Ronaldo, agotado tras 45 minutos de entrenamiento

Pedro J. Barreiros REDACCIÓN

DEPORTES

BALLESTEROS

Reportaje | Mini pretemporada en el Real Madrid | El delantero brasileño apenas se sostenía en pie después de la exigente jornada de trabajo a la que el nuevo técnico Luxemburgo sometió a la plantilla merengue

03 ene 2005 . Actualizado a las 06:00 h.

La deficiente preparación física de los futbolistas del Madrid se dibujó ayer en el rostro de Ronaldo con una mueca de sufrimiento. El delantero, objetivo preferido de las críticas a la imagen general, relajada y poco deportiva de los galácticos, padeció en sus carnes el brío con que el nuevo entrenador Vanderlei Luxemburgo recogió las riendas del club más mediático del mundo. En una jornada de trabajo dividida en exigente trabajo físico matinal y, ya por la tarde, sesión técnica y táctica, Ronaldo acabó exhausto, víctima de un agotamiento impropio de un deportista preparado. La exigencia de la primera sesión dura de trabajo tras las vacaciones navideñas destapó las miserias de un jugador tan admirado por sus goles y su multimillonario contrato de 6 millones de euros por temporada, como criticado por la redondez de su tripa. El brasileño y sus compañeros (sólo se libraron de la supuesta paliza Raúl Bravo, griposo, el lesionado Woodgate, Solari, con un día más de vacaciones, y los tres porteros, Casillas, César y el gallego Diego López) trabajaron 45 minutos. Tras un calentamiento previo, completaron dos sesiones de cuatro minutos corriendo a un ritmo suave, con dos minutos de intervalo entre prueba y prueba. Después, los jugadores subieron la intensidad en otras dos series de tres minutos. Finalmente, ya a gran ritmo, acometieron otras dos series de dos minutos, y terminaron con dos más de un minuto. En total, unos 3.500 metros recorridos. En las carreras Ronaldo se quedó siempre rezagado, pero las acabó todas, siempre bajo la atenta mirada de su técnico. Su rictus vacilante por el esfuerzo, y a duras penas sujeto contra las vallas tras cada serie, esboza a un deportista confiado a sus innatas cualidades para el éxito, pero alejado de todo sacrificio para alcanzarlo. Los ánimos de sus compañeros (hasta Raúl le ofreció unas palmaditas en la espalda) convierten su jornada laboral en poco más que una broma pesada.