Brillo, rock y una pizca de magia: Coque Malla encendió A Coruña con su biografía en directo

CULTURA

Gran concierto en el Palacio de la Ópera del que fuera cantante de Los Ronaldos, repasando 40 años de carrera
05 oct 2025 . Actualizado a las 11:36 h.Se desprendía en la entrevista previa al concierto publicada en La Voz: Coque Malla está encantado con su estatus actual en la música nacional. Cultiva una carrera que poco o nada tiene que ver con la nostalgia habitual de quien fue grande con su ex banda en los mitificados años ochenta españoles. Tiene, además, ese origen genuino de garitos con poca gente viéndolo, mucha oscuridad vital y fe en uno mismo por encima de todo en los momentos duros. Y, desde hace ya más de una década, cuenta con el respaldo de un público creciente y fiel que le permite afrontar directos con entrada de pago, seguro de que no solo se van a llenar, sino que la gente lo va a llevar en volandas desde la primera canción.
Así ocurrió ayer en un ferviente Palacio de la Ópera de A Coruña, que acogió el último gran espectáculo de su gira por el 40.º aniversario como artista. Un recital, organizado por Cávea Producciones dentro del ciclo Concertos do Xacobeo, concebido como una suerte de biografía sonora en la que Malla condensó en un par de horas toda una vida artística. Y eso comprende desde aquel cruce casi adolescente entre los Stones y James Brown de Los Ronaldos hasta el rock adulto —con densos teclados y enérgicos vientos— al estilo Bruce Springsteen de hoy. De hecho, la actuación comenzó con Por las noches, de aquella primera etapa, prendiendo fuego guitarrero y emocional nada más empezar, y empezó a terminar en el bis con una plausible versión del Tenth Avenue Freeze-Out de Springsteen. Después de elogiar varias veces a la banda(za) que lo acompaña, ¿por qué no ponerla en modo E Street Band en la parada final de la gira?
Esa salida mitómana no prevista —no figuraba en el setlist— fue uno más de los trucos de magia de un Coque Malla en modo showman, que durante toda su actuación jugó con la fantasía, dotando el pase de un aire teatral. Con camisa de piel de serpiente y brillantina, jugó a ser Springsteen, sí, pero también Fred Astaire, James Brown, Bob Dylan y Keith Richards. Lanzó de segunda Solo queda música y mezcló la idea de un concierto de rock con la apertura de un musical, generando esa agradable euforia que lleva a la audiencia a dejar su vida fuera del teatro y entregarse por completo a lo que pesa dentro de él. En apenas diez minutos, tras un par de temas y una introducción emotiva sobre el significado de la gira, tenía a más de 1.500 personas comiendo de su mano.
Coque Malla conoce todos los recursos escénicos. Y tiene claro que sobre las tablas hay que ofrecer más que música. Así, apunta con la guitarra al cielo, baila cuando debe, recorre el escenario de lado a lado para que todos sientan que el espectáculo es para ellos, señala a los de las últimas filas y aparece y desaparece manteniendo siempre el pulso de la fascinación. Puede que fuera el brillo dorado, pero recordó en su actitud a lo que hizo Robbie Williams hace unos años en su visita a Santiago, en el festival O Gozo Fest. Una propuesta tan sólida y entretenida que conquistaría incluso a quienes no conocieran al artista.

Alguno habría en las butacas, pero mayoritariamente se desprendía adoración y acompañamiento emotivo por ese repertorio que fue avanzando por Este es el momento, El extraterrestre y La carta, con su madre Amparo Valle en las pantallas. A mitad de función llegó, claro, el momento karaoke de No puedo vivir sin ti, que dio paso a un giro de guion: la retirada de los músicos y el artista en solitario. Pretendía recrear aquellos momentos complicados del inicio de su carrera en solitario, tocando «en garitos para 60 personas como mucho». De ahí salió, recordó, la inspiración para su mejor canción, Berlín. La interpretó en acústico, desplegando la hipnótica belleza de una pieza que gira en círculos que siempre llevan al «para toda la vida». La acompañó con Hasta el final y, sacando un nuevo conejo de la chistera, durante El último hombre apareció primero el teclista y, poco después, la banda al completo, para culminar a lo grande en otra exaltación armoniosa de música, fantasía y brillo.
Dándole a la tecla de los hits, el tramo final apeló a la mítica Adiós papá, el Mucho mejor de Los Rodríguez y un Un lazo rojo, un agujero que lo remató en plan funk discotequero de los setenta, en un ambiente de fiesta total en el Palacio de la Ópera. Un solicitadísimo bis dio pie a la citada versión de Springsteen, el Sabor salado de Los Ronaldos y el broche épico de Me dejó marchar. Encendidas las luces, con aplausos y más aplausos, difícilmente se podía encontrar una sola persona decepcionada que pensara que había pagado una entrada en balde. Al contrario, el anuncio del artista de que no volvería a pisar las tablas hasta 2028 hizo que aún se valorará más un concierto sin tacha.