
La temprana boda del autor nacido en Arequipa con la tía Julia marcó su camino, que fraguó finalmente al lado de Patricia Llosa
15 abr 2025 . Actualizado a las 09:33 h.Primer escritor extranjero cuya obra entró en vida del autor en la prestigiosa colección francesa La Pléiade, de Gallimard, aunque estudió Letras y Derecho en Perú y se doctoró en Filosofía y Letras en Madrid, no fue —decía— hasta que vivió en París cuando se sintió latinoamericano. Un círculo que se cerró en el 2023 cuando fue elegido miembro de la Academia Francesa. Después de París vendrían Londres, Barcelona y Madrid, ejerciendo como profesor, escribiendo, colaborando en distintos medios...
Nacido el 28 de marzo de 1936 en Arequipa (Perú), tras el divorcio de sus padres, se crio con su madre y su abuelo en Cochabamba (Bolivia). Cuando él contaba 10 años, la familia se mudó a la ciudad peruana de Piura. Un año después, ya en Lima, sus padres retomaron la relación.
Su vida ha estado siempre muy vinculada a su literatura, y viceversa, como muestra aquel primer matrimonio —con una tía suya, Julia Urquidi, un decenio mayor que él y a la que conoció a los 19 años— sobre el que levantó una novela en buena medida autobiográfica, La tía Julia y el escribidor (1977), en cuanto que, para escándalo generalizado, fundía realidad y ficción con una gran carga humorística y una no desdeñable mirada sobre el erotismo que no invalidaban sus interesantes reflexiones sobre la creación. Ella le dio cumplida réplica —no en lo literario— en Lo que Varguitas no dijo (1983); fue todo un ajuste de cuentas.
En La tía Julia... ya afloraba la difícil relación que Varguitas mantuvo con su autoritario padre, que, de regreso a la unidad familiar, nada quería saber de las aspiraciones literarias de su hijo, que no solo juzgaba una deshonra familiar, sino incluso peligrosas para su hombría.
De ese aciago vínculo, «una verdadera pesadilla», habla en una de las piezas que reunió en Piedra de toque, recopilación de sus artículos periodísticos. Y no son pocos los estudiosos de su obra que piensan que fue como consecuencia de esta violencia que separaba —o unía— a padre e hijo por lo que Mario halló decisivo refugio en la literatura y en la escritura. También fue la falta de ayuda paterna —por las tensiones que añadió su boda con Julia— la que lo hizo procurarse sus propios recursos, ganándose la vida con sus trabajos, entre otros, en el periodismo. Una beca de doctorado lo condujo en 1959 a Madrid, donde iba a preparar su tesis centrada en Rubén Darío, y que terminó mucho después dedicando —en un claro giro que anunciaba sus intenciones— a García Márquez, con quien fraguó después una gran amistad que la política y las faldas enturbiaron.
Cuando en 1964 retornó a Perú, se divorció de Julia Urquidi e hizo su segundo viaje a la selva amazónica, donde profundizó en un hábitat para él desconocido, un bagaje que se percibe claramente en sus novelas La casa verde (1966) y Pantaleón y las visitadoras (1973).
Un año antes de la publicación de la primera se casa con Patricia Llosa —sobrina de Julia, por la que la dejó—, de cuyo matrimonio nacieron Álvaro (1966), Gonzalo (1967) y Morgana (1974).
Obtuvo la nacionalidad española en 1993 y poco después fue nombrado miembro de la Real Academia Española (RAE) para ocupar el sillón L desde 1996.
En los últimos tiempos un romance de octogenario con Isabel Preysler dio un vuelco a su vida estable y sus hábitos, hasta convertirse en objeto de las portadas de las revistas del corazón. Un amor de pichula —como él mismo definió en un cuento— que terminó más pronto que tarde para propiciar un regreso al seno familiar presidido por Patricia Llosa.