Contador puso rumbo al liderato sin mirar atrás

Mariluz Ferreiro REDACCIÓN/LA VOZ.

DEPORTES

El corredor español aprovechó una avería de Andy Schleck en el último puerto para atacar y enfundarse el maillot amarillo

20 jul 2010 . Actualizado a las 09:08 h.

El Tour no espera. Un día se detuvo camino de Spa para recoger con mimo a Andy Schleck después de una caída. Pero al siguiente aceleró el Saxo Bank sobre los pavés para hacer jirones el pelotón tras otro traspiés. Y ayer, a poco menos de dos kilómetros de la cima de la última cumbre, el Balés, nadie esperó a Andy Schleck. Al luxemburgués se le salió la cadena cuando había lanzado un duro ataque. Alexander Vinokourov lo seguía. Atrás, Alberto Contador, Samuel Sánchez y Denis Menchov. La avería convirtió al atacante en una víctima. Contador aceleró y se marchó rumbo al amarillo. Con él, Sánchez y Menchov. Schleck, desesperado, puso pie a tierra y luchó con su bicicleta. Incluso fue ayudado por un aficionado. Después emprendió la caza. El final del ascenso y el descenso. A ratos en solitario. Y por veces ayudado de Jurgen van den Broeck. Con Vinokourov a rueda. Pero no pudo mantener el liderato. Contador se lo arrebató por ocho segundos.

El francés Thomas Voeckler (Bouygues), un clásico de las escapadas, culminaba con el triunfo una cabalgada que antes había sido colectiva, festejó su triunfo en Bagneres de Luchon ajeno a la olla en la que hervían los gallos.

La diferencia entre el grupo de Contador y Schleck en la cima del Balés era solo de 17 segundos. Pero faltaban más de veinte kilómetros para la meta. Y en la bajada la diferencia se fue estirando. El madrileño se lanzaba con paracaídas, atado a un especialista entregado como Samuel Sánchez. Schleck, que no es precisamente célebre por su destreza en los descensos, intentaba mantener el tipo y rumiar su furia cuesta abajo. Seguramente intentaba olvidarse de la cadena maldita para ver el perfil del Tourmalet en el horizonte de la carrera.

Contador entró 39 segundos antes que su gran rival. Cuando subió al podio unos le dedicaron aplausos. Otros, silbidos y abucheos. Se vuelve a tirar de la famosa laxitud de los códigos no escritos de la bicicleta. La ronda francesa tiene opiniones y antecedentes para todos los gustos que pavimentan su historia. Estocadas caballerosas sin mácula y traicioneras puñaladas de bucanero. Actos heroicos y maniobras puramente mercenarias. Renovadas polémicas que en realidad son tan viejas como el propio ciclismo. Pero, ante un titubeo, el Tour, implacable y duro como una roca, no espera. Lo está comprobando ahora Lance Armstrong. La grande boucle no mira atrás. Como Contador en pos del amarillo.