Ángela Banzas, finalista del premio Planeta 2025: «Mi mirada literaria está impregnada de Galicia, y en ella late la infancia»

Héctor J. Porto BARCELONA / LA VOZ

CULTURA

La escritora santiaguesa Ángela Banzas, finalista del Premio Planeta con «Cuando el viento hable»
La escritora santiaguesa Ángela Banzas, finalista del Premio Planeta con «Cuando el viento hable» Quique García | EFE

La santiaguesa espera que este potente foco mediático no cambie su escritura. No descarta una novela en gallego, aunque le causa inseguridad: «El gallego que escribo se asemeja más al de Neira Vilas que al normativo, que admito que es un problema»

17 oct 2025 . Actualizado a las 14:03 h.

Ángela Banzas (Compostela, 1982) fue la feliz sorpresa de la gran fiesta del premio Planeta —celebrada en la noche del miércoles en el Museu Nacional d'Art de Catalunya, en Barcelona—, un rostro nuevo en el mundo de los libros para una velada en la que el mediático Juan del Val se llevó la codiciada bolsa del millón de euros. La autora santiaguesa ha dado la campanada con su quinta obra, Cuando el viento hable, una novela ambientada en la posguerra española, que se pondrá a la venta el 5 de noviembre, En el sustrato del relato, una experiencia autobiográfica. Siendo muy niña, a los 7 años, vivió una estancia hospitalaria que la golpeó de forma traumática al enfrentarse a la muerte irremediable de Ángeles, una compañera de habitación a la que procuraba consuelo y evasión leyéndole los cuentos que encontraba en la biblioteca del viejo hospital Xeral.

—Galicia siempre aparece como escenario de sus novelas. ¿Esa Galicia un poco brumosa es fruto de necesidades narrativas, de la morriña del que vive fuera como usted o es un ejercicio que apela a la nostalgia de la infancia?

—Viví mis primeros 24 años en Galicia y sigo yendo mucho allí. No es un mero recurso a lo conocido. Nuestra patria es la infancia, decía Rilke. Y disfruto escribiendo sobre Galicia. Siento que Galicia, más allá del paisaje, el paisanaje y el clima, somos los gallegos.

—Eso es lo que late ahí...

—Mi mirada literaria está completamente impregnada de Galicia, y en ella late la infancia. No solo por todo lo que me hace sentir. Mi forma de pensar, mi modo de afrontar infinidad de cosas, del día a día y de la vida, desde lo grande a lo pequeño... el cómo soy tiene mucho que ver con de donde soy. Es así que mis personajes son gallegos porque me gusta darles un pedacito de mí a cada uno de ellos, en particular, los que son relevantes en el relato.

—Podría ocurrir en otro lugar...

—No podría, por los personajes. Los abuelos de Sofía [la niña hospitalizada, protagonista] son gallegos. Comparten cosas con otros abuelos de otras partes de España. Pero esto es una historia muy gallega. El clima, por ejemplo, es clave en la novela, cada una de sus partes es un síntoma de que se acerca la lluvia. Me encanta trabajar esto, lo que simboliza. Y eso te lo da Galicia.

—Este foco mediático tremendo que se ha encendido, 200.000 euros, este fenomenal espaldarazo a la autora profesional que dejó en el 2021 su trabajo para dedicarse a escribir, la desviará en su tranquilo camino, exigirá cambios, habrá mucha presión.

—Me cuesta proyectar qué va a ocurrir. Disfruto lo que estoy haciendo, pero incluso mientras escribo una novela, no sé lo que va a pasar en la página siguiente. Y esto es también el reflejo de mi propio modo de ser, de la vida. Lo que no me gustaría es que nadie me impusiese nada, pero eso no me ha sucedido antes y no tiene por qué sucederme ahora.

—Seguirá entonces sin alterar su particular recorrido.

