínseco para la actuación. Se fue a Madrid para formarse profesionalmente y allí lleva desde entonces. Su carrera despegó en el 2018, cuando entró en la Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico y desde entonces ha sido imparable. Sueño de una noche de verano, La señora y la criada o La vida es sueño son algunos de los títulos en los que participó durante esa etapa. Mañanas de abril y mayo, de Laila Ripoll, actual directora del Clásico; Os actos e as profecías, del Centro Dramático Galego; o El monte de las ánimas, de Fernán Gómez tuvieron sus siguientes obras. Y ahora Alba despunta con GRRRL, la nueva propuesta escénica del Centro Dramático Nacional, una función escrita por la joven dramaturga Sara García. En la obra comparte escenario con Raúl Fernández de Pablo, Eva Santolaria y David Castillo, entre otros. Acaban de estrenar y ya han agotado entradas para todas las funciones, de aquí al 2 de marzo.
—¿Cómo está siendo la aventura de trabajar en el CDN?
—Es mi primera vez y la verdad es que estoy súper feliz. El María Guerrero de Madrid es un teatro con un equipo increíble.

—«GRRRL» son trece relatos de resistencia protagonizados por un «hasta aquí». Así se resume la obra, en la que usted interpreta a más de cinco personajes diferentes. ¿Difícil?
—Fue una verdadera gozada. El texto es una oda al derecho a la ira y, de hecho, la propia Sara escribe que cuando las palabras y las teorías no alcanzan, solo nos queda el rugido. Estoy muy feliz porque no siempre tienes la suerte de creer en lo que estás contando y de que te cojan en un proyecto en el que confíes y estés comprometida a un nivel de discurso. Creo que GRRRL es una obra que confronta al público y genera debate y discusión. Hay gente que no va a estar de acuerdo con ella y, aún así, espero que aprendan algo.
—¿El teatro es herramienta para cambiar el mundo?
—Sin duda yo digo sí. Mismamente en GRRRL, que es una obra que destapa la realidad, la desigualdad que hemos tenido que aguantar mil veces las mujeres solo por el hecho de serlo, y, sin embargo, lo hace desde el humor. Acercarse al espectador en un ambiente relajado y de risa es más sencillo. Pero es cierto que no siempre tienes la oportunidad de trabajar con textos como este, contemporáneos, escritos por una mujer joven, que está inmiscuida en la realidad y en la sociedad actual. Además de que Sara participa también en la dirección y poder contar con ella durante todo el proceso de preparación de la función ha sido muy importante.
—En su caso, ¿se ve reflejada en la obra? ¿Ha tenido que enfrentarse a este tipo de situaciones de discriminación o desigualdad dentro de la profesión?
—Como mujer creo que todas sufrimos a lo largo de nuestra vida cierto tipo de violencia, quizá no específicamente sexual, pero sí en lo laboral, en lo profesional, en lo sentimental... El mero hecho de prepararnos el texto de GRRRL ya nos hizo debatir entre los actores y ser conscientes de todas las situaciones que se asemejaban a nuestra realidad. Como actriz hay demasiados estigmas. Ahora mismo estoy buscando representante y me he encontrado más veces de las que me gustaría con profesionales que destacan negativamente mi edad, porque al estar ya en la treintena... Perdona, ¿a los treinta qué les pasa? Hay mucha gente de esta edad, igual que de veinte, de cuarenta o de sesenta. Esto, por ejemplo, es un tabú que no tienen los hombres.
—Ha participado en proyectos audiovisuales como la serie «Amar es para siempre» o la película «Claret», donde interpretaba a Isabel II, pero usted escoge las tablas. ¿Por qué?
—Es lo que más me llena. De niña me di cuenta de que lo mío era el teatro y poder llegar a vivir de esto es realmente un sueño. Hay un 93 % de paro y yo tengo trabajo, así que me siento una absoluta privilegiada y creo que tengo muchísima suerte.
—¿Cuál es el personaje que le habría gustado interpretar a usted?
—Tengo que admitir que lo que estoy haciendo justamente ahora es lo que siempre había querido hacer. Más que por los personajes que interpreto, que también, por el equipo. Yo escogí esta profesión por la colectividad que lleva intrínseca. Cada proyecto tiene un grupo, unos profesionales que atraviesan juntos un proceso intenso, de muchas horas, de preparación y de rodaje. Esas personas se convierten en tu familia el tiempo que dura el proyecto y luego te tienes que despedir y pasar al siguiente. En GRRRL admiro y quiero a todas las personas del equipo, artístico y técnico, y siento que eso es la verdadera suerte. Ojalá tenga más oportunidades de repetir esta experiencia maravillosa más veces.
—¿Con quién le gustaría trabajar?
—Desde niña he soñado con trabajar con Carmen Machi. Es la primera actriz que me llamó la atención, la que me metió el gusanillo de la actuación dentro, y la admiración que siento hacia ella no ha hecho más que crecer con cada uno de sus trabajos.
—En plena temporada de premios para el sector audiovisual, ¿qué película le ha robado el corazón este año?
—Hay muchas, la verdad. Vi hace muy poquito El 47 y la recomiendo con todo mi ser. También me encantó La estrella azul. Y, ya fuera del cine español, me gustó muchísimo la italiana La quimera.
—¿Y de series?
—Me acabo de terminar Los años nuevos y es imposible no mencionarla. De hecho, con Francesco Carril también me encantaría trabajar. Le vi hace muchos años en el Teatro Español haciendo Furiosa Escandinavia, me enamoró y no le pierdo la pista.