Una verdadera ciclogénesis

Alberto Blanco

DEPORTES

06 feb 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Como si de un temporal se tratase. Llega la Copa casi sin aviso. El torneo por excelencia del seguidor del básket que nunca falla a su cita. Como las malditas ciclogénesis con Galicia.

Escamados de predicciones y errores estamos en esto de la Copa. Papeles intercambiados respecto a los últimos años entre los reyes del planeta futbolerobaloncestístico. Real y Barça, Barça y Real, por el peso, presupuestos y objetivos de temporada se juegan un tercio de lo expuesto.

Los de Laso tienen un camino, digamos, inquietante. No es el Gran Canaria un enemigo pequeño en cuartos; más bien es un ejemplo típico por donde puede caer una bomba. Pedro Martínez siempre sacando brillo de sus huestes. Juego de conceptos por doquier en ese primer plato.

Por si todo va bien, los blancos se medirían en semis a los locales (salvo que al CAI se le ocurra jugar tan bien como tantas veces este año), mi gozo en un pozo. Unicaja se encomienda a su técnico, Joan Plaza y al grupo. Intensos, atléticos y arropados. Sería una forma de traer la Copa a Galicia, si Fran Vázquez fuera rey por un día en el Martín Carpena.

Y en la zona B llega una marejada. Da la sensación de que el mejor equipo de la primera vuelta (no es el Madrid, no señor): el Iberostar Tenerife del señor Alejandro Martínez (casi se me va al García Reneses...) llega con el pescado vendido y el Barcelona puede ver un camino más liso en ese ritual de mañana. Porque luego, Navarro y cía, atopan en su camino a la cultura del esfuerzo.

Chico, no me creo el eslogan de los valencianos. Pero los de Perasovic son segundos y por goleada en la liga regular, por muchos motivos. El primero que no se lamentan las heridas, léase lesiones y se mira al frente.

Y si hay que no fiarse es de un Caja Laboral conocido por su carácter. En el regreso de Scariolo a Málaga. Con un tufillo algo amargo de cómo evoluciona el equipo y me recuerda al triunfo de Unicaja en Zaragoza en la única Copa del Rey malagueña.

Y vuelta a la ciclogénesis de pronósticos. Sol, boquerones. ¿Oásis? ¡Viva el Pimpi!