—Cuando dejas que las cosas fluyan, vas trabajando, te vas visualizando... Quiero seguir escribiendo y llegando a la gente, pero tengo que disfrutarlo también, porque, al final, es tu propia vida lo que está en juego. No es algo que puedas intercambiar por otra cosa. A mí me gustaría continuar, por ahora, porque con esto me siento ya no solo cómoda, sino que me hace mucho bien el cómo afronto los temas y la escritura.

—Seguir creciendo lentamente, de forma natural...

—Sí. Además, con esta novela, a diferencia de las otras, por primera vez tengo una historia de amor bonita. Estoy muy orgullosa, la he disfrutado mucho, tanto que ahora estoy deseando que la reciban los lectores. Me gustaría que mis novelas tengan en adelante unos mensajes más luminosos o más blancos, porque creo que si esto a mí me ha hecho bien, al lector le dejará un buen sabor de boca. Aguardo ansiosa recibir el feedback de la gente, su respuesta, porque creo que la novela va a gustar. Y es que estamos muy faltos de verdad, de esperanza, de amor... Lo digo sinceramente, suena muy grandilocuente, pero creo que lo necesitamos.

—Habló de una novela en que las fronteras entre lo real y lo imaginario eran difusas. Es eso una puerta de entrada al condimento de la fantasía.

—No, no. No hay un elemento fantástico, ni fantasmas, ni nada similar. Es una novela que tiene mucha intriga y pasajes inquietantes, de esos que difuminan las fronteras entre lo que es real y lo que no, pero más haciendo referencia a esos miedos, a esas sensaciones que afloran en el personaje, como he hecho ya en otras novelas anteriores. Me gusta mucho jugar con esto. Es una forma de captar la atención del lector, conectando con sus propios miedos. Incluso en esta obra leyendas y supersticiones alcanzan un menor peso en la narración. Y están temas del sentir popular. Porque los abuelos esconden a la niña todas las noches y ella desconoce la razón que los mueve. Tiene miedo a la oscuridad, surgen muchas preguntas, temores, y todo eso excita su imaginación de niña, los sueños, incluso una extraña alucinación. Pero, insisto, no es una novela fantástica; en ese sentido, no me he alejado de mi zona de confort.

«Quiero escribir una novela en gallego, pero la lengua normativa es un problema»

Galicia empapa la literatura de Ángela Banzas, insiste ella casi en cada argumentación, aunque haya elegido emplear el castellano.

—Mis novelas están todas escritas y publicadas en castellano. Y voy a novela por año, desde el 2021. Me gustaría escribir novela en gallego, desde cero, no hacer una traducción. Y quiero escribirla yo, en gallego, y eso, para mí, requiere tiempo. Además [ríe], tengo dos niños. Me está costando encontrar la forma de hacerlo, pero sí es algo que tengo muy en mente. De hecho, me gusta mucho escribir poesía y, es curioso, la poesía la escribo en gallego, quizá porque se impone la parte más íntima de mí.

—¿Qué fue entonces lo que desde el inicio de su carrera le hizo optar por el castellano?

—He de decir que el gallego que escribo se asemeja más al de Neira Vilas que al gallego normativo actual, un aspecto que me causa cierta inseguridad. Esa dificultad me apela a la responsabilidad, me provoca un poquito de vértigo. Lo reconozco, sí, es un problema. La lengua gallega que yo conozco es la que aprendí de niña, en casa, no me manejo con naturalidad en lo normativo, y eso es un hándicap. Como mi escritura es tan emocional, cuando trabajo la novela, me sale de natural el castellano. Si me empeño en usar gallego normativo, mi relato no conecta con las emociones con igual facilidad. Esto no es en modo alguno una crítica al gallego normativo, es solo una breve explicación de por qué no lo uso.

«Cuando el viento hable», su novela finalista: Una historia de amor

A diferencia de sus anteriores novelas, dice Ángela Banzas, por primera vez, tiene «una historia de amor bonita», de la que está «muy orgullosa». En adelante, le gustaría que sus obras ofrezcan «unos mensajes más luminosos o más blancos», porque cree que la sociedad está muy falta de verdad, de esperanza, de amor... «Lo necesitamos», afirma.