Juan del Val: «Houellebecq me encanta, pero defiendo el entretenimiento, lo fácil, no lo simple»
CULTURA

El escritor madrileño Juan del Val, ganador anoche del 74º Premio Planeta con la novela Vera, una historia de amor, defiende la literatura pegada «a la, a lo popular»
16 oct 2025 . Actualizado a las 18:37 h.La televisión y Atresmedia triunfan en los Planeta, casi como en una inversión: hace dos años fue la presentadora gallega Sonsoles Ónega —quien más libros vendió en el premio, según la editorial— y este ungió al polemista de El hormiguero Juan del Val (Madrid, 1970). Lo agradeció en actitud defensiva adelantándose a las críticas negativas y con un elogio de lo popular. Se declaró rotundamente feminista con una celebración de las mujeres que lo han rodeado, como su madre, dijo, y su esposa, Nuria Roca.
En Vera, una historia de amor «quería contar muchas cosas, pero fundamentalmente el hilo es una mujer que evoluciona de un sitio a otro, su crecimiento». Desde el divorcio de un marqués al autodescubrimiento —las escenas de sexo cobran vital importancia, adelanta—, de la mano de un hombre de clase social humilde, muy distinto a su universo.
Ahí entra Antonio, catalizador de esa liberación. Un personaje cuyos rasgos poseen una nítida inspiración autobiográfica, asume para evocar al chico de barrio que fue, el que abandonó el instituto y comenzó a trabajar de albañil, en un tiempo oscuro, una experiencia dura, curtidora, que forjó después al joven que se inició —se coló, casi fraudulentamente, mintiendo sobre su formación, en su germinal ambición literaria— en el periodismo, su laboratorio de escritura. «No tenía ningún hecho que pudiera darme la razón», admite para reafirmarse en la pulsión por contar historias que lo agitaba «ya siendo un chaval». Estaba, también, «la voluntad de salir de la zanja donde se encontraba, para lo que la única herramienta que sabía que tenía era escribir». Una certeza que solo él poseía y que, con el tiempo, arguye, lo ha llevado al dorado podio del Planeta. «Había una especie de satisfacción y de realización personal en aquellos primeros reportajes [de ámbito taurino, como ha confesado] que era maravillosa. Y esa permanente necesidad no ceja cuando ya me pongo a escribir, primero para mí y después de manera profesional, con un recorrido largo; algunas veces, digamos, que se puede contar y otras veces no», deja caer como en una insinuación de que ha ejercido de negro literario, posibilidad que niega cuando se le pide que sea claro, aunque sí concede que esa es una buena escuela de escritura, «para quien la haya practicado», incide.

Lo que sí quedó tajantemente expresado, y que quedará en el recuerdo de la noche de su éxito, es su concepción de la literatura como escritor pegada a la gente, a lo popular, alejada de las élites, que prima el entretenimiento. Pero, y como lector, ¿qué piensa de autores calificados de «escritores para escritores» como Houellebecq, Sebald o Vila-Matas?. «Antonio Soler, por ejemplo, me fascina. Yo creo que Sur es una de las mejores novelas que he leído. Lo que intento decir es que lo comercial no está reñido con la calidad. Me parece una falta de respeto. Eso no quiere decir que todas las novelas comerciales sean buenas y todas las que no sean comerciales no lo sean en absoluto. El Quijote es una novela comercial y entretenida. A mí Houellebecq me encanta, por supuesto. Pero hay cada pesado oculto tras este registro literario... y con una profundidad de pensamiento igual a cero. Pero, sí, reivindico el entretenimiento, lo fácil, que no lo simple. A mí lo que me gusta es la gente que escribe bien», proclama Del Val.
Y, al parecer, a él se le da bien escribir escenas de sexo. Lo sabe porque es lo que le dicen sus lectores, en relación con las novelas anteriores. Entonces, se pregunta, por qué renunciar a ello, si el sexo —y el deseo— le sirve para explicar mejor sus personajes, para acabar de definirlos... «Y, además, es que me divierto muchísimo haciéndolo», concluye entre risas.