El Valencia se paseó por el Camp Nou venciendo al Barcelona por 0-1 en una plácida noche que le permite conservar el liderato de la Liga. Pocos aficionados recordarán un triunfo tan cómodo en una plaza antaño temida. Los «chés», además de conservar la primera plaza de la clasificación, se han permitido el lujo de derrotar al Real Madrid y al Barça de forma consecutiva. Los de Rafa vuelven a situarse entre los candidatos serios al título y los hombres de Frank Rijkaard se merecieron recibir la primera pañolada de la temporada, que supone la primera llamada de atención de la grada para Joan Laporta. Los azulgrana fueron un caramelito de los más dulces en manos de los valencianistas. Y, con esta imagen, es lógico que la ilusión barcelonista mostrada a principio de temporada empieza a perder fuelle. Las fiestas que suelen acompañar a los encuentros disputados en el feudo culé no logran tapar la pobreza de juego y resultados del cuadro catalán. Ni el más certero de los adivinos tendría trabajo en el Camp Nou. Pronosticar cualquier cambio en el Barcelona se antoja harto complicado. Misión imposible. Frank Rijkaard sigue obcecado. Al margen de situar a Luis Enrique en el centro desplazando a Ronaldinho de su posición natural, el técnico holandés reiteró su confianza en algunos jugadores que demuestran día tras día su mal momento de forma. El pitido inicial presagiaba lo peor para los locales. El Valencia no era un rival menor. Pesaba la fortaleza defensiva de un conjunto trabajado y que además exhibe claridad de ideas en ataque. Y eso que Benítez relegó a Aimar al banquillo. Como siempre el fuelle azulgrana dependía de Ronaldinho. Pero nada puede hacer el brasileño cuando el resto del engranaje azulgrana está atascado. El Barça lo intentó em un par de ocasiones. Las dos únicas que Overmars se fugó de Carboni. Kluivert y Xavi erraron como de costumbre. La respuesta fue letal. El Valencia no perdió tiempo en artificios. Baraja asistió a Oliveira. Márquez y Reiziger se durmieron en los laureles y el brasileño asestó un zurdazo espléndido que pilló a Valdés adelantado. Después de media hora de sesteo y con un 0-1 en el marcador, Rijkaard se acordó de cambiar de posición al Ronaldinho. El talento azulgrana regresa a su posición de mediapunta. Sus compañeros comenzaron a buscarlo. Pero el Valencia siguió campando a sus anchas. Sin apenas esfuerzo, los de Benítez mantuvieron puesta la primera. Ni necesitaron forzar la máquina. La vida siguió igual. El Valencia se sintió ampliamente dominador. Rijkaard se aburrió hasta a él mismo. Y Valencia sí que cambió para mantener su ventaja. Benítez refuerzó su poderío. Oliveira dejó su plaza a Sissoko. Así el fútbol del cuadro valencianista perdió verticalidad, pero ganó en fortaleza. Mientras los ché aguantaban con tranquilidad, Kluivert recuperó el protagonismo. El publicó zanjó su siesta ante la mediocridad de su equipo increpando a su delantero centro. Kluivert ha logrado desesperar a la grada blaugrana, que prefiere a Saviola. Rijkaard contentó por fin en algo a su público y decidió darle unos minutitos al futbolista argentino. Después llegaría el turno de Luis García. Una traca final totalmente inútil, tardía e innecesaria. Rafa Benítez contemplaba plácidamente el transcurrir de los minutos. Hasta Aimar pudo descansar pensando en venideros compromisos. El Valencia, con el freno de mano puesto, conservó el liderato con una facilidad exasperante para el público azulgrana, que sacó los pañuelos blancos al aire del Camp Nou para dar su opinión y ofrecer una imagen que recuerda a la época de Joan Gaspart. Porque el Barça es noveno, a siete puntos del líder. Demasiado.